Fue quizás en 2012 la primera vez que escuché a Peter Todd, uno de los desarrolladores de Bitcoin Core, decir que Bitcoin no era un sistema escalable. Eran otros tiempos: en aquel entonces la censura financiada por Blockstream no existía, el sentido común prevalecía en los foros, y prácticamente todos coincidían en que el propio crecimiento de Bitcoin iba a promover la escalabilidad de mil maneras diferentes –no todas imaginables de antemano– y simultáneas. Así que la visión pesimista de Todd resultaba una mera curiosidad, un gatillo de controversias más o menos ociosas y nada más que eso. Nadie sospechaba entonces que las llamativas declaraciones de Todd eran, en el mejor de los casos, el resultado de una mezcla de analfabetismo económico, narcisismo y megalomanía (en el peor de los casos, una deliberada maniobra para frenar el crecimiento de Bitcoin), y mucho menos que unos años después el discurso de Todd iba a ser tomado en serio por los demás desarrolladores de Bitcoin Core.
Otra cosa que llamó mi atención allí por 2012 fue la insistencia de Todd en señalar que todas las decisiones de los desarrolladores involucrados en el proyecto Bitcoin eran en el fondo decisiones políticas. ¿A qué se refería Todd? Me llevó tiempo descubrir que él solo estaba proyectando en los demás sus propias aspiraciones, algo finalmente confirmado durante la reunión a puertas cerradas con los mineros chinos (realizada, por supuesto, en nombre de la descentralización), en la que Todd puso a prueba sus naturales dotes para la manipulación de seres humanos y se dio el gusto de mostrarse ante las cámaras como una auténtica diva en la alfombra roja. Así retratábamos el encuentro:
Como víctimas de la “Revolución Cultural” firmando su propia condena frente a una pandilla de guardias rojos, unos pocos representantes de las granjas y pools mineros chinos –algunos de los cuales previamente se habían manifestado a favor de Bitcoin Classic— juraron recientemente fidelidad a la “hoja de ruta” de Blockstream1, la compañía que ha comprado a los desarrolladores del cliente Bitcoin Core con el fin de monopolizar el desarrollo de Bitcoin, y que pretende mantener el tamaño de los bloques artificialmente restringido para su propio beneficio. Lo han hecho a puertas cerradas y en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de usuarios, ahorristas, inversores, comerciantes, procesadores de pagos y sitios de intercambio, pero principalmente en contra de sus propios intereses de mediano y largo plazo –ya que menos transacciones por bloque significa menos ingresos por tarifas para los mineros, además de la necesidad de apurar “soluciones” de escalabilidad que desvían aún más tarifas hacia las arcas de Blockstream–. Cabe afirmar que le han confiado la planificación de su propio futuro a su principal competidor.
Todd combina a la perfección todos los vicios del «ingeniero social» con las peores cualidades del animal político. Él cree verdaderamente que puede planificar los próximos cien años de Bitcoin, cuando lo cierto es que ni siquiera entiende lo que viene ocurriendo desde hace siete años. Su inconmensurable arrogancia, comparable a la de otros ingenieros sociales que han llenado la historia de sangre, también sería fatal si Bitcoin no tuviera la capacidad de despedirlo como lo que es –algo más cercano a un parásito intestinal que a un héroe del criptoanarquismo (como él gusta presentarse)– y arrojarlo a la letrina de la historia.
No hacía falta un ejemplo más para ilustrar cómo y por qué fracasa el socialismo una y otra vez, pero ya que lo estamos padeciendo en tiempo real podemos aprovechar la oportunidad y convertir la estulticia de Peter Todd y compañía en material didáctico para nuestros hijos. Echemos un vistazo a las últimas deyecciones que este sujeto ha dejado caer en Twitter:
@matthew_d_green IMO Bitcoin should have had an explicit 1%/year or so security tax, implemented via inflation… [1/2]
— Peter Todd (@peterktodd) February 10, 2016
“En mi opinión, Bitcoin debería haber tenido un impuesto explícito a la seguridad, de 1% / año más o menos, implementado mediante inflación …”
A lo cual Wences Casares respondió:
https://twitter.com/wences/status/723883547082158080
“No estoy de acuerdo. En mi opinión, el límite infranqueable de 21 millones de bitcoins es uno de los mejores atributos de Bitcoin.”
Y Todd remató con una petulante exhibición de ignorancia, típica de esa peligrosa mezcla de lobo y asno que es el animal político:
Wishful thinking.
Bitcoin's inflation rate is an economic engineering tradeoff between sound money and security. https://t.co/7Br8V9m8JC
— Peter Todd (@peterktodd) April 23, 2016
“Ingenua expresión de deseos. La tasa de inflación de Bitcoin es un balance de ingeniería económica entre buena moneda y seguridad.”
Palabras dignas de un Presidente de la Fed… La mejor respuesta a esta última burrada es la de un tal Richard Thomas:
@petertoddbtc It's a tradeoff between sound money and bootstrapping adoption.
— Richard Thomas (@tmpacct111) April 24, 2016
“Es un balance entre buena moneda e impulso a la adopción.”
Para cualquier persona mínimamente instruida es imposible disimular una mueca de desagrado al percibir el hedor a socialismo rancio que despiden estas declaraciones de Todd, aunque parece que ningún otro desarrollador de Core lo ha notado. Ya sabemos que el “Official Maintainer” de Core se halla al menos tan desorientado en materia de economía como Todd, ¿pero tan aislado de la realidad está ese grupo que no hay nadie capaz de filtrar algo de cordura en sus dominios? ¿Tan difícil es entender que sin el tope al incremento de la masa monetaria el grueso de la inversión que ha hecho posible el despegue de Bitcoin habría encontrado otros destinos?
Primero propusieron cambiar la recompensa por bloque hallado con el fin de moderar el golpe a la rentabilidad de los mineros tras el halving —golpe que, en caso de tener lugar, será debido a la restricción arbitraria al tamaño de los bloques que ellos mismos han impuesto–. Ahora ya hablan del límite de 21 millones como si fuera un problema a resolver –evidentemente, otra bárbara reliquia que obstaculiza los planes de Blockstream–. Y van a seguir proponiendo cambios radicales, puesto que lo único que no está en sus planes es consentir el crecimiento natural de Bitcoin.
La propuesta de Satoshi era muy simple: que las tarifas aportadas por un número creciente de transacciones compensaran la escalonada disminución de la recompensa para los mineros, y financiaran de esa manera la seguridad de la red. Una idea demasiado elegante para el adicto a la planificación de vidas ajenas. ¿Qué sería de su vida si tuviera que admitir que Bitcoin funciona muy bien sin su “ayuda”? Satoshi, nos dicen los Blockstream boys, estaba equivocado: todo es cuestión de dejar que los ingenieros a sueldo de Blockstream inventen nuevas reglas, y luego otras reglas para paliar las consecuencias de las anteriores, y así hasta que el Bitcoin de Satoshi quede enterrado bajo una montaña de código que solo ellos puedan manipular.
Según Peter Todd, la cadena de bloques de Bitcoin no debe usarse para transacciones comunes con dinero electrónico P2P (nótese que el propio Satoshi Nakamoto definió a Bitcoin en su célebre white paper como “A Peer-to-Peer Electronic Cash System”), sino para el registro de grandes liquidaciones ocasionales a un costo que excede ampliamente las posibilidades del usuario normal. También según Peter Todd, el límite de 21 millones de bitcoins es una ingenua expresión de deseos. ¿Cómo es posible, me pregunto, que un tipo como Peter Todd no sea expulsado de Bitcoinlandia y condenado al ostracismo más absoluto? Y me respondo: mientras este personaje siniestro sirva a los intereses de Blockstream, conservará su influencia sobre Bitcoin Core –pero ni un minuto más–.
No es casualidad que entre los empleados de Blockstream hay dos desarrolladores de Freicoin, un proyecto basado en la idea de que es necesario forzar el consumo mediante la “oxidación” (pérdida de valor) de la moneda. Si no es el objetivo último, la depreciación es de todas formas el resultado inevitable de las acciones motivadas por el desconocimiento de los principios más elementales de la ciencia económica –en otras palabras, de la incapacidad de concebir un sistema complejo que es un producto de la acción humana y no necesariamente del diseño humano–.
Así que en eso estamos ahora: tanto esfuerzo invertido en liberarnos de la mafia de los bancos centrales, para caer en las redes de un grupo de “expertos” convencidos de que la solución de fondo es entregarles a ellos el control total de la política monetaria (un concepto que gracias a Satoshi parecía condenado a desaparecer) y cruzar los dedos. En un giro que Satoshi no hubiera imaginado ni en sus peores pesadillas, los supuestos custodios de las propiedades de Bitcoin y paladines del criptoanarquismo se han vuelto partidarios de la centralización total del desarrollo, y ahora hablan abiertamente acerca de las bondades de la inflación y los subsidios discrecionales.
¿Qué hacer frente a tamaño despliegue de estupidez?
1- En primer lugar, señalar la estupidez cuando se manifiesta: no dejarse intimidar por las credenciales de los expertos en un área cuando invaden áreas que desconocen, y no dejarse influenciar por el vergonzoso –bien que ordinario– fenómeno del “pensamiento grupal”.
2- Educar a los que realmente quieren entender.
3- Apoyar a los que proponen soluciones.
4- Armarse de paciencia con los que hacen daño. Si el Banco Central opta por inflar la moneda que estamos obligados a utilizar, el problema es nuestro; pero si Todd quiere un Bitcoin inflacionario, el problema es de Todd: es él quien tendrá que convencer de las bondades de la inflación a los poseedores de bitcoins, o bien lanzar Toddcoin y competir con Bitcoin.
No necesitamos una nueva constitución o un nuevo par de tablas de la ley para protegernos del ataque de Blockstream. Bitcoin es una criatura del mercado, y el mercado se expresa y se defiende a través de los forks. Dejemos que Peter Todd se salga con la suya: cuando el valor del bitcoin se vea seriamente afectado por sus propuestas, la mayoría económica le mostrará el dedo medio y lo dejará hundirse en sus delirios megalomaníacos –mientras Bitcoin sigue navegando hacia su destino manifiesto–.