Hemos tenido un millón de predicciones ominosas, hemos oído hasta el cansancio todas las cosas horribles que pueden suceder si Bitcoin sigue expandiéndose. También hemos tenido un flujo interminable de titulares del tipo «Bitcoin está muerto» y «Bitcoin no durará otro año».
¿Y si resulta que los agoreros se equivocan? Lo que me gustaría es tratar de imaginar cómo el mundo podría cambiar, en el mejor de los casos, si Bitcoin se hiciera tan popular como el correo electrónico o las redes sociales y miles de millones de personas lo usaran cotidianamente.
Permíteme intentarlo…
1. Los bancos seguirán el camino de los periódicos.
Los bancos no van a desaparecer, pero se van a ver obligados a ofrecer servicios que añaden valor –como préstamos o intermediación– y perderán su escala actual. Muchos desaparecerán o se dividirán en múltiples entidades. Los más flexibles funcionarán casi exclusivamente en línea y buscarán sus clientes en todo el mundo.
En 2025, los bancos que sobrevivan serán parecidos a los periódicos que han sobrevivido a la revolución de los blogs: nuevo modelo de negocio; foco en la calidad y el reconocimiento de la marca; consciencia permanente de que hay un millón de alternativas listas para comerse su almuerzo si no tratan bien a sus clientes.
2. Los bancos centrales seguirán el camino del Servicio Postal.
Los bancos centrales seguirán existiendo, sus directivos seguirán pensando que son importantes, y seguirán cumpliendo algunas funciones… pero su influencia se reducirá enormemente. Serán casi universalmente ignorados. Como los presidentes de los bancos centrales de los países dolarizados de América Latina, estarán centrados en la supervisión y la prevención del fraude, y no tendrán poder sobre la política monetaria.
En 2025, los bancos centrales todavía serán capaces de mover las tasas de interés e iniciar rondas de «flexibilización cuantitativa«… pero la facilidad con la que los capitales podrán fugarse a un refugio seguro les impedirá utilizar estas herramientas tan libremente como lo hacen ahora, por temor a ver una reacción inmediata en el mercado que neutralice los efectos deseados.
3. Los impuestos se concentrarán en los bienes raíces y en los honorarios por servicios.
A medida que el capital se vuelve más móvil y se hace cada vez más fácil escapar de las jurisdicciones impositivamente hostiles, los gobiernos tenderán a gravar en mayor medida los activos que no se pueden mover (bienes raíces) y los servicios que pueden controlar (como por ejemplo peajes de autopistas). La competencia fiscal aumentará… los países y las ciudades intentarán hacerse atractivas para los inversores y los residentes bajando impuestos y aumentando libertades.
El mundo se parecerá un poco más a Suiza, donde el dinero de los impuestos se cobra y se gasta predominantemente a nivel local (en cada cantón).
4. El continente africano será mucho más rico.
Millones de personas podrán finalmente interactuar directamente con empleadores del mundo desarrollado, y recibir –sin intermediarios, a un costo despreciable– dinero difícil de confiscar a cambio de su trabajo o bien a través de remesas enviadas por familiares. Cualquier persona en África que posea conocimientos técnicos y de inglés u otros idiomas, y que pueda conectarse a Internet, será capaz de competir por empleos y salarios con trabajadores de Estados Unidos y Europa. En 2025, las personas que viven en la extrema pobreza serán menos del 5% de la población mundial.
5. Paz.
Las crecientes dificultades para recaudar impuestos o imprimir dinero para causas impopulares como la guerra implicarán conflictos menos duraderos y menos destructivos. Veremos revueltas fiscales como forma de protesta contra la guerra, con millones de personas negándose a pagar el IVA o el impuesto sobre la renta hasta que el gobierno escuche sus clamores por la paz, y los gobernantes no podrán hacer nada en contra de un movimiento de resistencia pacífica tan masivo.
6. Renacimiento tecnológico.
A medida que la acumulación de capital en el sector de la tecnología crezca y se vea menos sofocada por los impuestos, las regulaciones y los monopolios… la inversión en I+D crecerá e impulsará el avance tecnológico. El crecimiento tecnológico y económico alcanzará tasas exponenciales, vistas por última vez durante la Revolución Industrial o el Renacimiento.