Demasiada gente ha saboreado ya el fruto prohibido por el cártel bancario. Los amos del dinero fiat pueden seguir corrompiendo con millones de dólares recién emitidos a cualquier sujeto corruptible que crean capaz de ayudarlos a detener la expansión del dinero electrónico P2P; eso no impedirá que el mercado finalmente se abra paso, como un río cuyo cauce ha sido contenido transitoriamente por el derrumbe de una ladera.
Es demasiado tarde para frenar la arrolladora serie de transformaciones, a cual más radical, que ha desencadenado el huracán Nakamoto. Este ha llegado a cobrar una fuerza tal que ningún intermediario del sistema monetario y financiero estatal, sin importar cuántos dólares arroje con pala mecánica sobre la canalla cryptoleninista, podrá evitar ser arrancado de raíz y arrastrado por la corriente para ser depositado lejos de la población productiva.
¿Qué será de los intermediarios forzosos en un mundo gobernado por reglas que ellos no pueden modificar según su conveniencia? ¿Abandonarán su rol de parásitos? ¿Optarán por otras formas, tal vez más arriesgadas, del crimen organizado? ¿Pasarán a vivir de la caridad con tal de no involucrarse en actividades productivas? Tan interesante será observar su transición en un mundo bitcoinizado como lo es hoy observar sus intentos de cooptar el sistema que pone en peligro sus privilegios.
Los amos del dinero fiat saben que los desarrolladores de Core son corruptos, pero todavía no han descubierto que son, además, embusteros recalcitrantes. Si lo supieran, no los habrían contratado para llevar a cabo una misión obviamente imposible, a saber: lograr que los usuarios de Bitcoin se vean forzados a abandonar el entorno seguro, descentralizado y libre de censura que provee la cadena de bloques protegida por prueba de trabajo (Proof of Work), y empujarlos a una “segunda capa” en la cual estarían sometidos a los designios de la misma élite de la que habían huido.
Huelga decir que no todos los fanboys de Blockstream / Core son conscientes de que trabajan para el cártel bancario. Pero no hace falta estar a sueldo del cártel bancario para favorecer sus intereses; también se puede ser un perfecto idiota útil a su servicio, a cambio de nada más que la satisfacción personal de estar contribuyendo al éxito de lo que se presenta como una causa noble.
El idiota útil no es solo esa figura que sirvió para maquillar el rostro genocida de los líderes del experimento soviético durante la consolidación de su poder. Arquetipo que se expresa una y otra vez bajo distintas apariencias a lo largo de la historia, el idiota útil es uno de los pilares fundamentales del poder coactivo. Por mucho armamento que acumule un Estado totalitario, su verdadero poder no reside en los tanques o en los arsenales nucleares; todo el poder que otorga el ejército más eficiente y mejor equipado se desvanecería como por encanto sin el velo de legitimidad que los intelectuales prostituidos ofrecen a cambio de honores y privilegios, y que el idiota útil provee graciosamente.
Si todo lo que tiene para ofrecer un gobierno es destrucción material y corrupción moral, solo conservará su poder en tanto logre infectar el cerebro de sus víctimas con el virus de la ideología. De ahí la importancia del idiota útil. Cuanto más opresiva se torna una organización dependiente del poder coactivo, tanto más debe apoyarse en su ciego fervor.
Ante una fila interminable de seres abatidos que aguardaban su turno para recibir un trozo de pan enmohecido, el idiota útil pensaba y decía, convencido: “Es el precio de la justicia social; es el sacrificio que demanda la construcción de la futura sociedad sin clases”.
Ante las millones de víctimas del holocausto ucraniano, el idiota útil pensaba y decía, convencido: “Son enemigos del pueblo que se resisten a la colectivización de las tierras”.
No había atrocidad que el idiota útil fuera incapaz de justificar mediante las más extravagantes contorsiones mentales. Por lo visto, cualquier cosa era preferible a revisar sus premisas, y siempre había un relato aprobado por las autoridades, listo para usarse, que de alguna manera convertía a las víctimas en victimarios por obra de la prestidigitación ideológica.
El idiota útil no hace el trabajo sucio, pero hace algo aún peor: legitimarlo. Es cierto que en tal menester no cae tan bajo como el intelectual prostituido, pero a veces resulta difícil trazar una línea divisoria entre ambas categorías: ¿acaso el idiota útil no obtiene también un beneficio personal merced a su nefasto rol, aunque se trate de un mero alivio psicológico? Pensándolo bien, quizás el idiota útil sea más cobarde que idiota.
En cualquier caso, sea por idiocia o por cobardía, nuestra figura estelar se negará a reconocer que, lejos de la cuna de la sociedad sin clases y la justicia perfecta, lejos de aquella tierra prometida en la que una masa de cuerpos deseantes goza por fin de todos los bienes imaginables mientras estos caen misteriosamente sobre ellos, la URSS se convirtió en un gigantesco y eficiente matadero, dirigido por una banda de psicópatas sedientos de sangre que se apresuraron a descargar su furia asesina sobre millones de seres inocentes e indefensos.
Nada detiene a los idiotas útiles. Se sabe de algunos que seguían justificando las matanzas incluso cuando ellos mismos enfrentaban el pelotón de fusilamiento. Y es que una vez que ha cumplido con su misión, una vez que ha dejado de ser útil, el idiota es descartado por el mismo aparato que él ayudó a construir, a pesar de su inquebrantable lealtad al régimen. Solo cuando el movimiento totalitario entra en el último círculo infernal, allí donde impera el terror absoluto, allí donde solo se oye la palabra oficial y el estruendoso aplauso que ahoga el lamento de las víctimas, puede que el idiota útil se pregunte finalmente qué ha salido mal.
En el lenguaje de Blockstream / Core, el equivalente a la promesa de una sociedad sin clases y con plena “justicia social” es la promesa de un mundo en el que la seguridad y el buen funcionamiento de Bitcoin no dependan del libre mercado, de la estricta observancia de los límites de la propiedad privada facilitada por la cadena de bloques, del afán de lucro de mineros, empresarios e inversores… sino de la buena voluntad de millones de operadores de Raspberry Pis decididos a sacrificarse por la “descentralización” de la red.
Al igual que sus pares bolcheviques, los idiotas útiles 2.0 están dipuestos a justificar cualquier aberración impuesta por la jefatura del movimiento. Todo sea por un futuro post-capitalista, post-minería, post-cadena de bloques, de nodos altruistas en una Lightning Network gratuita, fraternal, solidaria e igualitaria. No importa que mientras tanto la gente que necesita desesperadamente dinero electrónico P2P tenga que resignarse al uso de moneda fiat (lo que en lugares como Venezuela puede significar hambre, privación de medicamentos esenciales y humillaciones sin nombre); no importa que el proceso de adopción se revierta y el efecto de red sea dilapidado; no importa que una Lightning Network descentralizada es matemáticamente imposible; no importa que aún si fuera posible solo podría funcionar sobre una criptomoneda que admita la escalabilidad a nivel de la cadena de bloques.
Nada importa. El cerebro del idiota útil se adapta de tal forma a las interpretaciones oficiales que las gafas de la ideología pasan a ser sus ojos. Si le explicas que todo el sacrificio en pos de la “descentralización” no ha hecho más que centralizar en todos sus aspectos la red dominada por Blockstream / Core (desarrollo, financiamiento, minería, comunicación, servicios off-chain, etc.), te acusará de ser un enemigo de Bitcoin y de oponerte a la hoja de ruta que conduce al criptoparaíso leninista: ¿cómo te atreves a cuestionar la infinita sabiduría de los miembros del Politburó?
Lo cierto es que no te queda otra opción. Porque digan lo que digan los cryptoleninistas, una criptomoneda –a diferencia de un metal precioso– no tiene otros usos en los cuales apoyarse si por algún motivo resulta ser desmonetizada, y por lo tanto está destinada a ganar utilidad y adopción en virtud de sus cualidades monetarias, o bien a morir.
Digan lo que digan los cryptoleninistas, Bitcoin es en esencia una red de seres humanos económicamente incentivados para defender la integridad del sistema. Si remueves los incentivos que lo hacen funcionar, te quedarás con un montón de idiotas útiles aislados y empobrecidos, preguntándose qué demonios ha salido mal.