Casi todos los días alguna persona me pregunta qué va a pasar en Bitcoinlandia. ¿Habrá fork? ¿Seguirá esta “guerra civil de desgaste”? ¿Cómo reaccionará el precio? Invariablemente, mi respuesta resulta insatisfactoria para el interesado: “No sé”. Sin embargo, lo que quiero decir en realidad es que no sé exactamente, con lujo de detalles, lo que va a pasar, o cuándo va a pasar; no quiero decir que no hay nada predecible, sino que toda predicción responsable en este campo no debe incluir fechas, o cotizaciones, y siempre debe ir precedida de un “si” condicional.
El tema de la semana es el acuerdo firmado en “Consensus 2017” para salir del punto muerto en que Blockstream / Core ha dejado a Bitcoin, según el cual Segwit (el invento de AXA para forzarnos a abandonar la cadena de bloques y entrar en sus jardines amurallados) se sumaría a un aumento del tamaño de los bloques a 2MB. ¿Qué implicaría esto?
Empecemos por establecer lo que sí es posible afirmar con un alto grado de certeza.
Por más económicamente relevantes que sean hoy ciertas personas y empresas en Bitcoinlandia, cualquiera de ellas puede dejar de serlo en cualquier momento. Hemos visto caer a tantos mineros gigantes, inversores gigantes, brokers gigantes, exchanges gigantes, proyectos “revolucionarios” gigantes, etc., que la caída de uno más no debería sorprender a ningún bitcoiner veterano. De hecho, si hay algo de lo que no cabe dudar es que tarde o temprano, gracias a las dificultades que ofrece este entorno a quienes pretenden imponer barreras a la competencia, casi todos los gigantes de Bitcoinlandia verán significativamente reducida su influencia.
Por lo dicho, conviene tomar con pinzas lo que sea que firmen quienes hoy tienen –o creen tener– influencia en Bitcoinlandia. Es una lección que ya deberíamos haber aprendido, a casi un año y medio del infame “acuerdo de Hong Kong”, en el que un grupo de autodefinidos y autodesignados líderes de Bitcoin pretendieron imponer su “Hoja de Ruta” para la escalabilidad a espaldas del mercado.
Lo que tal o cual individuo o empresa busca no está necesariamente alineado con lo que sirve al conjunto de los habitantes de Bitcoinlandia; a saber, una buena moneda. De modo que los criptopolíticos pueden reunirse a puertas cerradas durante días enteros, discutir, negociar, y firmar acuerdos en distinguido papel lacrado; lo que nunca podrán hacer es eludir la sentencia del mercado.
A partir de este acuerdo, Bitcoin podría tomar uno de dos caminos. El primero conduciría sin mayores obstáculos hacia su Destino Manifiesto; el segundo no lo sabemos –puede que también, aunque de un modo más tortuoso–. Veamos…
1. Como el acuerdo no parece ser aceptado por los desarrolladores de Core (quienes se oponen al plan de Satoshi Nakamoto para quitar el límite de 1MB), en la práctica su implementación serviría para expulsar a este grupo de ideólogos resentidos y oportunistas que tanto daño le han hecho a Bitcoin. Visto así, no importa tanto el detalle de lo acordado como que se habría dado el primer paso hacia la liberación de Bitcoinlandia. Si bien Bitcoin continuaría limitado innecesariamente, una vez probado que el fork no es más que una simple actualización del software ya nadie podrá argumentar de buena fe que en el futuro este debe ser evitado a toda costa. Tras un breve trámite burocrático, el resultado sería el mismo que el de un fork implementado con el fin de eliminar por completo la planificación central del límite al tamaño de los bloques.
2. ¿Pero qué ocurriría si prevalecieran los intereses de Blockstream / Core? No hay que descartar esta posibilidad; al fin y al cabo Barry Silbert –el principal promotor del acuerdo– es uno de los inversores que han mantenido con vida a Blockstream durante todos estos años, y aún no queda claro si se lamenta o no por ello. Si prevalecieran los intereses de la díada Blockstream / Core, la escalabilidad dentro de la cadena de bloques permanecería artificialmente limitada para beneficio de los intermediarios financieros que sufragan el asalto a Bitcoin. Tendríamos que lidiar entonces con el caballo de Troya (Segwit) que esta organización paraestatal habría logrado introducir en el código.
El problema fundamental de Segwit es que al entregar el poder sobre el destino de Bitcoin a un grupo de desarrolladores en detrimento de los intereses de inversores, usuarios y mineros, tiende a socavar el sistema de incentivos del cual depende la seguridad (y a la larga el propio funcionamiento) de Bitcoin. Pero no hace falta entender esta amenaza oculta para rechazar la imposición de Segwit; hay muchos otros problemas que las víctimas de la propaganda ignoran mientras bailan embriagadas alrededor de este caballo de Troya. Uno de los más obvios es que Segwit permite aumentar el número de transacciones pero no el de usuarios.
Según el modelo de Core, para disfrutar de las supuestas ventajas de la Lightning Network (la red de transacciones montada sobre Bitcoin que Segwit habilitaría) es necesario que la cadena de bloques sea restringida en su capacidad y utilizada exclusivamente para el registro de grandes liquidaciones. Ahora bien, si uno quisiera acceder a la Lightning Network con bitcoins propios, tendría que acceder primero a la cadena de bloques; y con tarifas cada vez más elevadas, la inmensa mayoría de los usuarios no tendrían más opción que abandonar la cadena de bloques (para caer en manos de Blockstream) o bien abandonar Bitcoin.
Bajo el dominio de Blockstream / Core, la presión ejercida por el límite al tamaño de los bloques continuaría en aumento, lo que se pondría de manifiesto de varias maneras:
1. Descontento entre los usuarios de Bitcoin, tanto entre los casuales como entre los que rechazan el modelo experimental, inseguro y centralizado de Blockstream / Core.
2. Hemorragia de inversores y usuarios hacia las altcoins, un proceso que está en curso y que se inició con el secuestro del repositorio fundado por Satoshi Nakamoto.
3. Mineros cada vez más insatisfechos –desde el momento en que el precio del bitcoin ya no compense las pérdidas debidas a la desviación de tarifas hacia las arcas de Blockstream–, y preocupados por el auge de las altcoins –dado que sus equipos solo sirven para minar bitcoins–.
4. Una red cada vez más insegura. Una vez introducido Segwit (no como opción sino a la fuerza y a expensas de la escalabilidad de Bitcoin, como pretende Blockstream / Core), el valor hundido en Bitcoin quedaría desligado de la recompensa que reciben los mineros por su trabajo, y por lo tanto del incentivo para la adecuada protección de la red.
Si la gente de Blockstream / Core se saliera con la suya, se encontraría en una situación paradójica: habría logrado controlar transitoriamente a Bitcoin pero al precio de impedir su crecimiento, lo cual pondría fin a sus sueños de convertirse en los grandes intermediarios de Criptolandia. Cualquier idiota sabe que ahuyentar usuarios, empresarios e inversores no puede ser jamás una estrategia exitosa; solo un astuto venture capitalist puede ser convencido de que ese es el camino al éxito.
Perdidos en su propia nube de contratos inteligentes autoejecutados, organizaciones autónomas descentralizadas y otros entretenimientos de la imaginación futurista, muchos habitantes de Criptolandia olvidan que el 99,99% de los inversores no están interesados en “el potencial de la cadena de bloques” ni en “la internet del valor” ni en las criptomonedas 2, 3, 4 o 5.0 sino en un refugio seguro que los proteja del inevitable colapso del sistema financiero estatal. Es decir, están interesados en una buena moneda, inmune a la depreciación derivada del control centralizado, que pueda ser fácilmente utilizada en cualquier momento y sin penalidades arbitrarias. Si por miedo a los ataques de Blockstream / Core los mineros de Bitcoin que aún mantienen una posición neutral siguen resistiéndose a proveer dicho refugio, la búsqueda del estándar monetario universal continuará por fuera de Bitcoin.
Cuando la mayor parte del poder de cómputo esté bajo el control de mineros conscientes de que la competencia entre criptomonedas existe, conscientes de que Bitcoin no tiene garantizado el efecto de red por decreto de un politburó, conscientes de que sus intereses están reñidos con los intereses de Blockstream, huirán de Core como del virus del Ébola. ¿Lo harán a tiempo, o para entonces Bitcoin se habrá convertido en el “Myspace” de las criptomonedas? ¿Lo harán los mineros actuales, o tendrán que inclinar la balanza nuevos mineros que verán la oportunidad de hacer una fortuna salvando a Bitcoin?
Si me obligaran a arriesgar un vaticinio, diría lo siguiente: las élites financieras del mundo fiat no lograrán destruir a Bitcoin, por más desarrolladores corruptos que sumen a su causa, por más medios de comunicación que compren, por más propaganda, censura, estancamiento, ataques personales y ataques informáticos que financien. Bitcoin resistirá, como ha resistido todos estos años, porque el sistema de incentivos descripto en el white paper de Satoshi Nakamoto (basado en el supuesto de que los mineros se benefician adhiriendo a las reglas que el mercado valora) está diseñado específicamente para castigar a quienes se le oponen.
Predigo que la derrota de Blockstream / Core abrirá las compuertas a la mayor transferencia pacífica de riqueza de toda la historia.