¡Estáfame otra vez, cariño!

Por cada persona que quiere bitcoins porque cree en su valor futuro hay un rebaño de personas que quieren fiat porque creen en las mismas estafas de siempre.

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¿Acaso las personas de tu entorno se caracterizan por tomar buenas decisiones económicas? Se caracterizan por dar prioridad a las mentiras de la moral, a su integración con el rebaño… o a su diferenciación del mismo. La gente está acostumbrada a que le digan lo que tiene que valorar, que es algo que comienza desde que son bebés y se les fuerza sistemáticamente a comer cuando no quieren, para que confundan lo que deben – o no deben – con lo que quieren. Y así lo que quieren en la edad adulta es que otros seres superiores en quienes tampoco confían les sigan empujando la papilla, que es la situación que conocen y en que mejor se manejan – al tiempo que ellos se convierten en los seres superiores de otros.

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I must confess, I still believe…

No se puede extraer un “debe” de un “es”. Donde hay quienes están convencidos del triunfo apoteósico e inminente de Bitcoin, e instan a comprar, ahorrar y trabajar como un cierto deber moral contra el Estado, hay también personas que instan, con mayor fuerza aún, a expandir la estafa que los primeros mantienen mediante su esfuerzo y el capital que de ahí resulta.

No es un panorama muy alentador para el virtuoso, pero la virtud es para quien se la merece, no para irla regalando por ideales ciegos – si se quiere conservar, claro –  y por mantener a sinvergüenzas. No es cierto que ahorrar y trabajar, como nos dice Pierre Rochard en este otro artículo, sea un acto revolucionario – si por “revolución” se entiende aquello que va verdaderamente en contra de tu enemigo. No es difícil ver, y él mismo lo reconoce, que el objetivo del complejo Estado-Banca es precisamente el de apropiarse de la acumulación de capital de la humanidad, lo que acaba desincentivando y erosionando la acumulación de capital. Producir para alimentar parásitos no va a conseguirnos la libertad muy pronto, y el que tanto libertario lo vea al revés tampoco nos da buenas perspectivas de futuro.

Cierto que el feedback positivo de la compra de bitcoins es superior al de cualquier otra moneda por sus mejores cualidades, pero, ¿por qué iba a querer el ciudadano medio comprar bitcoins tanto como para que la criptomoneda alcance el ansiado punto de inflexión en su crecimiento? ¿Desde cuando la gente en una posición de poder más o menos político traiciona inexorablemente a sus semejantes para hacerse con bienes objetivamente buenos? ¿Desde cuándo el común de la gente tiende a preferir lo que es bueno racionalmente a lo que es bueno moralmente?

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Hit me, baby, one more time!

Véase el caso de la Guerra de Secesión en EE UU y el llamado “Rey Algodón”. Lo ilustrativo de esto está en que el algodón era un bien muy preciado en 1860, como lo eran los esclavos; así que el sur tenía valor real, y en eso se apoyó. Por el lado norte, en cambio, la Unión se financiaba a base de imprimir United States Notes, o sea, dinero fiduciario de mala calidad y avalado por las morales y el militarismo puro. Europa y, en particular, Inglaterra, tenían tal dependencia del suministro de los estados esclavistas del sur, que la Confederación creyó que intervendrían de su lado; pero resultó que se abstuvieron y encontraron maneras también políticas de mitigar el daño causado por la falta de suministros. En fin, que poco importó la economía de cara al futuro, y mucho la política y las alianzas.

Efectivamente, el dólar, una moneda mejor que muchas monedas de América, por ejemplo, se infiltra y coexiste con una relativa estabilidad – como hace y hará el bitcoin. Algunos países como Ecuador la asimilan, y otros como Argentina la mantienen en la clandestinidad. Y no hay indicios definitivos de que este sea un ciclo inestable, pues el mercado globalizado se adapta bien, con su creciente productividad y flexibilidad.

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En las colonias de Nueva Francia, también la necesidad de pagar a los soldados originó el dinero de naipes, que sobrevivió durante casi un siglo incluso con la circulación simultánea de monedas de mejor calidad y plata, y con los problemas financieros de Francia. Sobrevivió tanto como medio de pago como refugio de valor.

La tesis de que “el buen dinero desplaza al mal dinero” (la ley the Thier) se consumaba en ámbitos económicos más reducidos, previos a la globalización, internet y el dinero digital; y además también beneficia al dinero fiduciario cuando este es comparativamente “bueno” – como en el fenómeno de dolarización. No es un argumento definitivo, y mucho menos a corto plazo. En un mundo globalizado lo que se dará es el mismo equilibrio relativo entre esta ley y su opuesta (la ley de Gresham) según la cual el mal dinero sigue circulando debido a la ubicuidad de una cierta política monetaria. Este es un punto a tener en cuenta a la hora de estimar la longevidad del dinero estatal en la economía mientras el bitcoin se abre paso, y que ayuda a sentirse mejor cuando el precio no parece levantar cabeza.