Cryptoleninismo

Si has llegado a Bitcoinlandia con las últimas olas de inmigrantes provenientes del mundo fiat, puede que te resulte un tanto confuso el paisaje intelectual que ofrece hoy este mundo ya de por sí extraño.

Quizás te sorprenda ver a un grupo de autodenominados “cypherpunks” asociado con la industria bancaria, o censurando toda opinión divergente, o atacando con virulencia a quienes expresan voces críticas, o promoviendo la inflación arbitraria, o declarando la guerra al dinero electrónico P2P (en inglés “P2P electronic cash”, tal como Satoshi Nakamoto definió a Bitcoin) en favor de sistemas que requieren intermediarios financieros.

Puede que te preguntes: ¿no eran acaso los cypherpunks unos intransigentes paladines de la sociedad abierta? Si eres nuevo aquí, mereces una explicación. El conflicto que ha empantanado a Bitcoin en su avance hacia su Destino Manifiesto nada tiene que ver con cuestiones científicas o tecnológicas y mucho tiene que ver con la emergencia del cryptoleninismo, una doctrina según la cual el desarrollo de Bitcoin no debe estar sujeto a las leyes del mercado sino a los dictados de un Comité Central. Lo de cypherpunk no es más que un oportuno disfraz, tan representativo de su espíritu como “República Democrática de Alemania” lo era del espíritu republicano o democrático.

Financiado por AXA (la segunda compañía financiera con más poder económico en el mundo fiat –después de Barclays– y una de las más expuestas a derivados financieros) a través de Blockstream, y apoyado por una campaña propagandística que Joseph Goebbels habría considerado excesivamente sucia, el cryptoleninismo está hoy poniendo a prueba la capacidad de Bitcoin para “reconocer la censura como daño y eludirla” (mediante el consenso Nakamoto), por usar la célebre formulación acuñada por un auténtico cypherpunk.

Blockstream, la cara visible del cryptoleninismo, se propuso dominar Bitcoin –y no Freicoin, digamos– por la misma razón que en su momento Fidel Castro se propuso dominar Cuba y no una isla desierta. Si Castro hubiera extendido una invitación desde una isla desierta a todo aquel que deseara migrar allí para adoptar voluntariamente el comunismo, el resultado habría sido la reducción de su propio estándar de vida a la mera subsistencia en soledad. Un destino equivalente al de Freicoin, aquel proyecto que introdujo en el mundo de las criptomonedas la brillante idea de la erosión programada del poder adquisitivo (para forzar a la gente a usar sus freicoins), y que lleva unos cuantos años agonizando en el basurero de las altcoins aberrantes. No es de extrañar que semejante burrada haya sido concebida por individuos que más adelante serían contratados por Blockstream.

El analfabetismo económico ha mantenido a los cryptoleninistas mayormente al margen de Bitcoin como inversión, pues les ha impedido entender por qué Bitcoin tuvo éxito allí donde Freicoin fracasó. Pero no les ha impedido ponerse al servicio de una organización dictatorial y parasitaria con el fin de extraer por la fuerza el valor que de otro modo no supieron obtener de Bitcoin.

Al igual que otros dirigentes de movimientos totalitarios, los cryptoleninistas no nos invitan a unirnos a su proyecto. Por el contrario, buscan imponerlo a una sociedad ya establecida y lo suficientemente funcional como para haber acumulado esa riqueza que aspiran a saquear. Bien saben que nadie en sus cabales adoptará su sistema de buen grado –aunque probablemente lo sepan más por experiencia que por haber comprendido los motivos de tan obstinado rechazo–.

Puedes ser un excelente y exitoso programador e ignorar los principios más elementales de la economía. Puedes ser un excelente y exitoso programador y –mientras tu conciencia no te lo reproche– trabajar para Kim Jong Un. ¿Por qué no? ¿Acaso necesitas entender conceptos tales como «mercado» o «incentivo económico» si el que paga tu salario es Kim AXA? No: basta con seguir las instrucciones del líder supremo y jamás cuestionarlo. Y si alguien sugiere que tus actos podrían verse influenciados por un obvio conflicto de intereses, basta con tacharlo de paranoico o bien acusarlo de ignorar la complicada ingeniería social que garantiza el éxito del proyecto cryptoleninista.

El asalto de los cryptoleninistas es lo único que está manteniendo el precio del bitcoin en los niveles actuales, así que puedes agradecerles a ellos la oportunidad de adquirir bicoins por debajo de 10.000 dólares. Imagina si pudieras adquirir una propiedad en Pionyang con la certeza de que el régimen de Kim Jong Un caerá pronto y será reemplazado por un gobierno decidido a importar el modelo económico de Singapur. No muy distinta es la situación en la que te encuentras.

Pero solo puedes considerarte afortunado si eres capaz de aprovechar esta oportunidad, y no podrás aprovecharla si te dejas llevar por el canto de sirena de la planificación centralizada –por las promesas de un cryptoparaíso independiente de las fuerzas del mercado–. No puedes darte el lujo de ignorar las contradicciones de los cryptoleninistas, ni sus velados intereses. Caso contrario, verás malas señales allí donde hay buenas (como la resistencia de los mineros al asalto de Blockstream / Core), y viceversa.