Es más difícil conservar una fortuna que ganarla
En una de las entradas de su magnífico blog, James Altucher confesó haber caído en una severa depresión anímica tras dilapidar la fortuna que había ganado en uno de sus primeros emprendimientos. Años después, cuando alguien le preguntó cuál era el mejor consejo que le gustaría haber recibido pero que nadie le había dado, James contestó lo siguiente:
Tengo la suerte de haber ignorado casi todos los consejos que me han dado. SIN EMBARGO, en los 90 me habría resultado muy provechoso que alguien me sentara y me dijera exactamente esto:
En realidad eres un idiota. Que estés ganando dinero no significa que eres inteligente. Así que de ahora en adelante debes hacer exactamente lo que haría un idiota. Oculta tu dinero debajo del colchón; no hagas nada con él; no dejes que nadie lo toque. No creas que eres lo suficientemente inteligente como para duplicarlo. Atesóralo tanto tiempo como sea posible. ¿Sabes por qué? Porque eres un idiota. De nuevo, porque eres tan idiota que debo repetirlo una y otra vez, ¡QUE ESTÉS GANANDO DINERO NO SIGNIFICA QUE ERES INTELIGENTE!
James Altucher tiene razón: es más difícil conservar una fortuna que ganarla, como atestiguan los miles de ganadores de lotería que en cuestión de meses se las ingenian para perder toda su flamante riqueza. Los más ingeniosos entre ellos caen en la ruina financiera casi instantáneamente, gracias a una fenomenal capacidad para acumular deudas impagables. Tarde comprueban estos “afortunados” que una mejora del estándar de vida requiere mantenimiento constante, y por lo tanto una administración racional de los recursos, amén de un nivel de ingresos que solo puede conseguirse mediante un aumento de la productividad o bien un cuidadoso plan de inversiones. En manos insensatas, la riqueza es una maldición.
¿Qué hacer entonces si no eres un inversor profesional y tu actividad productiva no alcanza para mejorar significativamente tu estándar de vida? En primer lugar, no cambiar tu estándar de vida. Créeme, un helicóptero en la terraza no te hará más feliz, y con él llegará una larga serie de complicaciones que hoy eres incapaz de anticipar. Si lo que te mueve a comprar un helicóptero es la idea de impresionar a tus vecinos, reza por que los dioses se apiaden de tu alma y te despojen de toda tu fortuna lo antes posible. Así tendrás la oportunidad de poner en orden tus prioridades antes de empezar a ganar dinero nuevamente.
El buen refugio de valor
Ahora bien, supongamos que tienes un techo sobre tu cabeza, que tu riesgo de morir de inanición o de frío –en ausencia de catástrofes totalmente imprevisibles– es prácticamente nulo, y que eres lo suficientemente sensato como para contentarte con tu actual estándar de vida. Aún así es natural que te preguntes qué hacer con el dinero que no destinas al consumo; cómo conservar su valor en el tiempo para que el día de mañana te sirva de reserva frente a imprevistos y complemento de tus ingresos en años menos productivos.
El consejo que le hubiera gustado recibir a James Altucher (“oculta tu dinero debajo del colchón; no hagas nada con él; no dejes que nadie lo toque”) parece razonable, pero si eres un visitante habitual de este sitio es probable que hayas detectado ya el problema con esa estrategia. También es probable que te hayas hecho alguna vez esta pregunta: ¿cómo saber si un determinado depósito de valor está protegiendo realmente mi poder adquisitivo?
En un contexto de burbuja crediticia como el actual, con los precios de casi todos los activos artificialmente inflados en todo el mundo, identificar un buen refugio de valor no es tarea fácil. Acciones, bonos, inmuebles, obras de arte… todo puede colapsar bajo el peso de una montaña de deuda impagable.
Para encontrar la salida de este laberinto en el que nos han metido los amos del dinero fiat, es preciso tener en mente las cuatro propiedades que debe tener un bien económico capaz de funcionar como buen refugio de valor:
- Liquidez (puede intercambiarse con mínima pérdida de valor por cualquier otro bien, en cualquier momento).
- Cantidad limitada (idealmente por leyes inmutables, físicas o matemáticas).
- Cero riesgo de contraparte.
- Resistencia a la confiscación.
No por casualidad esas propiedades son las mismas que hacen a la buena moneda. A lo largo de la historia, buena moneda y buen refugio de valor han sido prácticamente lo mismo. Antes de la socialización forzosa del sistema monetario, el oro había llegado a ser el refugio de valor por excelencia, no como resultado de un decreto gubernamental sino de manera espontánea, después de haber sido adoptado como medio de intercambio en todas partes. Lo mismo cabe decir del dólar: su alto grado de liquidez y la relativa moderación del Estado emisor precedieron a su amplia aceptación como refugio de valor. El dólar llegó a convertirse en “moneda de reserva” gracias a su utilidad como medio de intercambio, y dejará de serlo cuando las medidas motivadas por el interés cortoplacista del Estado emisor acaben destruyendo sus cualidades monetarias.
Tenemos entonces una primera desventaja del dinero fiat como reserva de valor: inflación arbitraria, que con el tiempo se traduce en depreciación. Otras desventajas del dinero fiat son las que limitan su liquidez, como la burocracia y la transparencia compulsiva –y asimétrica–, fuente de fricción en las transacciones digitales, y las propias de los metales preciosos (transferencias limitadas a cortas distancias) cuando se trata de billetes o monedas.
Criptomonedas como refugio de valor
La creación de Satoshi Nakamoto nos ha permitido, por primera vez en la historia, conservar las ventajas de los metales preciosos (valor independiente del poder coactivo) y del dinero fiat (digital, fácilmente divisible), sin sus respectivas desventajas. Pero en esencia el proceso de monetización es el mismo, y sigue la misma e ineludible secuencia de siempre: primero, adopción en virtud de unas superiores cualidades monetarias (tanto por parte de usuarios aventureros como de especuladores); luego refugio de valor; finalmente, unidad de cuenta.
La criptomoneda que reintroduzca una o varias desventajas propias de las formas de dinero del pasado está condenada a perder la batalla por el trono de moneda universal, así como perdió en su momento la sal frente al oro, y antes el ganado o las puntas de flecha frente a la sal. A nadie en su sano juicio se le ocurre decir hoy que el oro sería mejor moneda si tuviera las propiedades fisicoquímicas de la sal, pero por algún motivo (¡cof, cof! analfabetismo económico ¡cof, cof!) algunos piensan que una criptomoneda es mejor si, como el dinero fiat, puede ser inflada a discreción, o si, como las bananas, se deteriora y pierde valor cuando intentas atesorarla (¡cof, cof! Freicoin ¡cof, cof!), o si, como las piedras rai, resulta casi imposible de transferir para el común de la gente (¡cof, cof! Bitcoin Core ¡cof, cof!).
Hay criptomonedas para todos los gustos, ideologías y niveles intelectuales. ¿Esa es segura pero inflacionaria? Perderá la competencia. ¿Aquella es ”inteligente” pero insegura? Perderá también. ¿Aquella otra es segura pero usarla es un incordio? Perderá. ¿Centralizada? Perderá. ¿Dificulta la privacidad? ¿Pretende imponerse por la fuerza? ¿Está diseñada para perjudicar a los mineros? ¿Tiene tarifas artificialmente elevadas? ¿Establece alguna forma de redistribución a nivel del protocolo? ¿Desestima la importancia del efecto de red? Perderán. Todas. Garantizado. El mercado no perdona, y aquí no hay más juez que el mercado.
Las únicas criptomonedas que sobrevivirán a este baño de sangre serán las que tengan fundamento en actividad económica genuina, y el potencial de reemplazar al dinero fiat en cada vez más mercados.
La «ventaja del pionero» (first-mover advantage) no impedirá que Bitcoin Core (el fork de Bitcoin secuestrado por el cártel bancario) pierda la competencia. Al fin y al cabo se trata de una ventaja, no de un don concedido por los dioses. Caso contrario se llamaría “destino del pionero”.
Bitcoin obtuvo la ventaja del pionero porque antes de la invasión de Blockstream/Core funcionaba como funciona hoy Bitcoin Cash (el fork de Bitcoin que ha rescatado la visión de Satoshi Nakamoto), y porque la gente creía que iba a seguir funcionando así –que iba a seguir siendo seguro, rápido, predecible y accesible, y que los desarrolladores iban a seguir trabajando en su constante optimización–.
Es momento de examinar los diferentes candidatos a refugio de valor, sacar conclusiones y actuar en consecuencia. El ojo del huracán financiero se está moviendo.