“Para nuestros padres – y mayores en general – el mundo moderno prácticamente garantiza que se les acabó la fiesta: el antídoto contra la falsa moral es una multiplicidad de falsas morales; el antídoto contra el prejuicio irracional es más prejuicio irracional.” – Stefan Molyneux (‘¿Qué es verdad? La tiranía de la ilusión’)
El caso de Ecuador es destacable también por ser un ejemplo de lo que pasa cuando una mejor moneda reemplaza a otra peor. La dolarización trajo consigo todo lo bueno: un crecimiento por encima de la media sudamericana, más estabilidad, dramática reducción de la pobreza… ¿De qué manera justificar entonces el monopolio monetario anterior y sus patéticos resultados económicos? ¿De qué manera justificar, ahora que tiene una de verdad, haberle comprado al niño la computadora de goma, que no era el auténtico objeto de sus deseos y preferencias?
Con las mentiras de siempre, claro.
“El gobierno” es tu familia
¿Qué pasa con las familias cuando los hijos crecen, se hace adultos, fuertes e independientes? Pasa lo predecible. Cuando el “amor” es una especie de pago por poder, y el balance de poder se equilibra, ahora los padres deben apelar a la deuda moral. El dinero estatal es deuda, por eso mismo que el “amor” hacia los padres es deuda.
Los padres continúan dominando al hijo adulto gracias a aquellos argumentos, cuya “veracidad” establecieron en aquel largo proceso de anti-maduración de las facultades cognitivas del niño y de su sistema nervioso. La falsedad de la honra a los padres, así arraigada, garantiza una deferencia nominal de por vida; y, en consecuencia, atención y recursos, directa o indirectamente, a cualquiera que se erija como representante de la misma falsedad tras abstracciones como “Dios” o “Nación”. El hecho de que esta moral que te enseñaron sea falsa quiere decir que tú eres fundamentalmente un esclavo material de tus padres, del Estado, o de cualquier otra fantasía depositaria de esta locura compulsiva: dios, partido político, equipo de fútbol, artista… Tú debes “amor” a tus padres y así es que, a todos los efectos, les debes dinero.
La locura es cíclica e infecciosa. Los “padres” de los que habla esta norma no son individuos particulares, sino etiquetas conceptuales. Así, tú puedes convertirte también en “padre” y pasar la deuda vestida de mil colores políticos distintos. Qué mejor forma de saldar deudas establecidas por decreto que establecerse como acreedor por decreto; qué mejor forma de ocultar tu esclavitud que convertirte en amo de otros…
El “Ecuador” del colapso
De modo que la economía ecuatoriana no alcanzará la salud gracias a otra estafa como el sucre ni mucho menos – otra estafa que, como toda estafa, se presenta como benigna pero es de aún mayores proporciones.
¿Qué sucede entonces cuando no es el dólar, sino Bitcoin, quien entra en escena – una moneda que no es deuda, sino un haber valioso y escaso como el oro, y ubicuo como internet? Por medio de ataques especulativos el dinero fiat acabará en la hoguera, consumido por la propia codicia de esta bestia deudora-acreedora. ¿Qué pasa, pues, cuando la sociedad se ve forzada a adoptar un sistema de división de trabajo que pide y recompensa la eficacia y la eficiencia? ¿Qué pasa cuando el dinero se alinea con la virtud, y no con el vicio?
Pasa lo mismo que cuando el hijo, con su computadora de verdad, gana dinero y se convierte en mantenedor de sus padres.
El hijo tiene dos opciones: dar el dinero a gente útil – como pago por bienes y servicios de auténtico valor para él – o dar el dinero a gente inútil que aduce mamarrachadas morales hacia las que él está sensibilizado (“¡la virtud de Ecuador!”, “¡siempre tuvimos buena intención!”, “lo hicimos por tu bien!”…). Con una moneda deflacionaria, se hace muy difícil sucumbir a los pedigüeños; quienes, por su parte, suavizarán sus técnicas de persuasión – como nuestro querido Ecuador y su moneda digital. Al mismo tiempo los padres, culpables, reconocerán su falta de merecimiento, como igual reconocían que su hijo quería una computadora de pequeño y usaron eso para manipularlo.
Bitcoin obligará al mundo político a descender en la misma espiral psicológica en que se deshace un narcisista que se descubre en el espejo, o un tirano que pierde la guerra. El pueblo ya sabe demasiado como para tomar en serio su rabia; ni tampoco ellos se atreven a desencadenarla de manera contundente. Gracias a las hazañas del mercado libre en sus esfuerzos por mantenerse a flote, ahora estos señores tienen mucho más que perder que en el pasado; y se conocen mejor… Así que sólo les queda llorar.
El verdadero final
Reconocer este tipo de faltas es simple, pero duro. Muchos “padres” y autoridades brutales continuarán torturándose mendigando, con la mano extendida hacia los “hijos” y autoridades reales en su nueva posición de poder merecido. Algunos de ellos – pocos quizás – reconocerán sus errores, cambiarán, y se unirán al torrente de felices productores y beneficiarios de una economía virtuosa. A otros los mantendrá la misma caridad que ya se percibe en el mundo Bitcoin, aunque esté todavía en pañales.
El resto simplemente darán pena, se comerán su sopa de nostalgia, y se irán a la tumba con sus uniformes viejos.
Es interesante el caso de Jeffrey Tucker – icono libertario y defensor a ultranza de Bitcoin – que vaticina también el final del leviatán. Jeffrey es católico, que significa creer en ese “Estado” que es Dios, como el resto de “anarquistas” – que se dicen – y libertarios religiosos. ¿Qué sabe esa gente de anarquía y de orden espontáneo cuando no cuestionan el principio de honrar a los padres y la brutal hegemonía que de ahí resulta, ejercida por entes “imaginarios” sobre niños – la madre de toda repugnancia moral? ¿Cuánto tiempo tardaría la Iglesia Católica en desaparecer en un mundo bitcoinizado? ¿Descubrirá la humanidad las mentiras explotadoras de los padres y su expresión adulta, o se transformarán también los estados-naciones en religiones con iglesias y tesoros?
El estado-nación – la última gran mentira de la historia – nunca existió. El estado-nación sólo puede caer, como idea que es, en las mentes de la gente. Toda vez que Bitcoin haya precipitado el colapso de su vena y soporte material, ya sólo quedará vivo ahí donde siempre estuvo, junto con las mentiras de la religión y de la cultura. Por ahí vendrá su verdadero final.