Por Oleg Andreev
Traducido al español por majamalu
Todos sabemos que la variedad y la competencia son cosas buenas. Sin embargo, todos queremos una moneda única y universal. Puede que esto no sea obvio para mucha gente, así que paso a explicar.
Por un lado, la moneda es un activo más, y como tal puede producirse, comprarse, venderse o acumularse. Por otro lado, la moneda es un medio de intercambio. Los créditos de iTunes pueden ser intercambiados por canciones en iTunes, por lo que cabe afirmar que, en alguna medida, son moneda. Pero los dólares son una mejor forma de moneda, porque con ellos pueden adquirirse todas esas canciones más una miríada de otras cosas. Por lo tanto, la gente tiende a mantener los ahorros en dólares, no en créditos de iTunes.
Durante una gran parte de la historia de la humanidad se utilizaron como moneda dos metales: el oro y la plata. No eran perfectos, pero llegaron a ser universalmente aceptados y reconocidos gracias a sus cualidades. Tanto el oro como la plata son duraderos, fáciles de identificar, fáciles de dividir y de fundir, lo suficientemente densos como para ser almacenados y trasladados a un bajo coste, y muy difíciles de obtener en la naturaleza (lo que asegura una baja inflación de la masa monetaria). Otras cosas eran fáciles de producir, o no eran durables, o eran escasamente divisibles, o no eran homogéneas, etc.
¿Por qué el oro no desplazó a la plata o viceversa? Porque ambos tenían funciones irreemplazables en su momento. Dos mercados globales paralelos aprovechaban las propiedades físicas de estos metales: uno para compras pequeñas basado en la plata, en el cual el oro resultaba poco práctico o bien imposible de manejar, y otro para grandes compras basado en el oro, en el cual la plata resultaba problemática pues requería el traslado de más peso y volumen.
Por supuesto, el oro y la plata eran instrumentos bastante limitados. Es por eso que se inventó la banca. Un banco era simplemente un almacén de metales preciosos. Le dabas oro y te daba un recibo. Si el banco tenía una buena reputación y conexiones con otros bancos en el mundo, permitía la transferencia de esos recibos con cualquier valor nominal a cualquier parte y a precios bastante económicos. Este sistema obligaba a los bancos a ganarse la confianza de sus clientes.
Las monedas privadas eran simplemente recibos de oro o plata. Sin el metal, esos pedazos de papel no tenían ningún valor.
Pero los tiempos han cambiado. Después de varios grandes desastres económicos creados por los gobiernos de Rusia, Europa y Estados Unidos en el inicio del siglo XX, ahora tenemos dinero emitido por el Estado en casi todos los países, con una «pequeña» diferencia: este dinero no puede ser canjeado por metales preciosos. La gente usa el dinero estatal inconvertible porque los distintos controles y regulaciones hacen casi imposible el uso de oro, plata o certificados de metales preciosos en las transacciones diarias, y porque los bancos ya no son aquellos intermediarios necesarios a los que se acudía voluntariamente sino que han quedado reducidos a meros ejecutores de mandatos gubernamentales.
Ahora bien, si es necesario que el Estado apele a la violencia para limitar severamente la utilización del oro, la plata, los recibos de metales preciosos y las monedas extranjeras, es evidente que la demanda de estos instrumentos existe. Porque si no hubiera demanda, ningún gobierno se preocuparía por imponer ese tipo de restricciones.
Llegan las criptomonedas…
Criptomoneda es un nombre de fantasía para Bitcoin y sus muchos clones basados en el mismo código fuente. Bitcoin es muy diferente al omnipresente dinero estatal, a los «créditos» limitados a aplicaciones específicas (como los que se usan en los juegos multijugador) o al oro y la plata. Es absolutamente digital, no hay una entidad que lo controle, y su almacenamiento y traslado es muy barato, tanto para cantidades enormes de dinero (equivalentes a millones de dólares de hoy en día) como para mínimas fracciones de un centavo.
¿Y qué pasa con los clones de Bitcoin?
Económicamente, todos los clones de Bitcoin (altcoins) tienen el mismo problema: su mercado es mucho más pequeño, y no son técnicamente superiores a Bitcoin. Cuando la gente decide cuál instrumento usar como moneda, tiende a elegir al que tiene el mercado más grande. Aquí no tiene sentido la «diversificación» en el largo plazo. Si Bitcoin falla por alguna razón, todos sus clones caerán automáticamente por la misma razón. Si Bitcoin sigue funcionando bien, ningún clon podrá competir en poder adquisitivo. Esto no quiere decir que no habrá mercado para las altcoins. Uno puede guardar algunas botellas de plástico vacías con la intención de venderlas en el futuro, pero con esas botellas sólo podrá obtener efectivo, mientras que el efectivo permite obtener cualquier cosa.
Al final, está claro que queremos una moneda única para ser capaces de vender cualquier cosa y comprar cualquier cosa. Todos queremos que su almacenamiento, traslado y verificación sea barato y seguro, y en lo posible que no requiera confianza en intermediarios.
Hoy nos encontramos con una gran cantidad de barreras artificiales en la esfera monetaria, lo que provoca una demanda artificial de diversas monedas locales. El uso del oro está siendo restringido y gravado. Los comerciantes suelen tener prohibido publicar precios en moneda extranjera. Las leyes de curso forzoso nos obligan a aceptar la moneda emitida por el gobierno como pago por deudas. Infinidad de regulaciones y licencias limitan la variedad y la calidad de las monedas privadas y los sustitutos monetarios. Pero todos estos obstáculos demuestran el deseo casi universal de utilizar un único instrumento tanto para comprar alimentos como para ahorrar para el futuro. Bitcoin nos ofrece un mecanismo para superar todas estas regulaciones y comerciar libremente. Tal vez se convierta en esa entidad única y altamente líquida que tanto deseamos.
Leer texto original, completo, en inglés
Imagen por geralt