Por Eduardo Martínez Narváez
La cotización del bitcoin ha superado ayer su máximo histórico desde que hizo su aparición en el año 2009.
Tras un corto lapso de incertidumbre causado por el cierre del portal “The Silk Road” y la detención de su propietario, Ross Ulbricht, este nuevo récord llegó súbitamente, sorprendiendo a muchos. La teoría de que The Silk Road representaba una fracción significativa de la economía Bitcoin fue rápidamente descartada por el mercado, y desde entonces la confianza en la criptomoneda no ha hecho más que aumentar.
Entre los desencadenantes de este último boom de Bitcoin se cuentan eventos tales como el notable aumento de las operaciones en los sitios de intercambio chinos; el anuncio de que Baidu, el mayor buscador de páginas web de China, había incorporado a Bitcoin como opción de pago para uno de sus servicios; las palabras de John Donahoe, presidente ejecutivo de eBay, ante un entrevistador del influyente periódico Financial Times (“Bitcoin va a ser algo muy poderoso en los próximos años”); la confesión de Michael Novogratz, director del fondo de cobertura Fortress – que administra US$ 54 mil millones – (“He invertido en bitcoins”); el éxito del fideicomiso de inversión en bitcoins de SecondMarket; entre muchos otros.
Sin embargo, para comprender el fenómeno Bitcoin hay que ampliar el foco. Así el precio se desplome transitoriamente, nunca deberíamos perder de vista las razones que motivan – y seguirán motivando – la adopción de Bitcoin:
Descentralización. No existe dependencia de un ente central que se encuentre en manos de una élite capaz de manejar la emisión de moneda a su conveniencia o en base a objetivos particulares. Esta circunstancia elimina de raíz la posibilidad de que se produzca inflación – esto es, aumento artificial en la cantidad de dinero circulante y su indefectible consecuencia: pérdida de la capacidad adquisitiva del dinero.
Universalidad. Bitcoin puede ser utilizado por cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, para realizar cualquier transacción monetaria, independientemente de su magnitud. No hay que ser muy perspicaz para discernir las consecuencias que ello puede tener para el comercio internacional.
Libre intercambio. Al eliminarse la necesidad de intermediarios (bancos, casas de cambio, cajas de conversión, bancos centrales, etc.) se reducen drásticamente la fricción y los costos que hoy dificultan – si no paralizan – la transferencia de valor.
Transferibilidad. La transferencia de valor, resuelta hoy en día entre entidades financieras por medio de apuntes contables electrónicos y la existencia de cámaras de compensación, se ve ampliamente superada en eficiencia por Bitcoin. Cualquier cantidad de bitcoins puede ser enviada en forma directa, fácil e instantánea de una persona a otra, en condición de igualdad (peer to peer o P2P). Esto constituye por sí mismo una revolución en lo que a operaciones financieras se refiere.
Transparencia. La cadena de bloques es como un gran archivo público que se puede consultar libremente para verificar las operaciones denominadas en bitcoins. Esto no ocurre con ningún otro tipo de moneda, sea o no emitida por un Estado.
En conclusión: lo que ha cambiado últimamente NO es la naturaleza de Bitcoin, sino el número de individuos conscientes de sus cualidades. La tendencia que muestra el precio del bitcoin en el largo plazo es expresión de un mercado en trance de convalidar la visión de Satoshi Nakamoto.