Solía pensar que la teoría del valor-trabajo estaba definitivamente enterrada, quizás un par de capas geológicas por encima de la teoría miasmática de la enfermedad o la teoría geocéntrica del universo. Me equivocaba, claro está, como prueba este hilo de comentarios iniciado en Twitter por Derek Magill, donde una cantidad alarmante de adherentes a la teoría del valor-trabajo, entre los cuales abundan los simpatizantes de Bitcoin Core*, se muestran convencidos de que es el trabajo de los mineros lo que otorga valor a las criptomonedas.
Esa misma base teórica sustenta la idea de que Bitcoin obtiene valor económico del sacrificio que miles de jóvenes indigentes hacen a diario para mantener sus inútiles nodos funcionando, o que es necesario mantener las tarifas artificialmente elevadas para que Bitcoin sea un buen refugio de valor. Cuanto más esfuerzo ha sido invertido, mejor, incluso si el resultado es indeseable o directamente destructivo. Siguiendo esta línea de razonamiento, deberíamos concluir que pocas cosas han de ser más valiosas que un bolo fecal.
Como ves, todo esto podría ser muy entretenido si los cryptoleninistas no tuvieran la costumbre de socializar las consecuencias de su analfabetismo económico. Como la tienen, es importante seguir alzando la voz para exponer el absurdo de cada una de sus posiciones. Con la ayuda de Rick Falkvinge, hoy pondremos en evidencia el sinsentido económico de lo que ellos denominan “mercado de tarifas”.
*Bitcoin Core: la versión de Bitcoin que el cártel bancario ha tomado por asalto para introducirse como intermediario financiero.