En abril de 2009, Satoshi Nakamoto puntualizó cómo sería la transición de la minería incentivada por la creación de nuevas monedas a la minería incentivada principalmente por tarifas:
La tarifa fijada por el mercado sería mínima. Si un nodo requiriera una tarifa más alta, ese nodo estaría renunciando a todas las transacciones con tarifas más bajas. Podría aceptar más volumen y probablemente ganar más dinero procesando tantas transacciones como le fuera posible. La transición, sin embargo, no está controlada por algún ser humano a cargo del sistema, sino solo por individuos que reaccionan autónomamente a las fuerzas del mercado.
La solución propuesta por Satoshi al problema del incentivo de los nodos mineros es tan lógica, natural y elegante como incomprensible para los analfabetos en cuestiones económicas. Los demás –quienes estén familiarizados con el funcionamiento básico de los procesos de mercado y, en general, quienes sean permeables al sentido común– comprenderán por qué es exacto decir que, en rigor, Bitcoin Cash no nació en 2017 sino en 2009.
El abominable y embarazosamente intrincado engendro de Core ni siquiera puede ser considerado una desviación del diseño original; es, más precisamente, la forma que adoptó la resistencia declarada al proyecto de Satoshi Nakamoto. Los Blockstream boys bombardearon la ruta que Bitcoin transitaba para obligarlo a detenerse, luego desalojaron del repositorio original a los partidarios del libre mercado y, una vez al mando del “cliente de referencia”, dirigieron el proyecto exactamente en el sentido opuesto al establecido por Satoshi Nakamoto en el whitepaper, arrastrando consigo los jirones de una economía que jamás habría tenido lugar sin el fanático empecinamiento –sin la sangre, el sudor y la fortuna– de los pioneros.
Si has presenciado impotente la destrucción de la obra de Satoshi Nakamoto a manos de los cryptoleninistas –su empeño en inutilizarla y empujarla hacia el abismo en cuyo fondo se amontonan los fracasos del socialismo–, te alegrará saber que el fenómeno Blockstream / Core tiene solución en Bitcoinlandia. Pero de eso hablaremos luego; veamos primero cuál es el fondo del problema, con la ayuda de Nassim Taleb:
El negocio de la intervención
Las personas que siempre han operado sin poner su propia carne en juego (o sin poner su propia carne en el juego correcto) buscan lo complicado, lo centralizado, y evitan lo simple como la plaga. Los que sí tienen algo propio en juego, por otro lado, tienen los instintos opuestos; buscan siempre la heurística más simple.
Las personas que son criadas, seleccionadas y compensadas para encontrar soluciones complicadas no tienen un incentivo para implementar soluciones simples.
(…)
Muchos problemas en la sociedad provienen del intervencionismo de personas que venden soluciones complicadas porque eso es lo que su posición y capacitación los predispone a hacer. Alguien en tal posición no obtendrá absolutamente ninguna ganancia proponiendo algo simple, porque se lo recompensa por la percepción, no por los resultados. Y no paga ningún precio por los efectos secundarios que crecen de forma no lineal con tales complicaciones.
Cuesta creer que Taleb no está hablando aquí específicamente de los Blockstream boys. Pretender que cada usuario de Bitcoin mantenga un nodo completo para favorecer la “descentralización” de Bitcoin tiene tanto sentido como pretender que cada hogar tenga su propio pozo de petróleo para favorecer la “descentralización” del mercado del petróleo. En ambos casos, el inevitable resultado será el sacrificio del grueso de la actividad económica en el altar del igualitarismo (un usuario = un nodo; un hogar = un pozo petrolero); es decir, miseria para todos excepto para las compañías –designadas por el Potitburó– a cargo de tales proyectos, que obtendrán pingües ganancias independientemente de los resultados.
Desde aquí me permito sugerir una alternativa radical que indudablemente no será del agrado de los cryptopolíticos: propiedad privada y libre comercio. Llamémosla “propuesta Nakamoto”. En lugar de aguardar las resoluciones de un comité encargado de la planificación central de la economía, que cada uno atienda a sus ventajas competitivas para elegir en qué especializarse; que cada uno invierta su tiempo y recursos en aquello que juzga adecuado para sus propios fines; que cada uno decida con quién asociarse, y de qué manera, para aprovechar su potencial productivo; que cada uno pague por el bien o servicio que le resulte más útil en el momento en que lo precise.
¿Pero cómo lograr que un Blockstream boy entienda la superioridad de la división del trabajo en un mercado libre? ¡Olvídalo! Mientras su salario dependa de no entenderlo, podrás contar con su reacción alérgica –o su indiferencia, en el mejor de los casos– ante todo concepto fundamental del pensamiento económico. Ten cuidado entonces al tratar con él, porque el contacto con cualquiera de estas nociones podría provocarle una severa reacción anafiláctica: división del trabajo, sistemas complejos, orden extenso, fenómenos emergentes, función de los precios, efectos de las cuotas de producción, bienes sustitutivos, economía de escala, costo de oportunidad, liquidez, valor, relación entre valor y utilidad, relación entre medio de intercambio y refugio de valor, etc.
El problema con la ideología cryptoleninista es que en sus extremos se confunden la ignorancia, la corrupción, el delirio y la estupidez, de forma tal que uno ya no sabe muy bien a qué atribuir los disparates cometidos por sus representantes. En cualquier caso, las consecuencias de semejante cóctel no pueden ser eludidas indefinidamente. De hecho, hace tiempo que han empezado a desplegarse.
A pesar de haberse beneficiado de la infraestructura legada por los pioneros (hoy todos expulsados, vilipendiados y saboteados), la inercia ligada al ticker de la cotización (BTC), los foros (comprados), el repositorio (ocupado por la fuerza), y los negocios que solían aceptar Bitcoin, los Blockstream boys se las ingeniaron para convertir a Bitcoin Core en la única criptomoneda que solo funciona mientras nadie la esté usando.
Un Bitcoin discapacitado no representa una amenaza para los amos del dinero fiat. Eso explica por qué los ataques dirigidos a Bitcoin (pre-fork) por parte de la alianza entre el cártel bancario, los gobiernos y los medios masivos de comunicación cesaron cuando los Blockstream boys le declararon la guerra a Bitcoin como “peer-to-peer cash”.
Pero los Blockstream boys están empezando a descubrir que Bitcoin no tiene un centro. Ni bien ellos, con todo el apoyo de la vieja aristocracia financiera, se apoderaron de Bitcoin Core, los partidarios de la separación entre Moneda y Estado activaron el único mecanismo de defensa que mantiene a raya las ambiciones totalitarias dentro de Bitcoinlandia: fieles a la visión de Satoshi Nakamoto, y sin permiso mediante, lanzaron en agosto de 2017 un fork basado en su célebre whitepaper. Rescataron así la cadena original, para que siguiera prolongándose en dirección a su destino manifiesto.
Me atrevo a vaticinar que los historiadores hablarán por siglos de esta proeza.