Los enemigos de Bitcoin están empezando a enfrentar la dura realidad; están empezando a descubrir que, aún con el apoyo incondicional de la industria bancaria y con toda la censura que el dinero fiat puede comprar, es imposible dominar a esta preciosa criatura del mercado.
Dentro de la burbuja informativa, la negación se pone de manifiesto en las conjeturas más absurdas: aparentemente, el problema no es que los mineros han evaluado racionalmente y rechazado la propuesta de Blockstream / Core, sino la ceguera cultural que hace a los chinos incapaces de apreciar sus méritos. Esta, la de la incompatibilidad cultural, es la última teoría aprobada por los censores para explicar el fracaso de Blockstream, y la “solución” que planean los empleados de esta organización, por supuesto (si conoces sus habituales tácticas ya lo habrás adivinado), es un nuevo cónclave a espaldas del mercado.
Ni siquiera las afirmaciones más claras y directas de los grandes mineros chinos han podido, hasta ahora, derribar las ilusiones que aún abrigan los idiotas útiles de Blockstream. Esto se debe, en parte, a que toda referencia a la verdad, por indirecta que sea, es instantáneamente removida por los censores en los medios controlados por los amos del dinero fiat; en parte se debe a la instintiva genuflexión que suscita en los cobardes la amenaza de ostracismo por parte de las figuras autoritarias que han secuestrado el cliente fundado por Satoshi Nakamoto; y en parte se debe al analfabetismo económico imperante entre los partidarios de la planificación central del tamaño de los bloques.
En los dominios de Blockstream todo vale con tal de no admitir la derrota frente a la implacable determinación del mercado. Sin embargo, ya es posible detectar algunos signos de que la negación ha empezando a ceder ante la depresión anímica. Ya se los puede ver, a esos tiranuelos que hasta fechas recientes anticipaban el inminente sometimiento de la mayoría económica, lamentándose por todo el trabajo hecho en vano (léase: por la pésima asignación de recursos –un mal inherente a la planificación centralizada que se ha volteado para morderlos–); ya se los puede ver preguntándose, desconcertados, cómo es posible que los mineros no acepten de buen grado el software de Core (léase: cómo es posible que no sacrifiquen su negocio en el altar de Blockstream), o por qué Bitcoin Unlimited (léase: el software que defiende la visión de Satoshi Nakamoto) sigue ganando adeptos y poder de cómputo –a pesar de la formidable campaña en contra financiada por Blockstream–, o por qué la gente afuera de la burbuja informativa les ha perdido el respeto.
Ahora que la caída de Blockstream se aproxima, nos queda eludir los últimos coletazos de este siniestro parásito que Bitcoin ha contraído. Habrá que contrarrestar la propaganda en su versión más agresiva (“Bitcoin no es escalable”, “el fork es la muerte de Bitcoin”, “no se puede confiar en el mercado”, “Blockstream o el caos”); habrá que prepararse para el recrudecimiento de las campañas de miedo e incertidumbre, así como la difamación y los ataques informáticos dirigidos contra cualquier alternativa a Blockstream / Core.
Defender a Bitcoin de sus enemigos no debe impedirnos disfrutar del espectáculo que nos ofrecen ellos gratuitamente cuando se entregan a la desesperación y, finalmente, a la autodestrucción, pero no podemos ser solo espectadores de estos acontecimientos; para ganar la batalla con el menor quebranto posible tenemos que apoyar las alternativas a Core –mantener nodos de Bitcoin Unlimited o Classic, apuntar nuestro poder de cómputo a pools de Bitcoin Unlimited o Classic– y ayudar a difundir las razones por las que Bitcoin ha funcionado y funciona –en otras palabras, las razones por las que Bitcoin existe–.
Así como la Constitución no garantiza, de por sí, que los derechos proclamados en ella no sean violados, el software de Bitcoin, de por sí, no garantiza que la propiedad de los dueños de bitcoins no sea violada (que nunca se emitirán más de 21 millones de unidades, o que nunca se admitirá el doble gasto). Las palabras escritas en ese documento que llamamos Constitución no están imbuidas de un poder mágico que protege nuestras vidas y propiedades. Asimismo, los comandos que se suceden en el código de una implementación de Bitcoin no tienen la capacidad de servir a nuestros intereses. Somos nosotros (inversores, mineros, empresarios, usuarios) los que, al abrazar o rechazar cierto código, damos vida a las reglas que nos protegen de la arbitrariedad que es norma en el mundo fiat.
Los empleados de Blockstream ignoran la trascendencia del único aporte verdaderamente revolucionario de Satoshi Nakamoto: el “consenso Nakamoto” –gracias al cual el mercado siempre tendrá la posibilidad de expresarse–. Si el futuro de Bitcoin dependiera de la habilidad política de un grupo de dirigentes, el sistema de consenso descentralizado creado por Nakamoto no sería necesario; habría bastado con fundar una casta de tecnócratas y confiar a sus miembros y a sus discípulos la defensa de las propiedades monetarias de Bitcoin de aquí a la eternidad. Pero el mismísimo propósito del consenso Nakamoto es impedir que un grupo de intereses especiales decida el destino de Bitcoin, y lo consigue manteniendo naturalmente alineados los incentivos de todos los agentes que participan en el mercado.
Si crees que devolverle la cordura al mundo financiero tras el inevitable colapso del “Estado benefactor” es el Destino Manifiesto de Bitcoin, únete a nosotros en la trinchera. No te conformes con ser un mero espectador. El asalto a Bitcoin es un asalto al futuro de la civilización –a tu futuro, al futuro de de tus hijos–. Nada menos que eso es lo que está en juego.