Bitcoin Cash es una forma de dinero en efectivo –“cash”, “metálico”– digital, apolítico y blindado contra la inflación, cuya existencia debemos a la implementación de un modelo tan simple como elegante, de eficacia empíricamente demostrada durante ya casi una década. Es, a fin de cuentas, el mismo Bitcoin que antes de la invasión de Blockstream nos permitía enviar cualquier cantidad de dinero a cualquier persona de manera directa, instantánea, segura e irreversible por el equivalente a una fracción de centavo de dólar.
Comparemos eso con la alternativa que propone la gente de Core: Lightning Network (LN). A diferencia de Bitcoin, que funcionó desde el día uno según las especificaciones del whitepaper de Satoshi Nakamoto, LN nunca funcionó, ni funciona, ni puede funcionar –no al menos de manera descentralizada y libre de intermediarios–, lo que no ha impedido que sus promotores consideren justificado hipotecar el futuro de Bitcoin (Core) para apostarlo todo a este nuevo sistema.
Tras años de desarrollo sufragado por las instituciones financieras más poderosas del planeta, no cabe esperar que los cryptoleninistas admitan el fracaso de su “hoja de ruta”. Sería como esperar que en su próximo discurso Maduro tome el micrófono y diga “¡Ejem!… Todo esto ha sido un error lamentable. Pido disculpas a los damnificados y prometo, a partir de ahora, respetar el derecho de propiedad de cada venezolano”.
No lo harán: seguirán culpando de todos sus males a tal o cual chivo expiatorio; seguirán colocando parche sobre parche e introduciendo modificaciones que complejizarán cada vez más esta ya de por sí extraordinariamente intrincada y completamente inútil máquina de Rube Goldberg que han llamado Lightning Network; seguirán provocando toda clase de efectos secundarios impredecibles y multiplicando los vectores de ataque dentro del sistema, sin mejorar ninguno de los aspectos que interesan a los usuarios.
Por lo tanto, serán los usuarios, no los promotores de LN (cuyos salarios dependen de mantener viva la ilusión de los idiotas útiles), quienes se verán forzados a buscar la salida de este callejón siguiendo la hoja de ruta trazada por Satoshi Nakamoto.
Aunque los paralelos entre el modelo de Blockstream / Core y el modelo geocéntrico de Ptolomeo ameritan un extenso estudio comparativo, lo que en realidad nos interesa destacar es la semejanza entre la actitud del poder teocrático frente al modelo heliocéntrico de Copérnico / Galileo –los esfuerzos destinados a desacreditarlo a pesar de su irrebatible superioridad con respecto al de Ptolomeo– y la actitud del cártel bancario (representado por Blockstream / Core) frente al modelo de Satoshi Nakamoto.
Aquí no está en cuestión el mérito del gran Ptolomeo: él concibió un modelo de alto poder predictivo unos catorce siglos antes de que cualquier teoría rival fuera lo suficientemente robusta como para desafiar sus ideas fundamentales. Lo que hizo Ptolomeo, tanto como lo que hicieron luego los estudiosos de su obra para tratar de salvar su modelo, es digno de encomio, o al menos lo fue durante el período en que no hubo competencia seria por parte de teorías alternativas.
Lo que la gente de Core está haciendo, en cambio, es el equivalente a rehabilitar la teoría ptolemaica una vez demostrado hasta el cansancio que la copernicana, ya refinada y magistralmente defendida por Galileo, es la correcta. Y esto no lo explica una diferencia de opinión en asuntos técnicos que pueda limarse en una discusión abierta, sino una motivación estrictamente política.
Para ocultar el evidente fracaso de su modelo (un usuario = un nodo, en una red mallada cuya integridad depende del altruismo de los participantes alentado por un concilio de programadores, y cuyo funcionamiento requiere “segundas –¡y terceras!– capas”), los Blockstream boys no tienen más remedio que apelar a las mismas tácticas que empleó la Inquisición contra Galileo. En los dominios de Blockstream / Core, se considera herejía tan solo atreverse a contemplar la idea de que Bitcoin podría ser eso que Satoshi Nakamoto describió en su whitepaper.
Pero el problema de fondo no es que Lightning Network es un sistema inútil en la práctica e inconsistente en la teoría, sino que se ha implementado de tal forma que, una vez dentro de Core, no podrás optar por no usarlo. Aun si algún día llegara a funcionar tal como hace años vienen prometiendo los Blockstream boys que funcionará, sería en todo sentido mucho peor que un simple banco de bitcoins de los que mantienen el control de tus claves privadas, como por ejemplo Coinbase. Al fin y al cabo, no estamos obligados a usar Coinbase, pero en el futuro glorioso que imaginan los cryptoleninistas sí estaríamos obligados a usar exclusivamente Lightining Network –salvo quienes tengan la posibilidad de pagar una tarifa equivalente a unos mil dólares por cada transacción en la cadena de bloques, y estén dispuestos a hacerlo–.
En otras palabras, en el paraíso cryptoleninista tendrás que renunciar a tus claves privadas (es decir, a la posesión de tus bitcons), o bien…
♦ Instalar y configurar el Daemon de Lightning Network o bien instalar un monedero compatible.
♦ Asgurarte de tomar las mismas medidas de seguridad que requiere una hot wallet conectada las 24 hs del día, todos los días. (Recuerda que para recibir dinero tendrás que estar online).
♦ Contratar un servicio de “torre de vigilancia” para monitorear tus canales de pagos las 24 hs. Esto es algo previsto y recomendado por los mismos creadores del sistema.
♦ Registrar una transacción en la cadena de bloques (por unos mil dólares, si los Blockstream boys se salen con la suya) para cargar tu monedero.
♦ Crear un canal de pagos.
♦ Registrar otra transacción en la cadena de bloques (otros mil dólares) para proveer fondos al canal de pagos.
♦ Rezar para que el enrutamiento funcione, que los supernodos necesarios para proveer liquidez a la red no te pidan una muestra de sangre antes de autorizarte a efectuar un pago, que se apiaden de ti cobrándote tarifas accesibles, y que tus pagos lleguen a destino.
♦ Eventualmente, registrar una nueva transacción en la cadena de bloques (mil dólares más) para cerrar el canal.
Lo tragicómico del caso es que estamos describiendo un escenario ideal, en el que LN resulta ser mágicamente inmune a los innumerables ataques posibles que ya han sido postulados. En el “mejor” de los casos (adopción masiva de LN por parte de usuarios expulsados de la cadena de bloques y forzados a contratar intermediarios financieros), las tarifas que cobren los supernodos Lightning no serán percibidas por los mineros, por lo que el éxito creciente de LN tendería a debilitar progresivamente la seguridad de la cadena de bloques.
Pero no hay por qué preocuparse, dirán los cryptoleninistas: para resolver el problema del desfinanciamiento de la minería, lo que necesitamos es que los tres miembros del comité de Blockstream / Core se reúnan y determinen quiénes son los mineros que merecen un subsidio especial, así como la cantidad de bitcoins que corresponde adjudicarles. O quizás decidan eliminar directamente la minería y encargarse ellos mismos de la emisión monetaria. ¿Por qué no? Todo sea por la descentralización…
El modelo de Blockstream / Core tiene en su centro un pequeño grupo de tecnócratas siempre dispuestos a intervenir para mitigar las consecuencias no deseadas de sus previas intervenciones. Al igual que el modelo de Ptolomeo en plena Inquisición, requiere cada vez más parches, más censura, más propaganda, más amenazas y más ataques a opositores y escépticos para seguir manteniendo la apariencia de validez.
El modelo de Satoshi, en cambio, pone en el centro los incentivos económicos de los participantes y su interacción voluntaria, y permite el crecimiento espontáneo de la economía a su alrededor.
El tiempo dirá cuál de los dos modelos acabará triunfando: el de Satoshi Nakamoto (división del trabajo y competencia en un mercado libre) o el de Blockstream / Core (igualistarismo radical –un usuario = un nodo– impuesto por el Politburó en una economía centralmente planificada).