A pedido de los lectores, llega la segunda parte del catálogo de personajes que alberga esta jungla llamada Bitcoinlandia. Despedimos así el 2019, deseándoles un feliz y próspero 2020.
El sectario
Confortablemente aclimatado a su pequeña crypto-burbuja informativa, su cerebro solo admite noticias autorizadas expresamente por el líder supremo del grupo al que se ha entregado en cuerpo y alma. Su método para procesar los datos de la realidad es muy simple: lo que no complace al líder supremo es falso, y viceversa: lo que complace al líder supremo es cierto. Cuando un recién llegado, con la inocencia del niño que exclama “¡el rey va desnudo!”, señale aquel gigantesco elefante ubicado en el centro de la habitación (esa realidad tan obvia como tercamente obviada; esa verdad molesta que cada miembro del grupo se esfuerza por ignorar), el sectario negará la existencia de dicho elefante, en especial cuando el animal decida entretenerse pisoteando al impertinente novato hasta convertirlo en una alfombra persa. Frase de cabecera: “All in or GTFO!”.
El familiero
En torno a su criptomoneda predilecta encontró la estructura familiar que le faltó a lo largo de su triste infancia, y ahora se mueve en manada junto a un montón de hermanos putativos que acuden raudos al llamado de cierta figura paterna cada vez que algún evento requiere su presencia. Cuando el deber lo llame, defenderá su criptomoneda sin prestar la menor atención a ningún argumento, con la parcialidad de quien defiende su equipo de fútbol o su apellido. De celebración en celebración, de conferencia en conferencia, su vida se consume en una especie de interminable viaje de egresados. Pero lo que digan los disertantes le importa tan poco como lo que haya dicho Satoshi Nakamoto. Por sobre todas las cosas, el familiero valora el calor de hogar que su nueva familia irradia: ese círculo de amor fraternal dentro del cual se refugia de su crónica depresión anímica. Frase de cabecera: “Si te metes con ellos te metes conmigo”.
El tecnófilo autista
Indiferente a las innumerables posibilidades que ha inaugurado la creación de Satoshi Nakamoto, para él Bitcoin es interesante en el mismo sentido en que lo es un Sudoku. Los seres humanos no son más que obstáculos que se interponen entre él y su objeto de interés, el cual se muestra más que dispuesto a desfuncionalizar mediante sus “contribuciones” con tal de alejar a esas irritantes criaturas de carne y hueso. En su opinión, Bitcoin sería mucho mejor si la gente no insistiera en usarlo. Frase de cabecera: “0110111001010001101”.
El eterno arrepentido
Si el precio ha subido desde el momento en que compró sus primeras monedas, se lamentará por no haber comprado más. Si el precio ha bajado, se lamentará porque seguramente ha sido víctima de poderes invisibles que manipulan el precio a su antojo. Eternamente arrepentido por una razón o por la otra, tan desesperado está por salir de su zona de disconfort que se pasa días enteros leyendo las predicciones de los augures del cryptomundo. Lo que nunca se le ha ocurrido leer es el whitepaper de Satoshi Nakamoto. Frase de cabecera: “¿Por qué a mí?”.
El que vuelve de la hibernación
Ayer intentó ingresar al sitio web de Mt Gox. Lejos de poder acceder a su cuenta, se topó con un largo texto escrito en japonés. Las pocas palabras en inglés que logró identificar parecían referirse a una demanda judicial en curso. Esto le resultó sumamente inoportuno, ya que pensaba retirar un par de miles de monedas para comprar un gramo de cocaína en The Silk Road. Frase de cabecera: “Algún día cada bitcoin valdrá más de 100 dólares”.
El obsesionado con el anonimato
Oculta su nombre real a sus vecinos e incluso a sus propios familiares. Nunca sale de su casa sin gafas oscuras, y una vez en la calle vuelve la cabeza a intervalos irregulares para sorprender a quien lo pudiera estar siguiendo. Jamás toca un ordenador que no haya construido él mismo, y antes de llevar a cabo una transacción se prepara durante semanas, dado que sus claves privadas están divididas en cinco fragmentos, los cuales yacen enterrados en búnkers ubicados en los cinco continentes. Tras reconstruir una clave privada –empleando múltiples algoritmos de cifrado sobre un sistema operativo que él mismo ha creado–, borra sus huellas combinando Tor e I2P, y recién entonces considera que es seguro pagar el café. Quizás tenga razón y algún día nos arrepentiremos de habernos mofado de él, pero mientras tanto nos consuela la idea de que su vida es más complicada que la nuestra. Frase de cabecera: “Cuidado con las frases de cabecera: pueden ser usadas para identificarte”.
El reformista recién llegado
Aparece como de la nada, una y otra vez, para decirnos que Bitcoin no puede funcionar tal como fue creado. Totalmente inconsciente de sus propias limitaciones –de su analfabetismo económico, de su incomprensión del sistema y los incentivos en juego–, y totalmente desprovisto de vergüenza, el recién llegado con intenciones reformistas nos pide que confiemos en él, o en la persona en quien él confía, porque si bien todavía no tiene muy claro de qué se trata todo esto, él está 100% seguro de que no funciona ni funcionará. Aparentemente, no nos queda más remedio que saludar sus intervenciones y adaptarnos a sus ideas, no porque sean buenas sino porque son suyas. Frase de cabecera: “Esto es matemáticamente imposible”.