Shelling out – Los orígenes del dinero (II)

Shelling out – Los orígenes del dinero II (Ver parte I)

Nuevas teorías sobre los orígenes y la naturaleza del dinero

Fuente: Nick Szabo’s papersTraducido al español por moraluniversal.com

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Imagen por Ann Porteus

Artículos de colección

Los indígenas americanos usaban muchos tipos de dinero además de conchas. También era común que se usaran como medio de intercambio cosas como pieles, dientes y varios otros objetos con cualidades que veremos a continuación. Hace 12.000 años, en lo que hoy es el estado de Washington, los Clovis desarrollaron unas cuchillas de pedernal maravillosamente largas. Su único problema era que se rompían muy fácilmente; no servían para cortar. Las lascas se producían “por puro placer” o por algún otro motivo que no tenía nada que ver con utilizarlas como instrumento cortante. Como se explica más adelante, esta aparente frivolidad probablemente era muy importante para su supervivencia.

Sin embargo, los indígenas americanos no fueron los primeros en construir cuchillas inútiles por motivos artísticos, ni tampoco fueron los inventores del uso de conchas como dinero. No fueron tampoco los europeos los inventores de este medio de intercambio, si bien ellos también, en épocas pasadas, usaron conchas y dientes como dinero – por no decir ganado, oro, plata, armas y tantas otras cosas más. Los asiáticos habían empleado todo eso y hasta hachas de imitación emitidas por los gobiernos, pero ellos también importaron esta práctica – los arqueólogos han encontrado colgantes de conchas que datan de los principios del período Paleolítico, y que bien podrían confundirse con el dinero de los indígenas americanos.

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Cuentas ensartadas de cáscara de huevo de avestruz, Valle del Rift, Kenia, 40.000 A.P. (Cortesía de Stanley Ambrose)

 

En los fines de los ’90, el arqueólogo Stanley Ambrose descubrió, en un abrigo rocoso en el Valle del Rift, Kenia, un tesoro escondido de cuentas hechas de cáscaras de huevo de avestruz, fragmentos de concha y otras piezas. Estos objetos fueron datados utilizando el método argón-­argón (40Ar/39Ar), indicando que tienen al menos 40.000 años de antigüedad. En España también se han encontrado dientes perforados de animales que datan de esta época. De la misma forma, en el Líbano se han encontrado conchas perforadas ubicadas en sitios que datan de los principios del Paleolítico. Recientemente también se han encontrado conchas comunes, en forma de cuentas ensartadas, en la Cueva de Blombos, Sudáfrica, que son incluso más antiguas – del 75.000 A.P.

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Cuentas de conchas del caracol Nassarius kraussianus, ­del tamaño de un guisante­, que vivía en un estuario cercano. Cueva de Blombos, Sudáfrica.

 

Nuestra subespecie moderna había emigrado a Europa, y así por allí aparecen collares de conchas y dientes del 40.000 A.P. en adelante. En Australia aparecen colgantes de conchas y dientes a partir del 40.000 A.P. En todos los casos el trabajo es de gran destreza, lo que indica que la práctica probablemente se originó en un pasado mucho más remoto. El coleccionismo y la decoración provienen muy probablemente de África, la tierra natal original de la subespecie anatómicamente moderna. El coleccionar y hacer collares ha de haber tenido un importante beneficio de selección natural, dado que era muy costoso; la producción de estas conchas requería una gran inversión de tiempo y habilidad, en una era en la que los humanos vivían constantemente al borde de la inanición.

Prácticamente todas las culturas humanas, aun aquellas que no practican una gran cantidad de comercio y que no usan formas más modernas de dinero, crean y disfrutan de las alhajas, y valoran ciertos objetos más por su valor artístico o su cualidad de reliquia familiar que por su utilidad.

Nosotros los humanos coleccionamos colgantes de conchas y otros tipos de joyas por el sólo placer de tenerlas. Para los psicólogos evolutivos, la explicación de que los humanos hacen algo “por puro placer” no es explicación alguna, sino el planteamiento de un problema a resolver: ¿por qué tanta gente disfruta de coleccionar y llevar puestas alhajas? Para el psicólogo evolucionista, esta pregunta se convierte en: ¿qué causó que este placer evolucione?

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Evolución, cooperación y artículos de colección

La psicología evolucionista comienza con un descubrimiento matemático clave de John Maynard Smith. Utilizando modelos de poblaciones de genes que co­evolucionan, Smith propuso la existencia de genes que pueden codificar estrategias, buenas o malas, usadas ante problemas simples (los “juegos” de la teoría de juegos). Smith demostró que estos genes, mediante la competencia por ser propagados en las generaciones futuras, evolucionarán facilitando el desarrollo de estrategias que son Equilibrios Nash a los problemas presentados por la competencia. Estos juegos incluyen el “dilema del prisionero”, un problema muy típico de cooperación, y el juego de la gallina (hawk/dove), un problema muy típico de la agresión y la mitigación de la misma.

Una crítica a la teoría de Smith es que estos juegos estratégicos, si bien se aproximan a los que llevarían a cabo los fenotipos, son de hecho juegos entre genes cuando se considera el último nivel – el nivel de competición a ser propagado. Los genes – no necesariamente los individuos – influencian el comportamiento como si fueran estrictamente racionales (codificando estrategias tan óptimas como sea posible, dentro de los límites de lo que los fenotipos pueden expresar dados los materiales biológicos de los que consisten y su historia evolutiva) y “egoístas” (por usar la metáfora de Richard Dawkins). Las influencias genéticas en el comportamiento son adaptaciones a los problemas sociales que se presentan debido a la competencia entre los genes a través de sus fenotipos. Smith llamó a estos equilibrios Nash “estrategias evolutivamente estables”.

Los “epiciclos” desarrollados a partir de las más antiguas teorías de selección individual, como la selección sexual y la selección de parentesco, se desvanecen dentro de este modelo más general que, al mejor estilo Copernicano, pone a los genes en vez de a los individuos en el centro de la teoría. De allí la metafórica y frecuentemente malentendida frase de Richard Dawkins, “gen egoísta”, para describir la teoría de Smith.