El «culto cargo» de Bitcoin Core
Creer que una moneda inutilizable acabará siendo universalmente aceptada es algo semejante a creer que un avión de paja tiene el poder mágico de atraer los mismos bienes que transportan los aviones de carga.
Creer que una moneda inutilizable acabará siendo universalmente aceptada es algo semejante a creer que un avión de paja tiene el poder mágico de atraer los mismos bienes que transportan los aviones de carga.
Entre las innumerables falacias que dan sustento a la estructura mental del idiota útil 2.0, hay una que se destaca por ser el origen de la mayoría de sus extravíos, a saber: la falacia de los “bienes públicos”.
El problema con las defensas exclusivamente técnicas es que a menudo restringen también actividades legítimas. El único modo de asignar racionalmente los recursos escasos es a través del mecanismo de precios en un mercado realmente libre.
A diferencia de Blockstream, Juicero no ha intentado forzar a la gente a usar su producto, lo que ubica a esta compañía en otro nivel de la escala moral. Sería injusto comparar el fracaso de una invasión con el fracaso de un emprendimiento que pretendía ganarse la voluntad de los consumidores. Dicho esto, el modelo de negocio de las dos compañías es a todas luces igualmente insensato.
Entre los partidarios de Blockstream / Core no solo están los sujetos que han sido contratados específicamente para beneficiar a esta entidad a expensas de Bitcoin; también están los que adhieren genuinamente a la teoría del “Consenso Extremo”, un atavismo heredado de nuestro pasado tribal que ha sido identificado y estudiado por Mengerian. Veamos de qué se trata.
¿De qué hablan los Blockstream boys cuando hablan de consenso? No se refieren, desde luego, al proceso descentralizado ideado por Satoshi Nakamoto para garantizar tanto la evolución de Bitcoin como la inmutabilidad de sus propiedades monetarias. De hecho, el “consenso Blockstream” (“confía en los empleados de Blockstream y cierra la boca”) es exactamente lo opuesto al “consenso Nakamoto” tal como se describe en el white paper.
Cuando se trata de comprender la naturaleza de Bitcoin, una de las fuentes más caudalosas de equívocos es la falsa dicotomía. Esta falacia sutil es la que proporciona una apariencia de validez, por ejemplo, a la conclusión de que la “osificación” (léase: el estancamiento) de Bitcoin puede ser algo deseable.
La DAO («Organización Autónoma Descentralizada» según sus siglas en inglés) no parece ser descentralizada ni autónoma –ni inteligente ni inmutable ni irreversible, al contrario de los que sus apóstoles afirmaban–; parece más bien un contrato común y corriente, pero con una “nota al pie” de mil páginas que solo puede leerse con microscopio electrónico.
El debate por el tamaño del bloque siempre ha sido una disputa «política» o ideológica más que técnica. Otra forma de expresar esto es que Bitcoin, en su nivel más fundamental, es una construcción social. El genio de Satoshi se refleja en el sistema que ha creado: un mecanismo social en el que los incentivos individuales permanecen alineados de tal forma que, en ausencia de una autoridad central, es posible la emergencia de un consenso estable entre las partes.
Benjamin Graham propuso la alegoría del «Sr. Mercado» como una herramienta mental útil para ayudar a los inversores. Del mismo modo, creo que puede ser útil pensar en Bitcoin de esta manera. Si se personificara el mercado de Bitcoin, ¿cuáles serían sus características? ¿Quién es el Sr. Bitcoin? ¿Qué es lo que quiere, y cómo se comporta?