Por Luis Rodríguez (@RodLuis995)
Si preguntas a cualquiera de los ciudadanos de Bitcoinlandia cómo es que se determina el precio del bitcoin y el de otras criptomonedas, probablemente te responderá que es fijado por la oferta y la demanda en el mercado libre. Esta es quizás una de las primeras preguntas que todos se hacen cuando aterrizan en el país de las criptomonedas, y afortunadamente nunca faltará una persona amable que lo aclare. En lo personal, no creo que esa sea una mala respuesta. Sin embargo, también creo que no todo el mundo entiende en profundidad lo que ello implica. A menos que una persona tenga una noción más o menos clara de cómo funciona el sistema de precios y de lo que realmente encierra el concepto de “libre mercado”, es poco probable que pueda comprender quiénes y de qué forma ponen precio al bitcoin.
Como resultado de la influencia socialista a la que día a día somos expuestos a través del sistema “educativo” y los medios masivos de comunicación, y de la falta de interés de muchos en profundizar en temas relacionados con la economía y la política, no es de extrañar que muchos de nosotros tengamos o hayamos tenido ideas erradas sobre el mercado y el Estado. Una de ellas, muy común, es la de que “mercado” es un sinónimo de “los empresarios” o “las élites económicas”, lo que nos hace pensar que nosotros estamos fuera de él, que no tenemos ningún poder en “sus decisiones” y que necesitamos ser protegidos del mismo. De estas ideas derivan conclusiones que nos inclinan a favor de intervenciones estatales como el control de precios, entre otras aberraciones.
Afortunadamente, cuando entramos a Bitcoinlandia nos encontramos con que aquí la realidad es bastante diferente a la que estamos acostumbrados. No porque las comunidades bitcoiners sean inmunes a las ideas erradas –las posiciones suicidas típicas de los defensores del sistema socialista tienen también algunos partidarios en Bitcoinlandia–, sino porque los controles con los que los gobiernos dicen “protegernos del mercado” no tienen aquí el peso que tienen afuera. Si bien los gobiernos tienen el poder de crear normas perjudiciales para el conjunto de los bitcoiners, no pueden garantizar su cumplimiento al carecer de la capacidad de penetrar efectivamente en el ecosistema.
Cuando la gente empieza a internarse en el mundo de Bitcoin, frecuentemente queda impresionada por lo distinto que funcionan el decadente sistema financiero tradicional (donde el poder se concentra en los gobiernos y un sistema bancario corrupto) y la economía Bitcoin (donde el poder es devuelto a los individuos que participan en ella motivados por sus ventajas). En el primero, las regulaciones son cosa del día a día, el intervencionismo ruge, campea a sus anchas y amenaza con que en su ausencia sobrevendría el desorden y el colapso… mientras que la «bitcoinomía» simplemente se sostiene a sí misma sin necesidad de que Papá Estado lo regule todo.
Bitcoin desmiente con su ejemplo de libremercadismo a las hordas de intelectuales estatistas que presagian el caos para todo espacio adonde el gobierno no tenga sus manos metidas, y hace que millones de mentes adoctrinadas se pregunten cómo es posible que este sistema funcione sin una institución central que obligue a otros a obedecer sus designios en materia de “precios oficiales”, o estableciendo “precios justos”, “máximos de ganancia” permitidos, etc.
La naturaleza del mercado y el sistema de precios
Creo que todos en la vida habremos escuchado al menos una vez que “el Estado (o hacienda, o “lo público”) somos (o es de) todos”. Una descarada mentira que solo puede creer quien tenga el cerebro lavado por años de “educación” estatal, o quien todavía no haya tenido la oportunidad de encontrarse con alguien que le ayudase a descubrir lo evidente: que el Estado es una institución por medio de la cual una élite toma decisiones que son impuestas al resto de la sociedad, y que lo estatal (también llamado “lo público”) no es de todos, sino que está en manos de los políticos y sus aliados, y que ellos pueden hacer con ello lo que quieran (siempre que los ciudadanos lo toleremos).
Por otro lado, probablemente pocos hayan escuchado a alguien decir que “el mercado somos todos”, y seguramente muchos rechazarían semejante afirmación si la escucharan. Sin embargo, en este caso la afirmación no es una mentira, puesto que “el mercado” es una expresión usada para referirse a un espacio donde las personas se involucran en intercambios.
Cuando los bitcoiners (y los liberales) decimos que el precio del Bitcoin es fijado por el mercado libre, no nos referimos a que hay una institución o élite decidiendo por todos nosotros, sino a que las personas que participamos en intercambios libres decidimos qué valor le asignamos a esta moneda y negociamos su precio.
Algo muy importante que conviene precisar para entender todo esto, es que valor y precio no son lo mismo. A día de hoy, muchas personas siguen creyendo en la vieja y errónea idea de que el valor es un atributo de las cosas que ya está dado y que hay que descubrir, cuando la verdad es que el valor es siempre subjetivo. Todo “valor” es asignado por los individuos de acuerdo a sus prioridades, prioridades que varían de persona a persona y también, según el momento y las circunstancias, en la mente de cada persona. Los precios, por otro lado, no son más que condiciones que los seres humanos ponemos para ceder algo en un intercambio. Si hay libre acuerdo entre las partes (oferta y demanda), podemos decir que hay un precio de mercado. Y si hay un precio de mercado es precisamente porque en un determinado momento las partes difieren en la valoración del producto comerciado (ejemplo: yo valoro más un lápiz que 10 centavos en mi monedero, en el mismo momento en que mi contraparte valora más 10 centavos que la posesión de ese lápiz).
Una vez que hemos entendido estos puntos fundamentales, llegar a la conclusión lógica por nuestra propia cuenta no es tan difícil. Esa idea de que el precio del bitcoin es “determinado por la relación entre oferta y demanda en el mercado” se hace mucho más clara cuando hemos comprendido que no estamos obligados a valorar algo de una forma en particular y que tampoco estamos en la obligación de aceptar un precio cuando participamos en un intercambio comercial.
El precio de mercado no es un factor que se impone coactivamente sobre la voluntad individual, es un emergente de la interacción entre los ofertantes y los demandantes, de sus valoraciones y lo que esperan recibir a cambio de lo que ofrecen.