Por Luis Rodríguez (@RodLuis995)
Por lo general, cuando llegamos a Bitcoinlandia, como buenos extranjeros que somos buscamos una forma honrada de ganarse la vida que se ajuste a nuestras posibilidades. Y no es que no hayan oportunidades para nosotros, pero es claro que para poder encontrarlas necesitamos experiencia e información que no tenemos. Esto sin embargo no es ninguna fatalidad; tenemos un mundo de conocimiento que adquirir, y este por lo general podemos obtenerlo gratuitamente.
Es así como llegamos a conocer a nuestro pequeño amigo, el satoshi, la unidad de cuenta cuyo nombre es el más fácil de recordar de entre los que han sido establecidos para otras subdivisiones de Bitcoin. Este muchacho, «tocayo» del creador de la red (Satoshi Nakamoto), vive en el octavo espacio después de la coma.
Nuestros primeros ingresos en Bitcoinlandia los contamos generalmente en satoshis; esto es natural, ya que se nos hace fácil contar cuántos satoshis hemos ganado. A continuación, vamos conociendo nuevas unidades, aprendiendo de cuántos satoshis están compuestas, y paralelamente comenzamos a contar los ceros que existen entre las cantidades que tenemos y 1 Bitcoin y a aprendernos sus nombres.
El satoshi suele ser la mayoría de las veces la unidad en la que se cuentan nuestras ganancias en sitios donde generamos cantidades muy pequeñas; ejemplos de esto pueden ser las faucets (que nos ofrecen unos cuantos satoshis gratuitos cada cierto tiempo, y se financian mediante anuncios publicitarios) y las plataformas de “Pago por Click” (que nos pagan por ver la publicidad que ofrecen), entre otros modelos conocidos. Sin embargo, a medida que vamos aprendiendo otros oficios que podemos desempeñar e inversiones que podemos hacer, y comenzamos a ofrecer productos y servicios en el mercado, crecen nuestras oportunidades, y si bien esto no significa que vayamos a olvidar a nuestro primer amigo, sí implica el uso de otras unidades de cuenta para nuestras operaciones cotidianas.
El satoshi se queda recibiendo nuevos usuarios, mientras nosotros conocemos más de cerca los milibitcoins, centibitcoins y decibitcoins. Una vez hemos llegado a ese punto (gracias a nuestras nuevas oportunidades) nos vemos empujados hacia arriba; el riesgo que podemos tomar es mayor, y la experiencia y conocimiento que hemos adquirido nos lo permite. Hemos sido recompensados por el capitalismo y podemos seguir escalando; ahora bien, ¿tiene sentido pensar que, una vez llegados allí, desde entonces y para siempre nos alejaremos infinitamente del satoshi? Yo sostengo que no.
Es evidente que a medida que crece la adopción, los incentivos para participar, la minería y el número de nodos, la red va ganando valor. Bitcoin está en constante crecimiento; no debemos olvidar que de hecho este es un fenómeno de mercado, y que como moneda dura que es el crecimiento de su valor empuja también su precio a la alza… y amigos míos, el satoshi también crece.
¿A dónde quiero llegar con esto? A que siendo que muchos bitcoiners nos hemos convertido en ahorristas, debemos empezar a familiarizarnos con el hecho de que cuando invertimos en Bitcoin (trátese de tiempo o dinero) hasta el último satoshi poseído vale; el satoshi llegará a ser una unidad de cuenta cotidiana en un futuro, y aunque esto no debe convertirnos hoy en tacaños, sí debemos empezar a cuidarlos. ¿Cuándo se cumplirá esto? Eso no puedo predecirlo; no sabemos qué tan rápido pasará el día de hoy y comenzará el próximo en este sentido, pero las características que hacen de Bitcoin buena moneda (oferta limitada de forma predeterminada, el ritmo con el que la red va distribuyendo las monedas no poseídas aún por nadie, la utilidad de la blockchain que lo sostiene y su creciente uso y aceptación como dinero) sin duda nos señalan que puede ser posible que ese día no esté tan lejos… y nos ayuda a confiar en él.
Es más, yéndome un poco por las ramas, algún día creo que podría ser necesario la aparición de decisatoshis y centisatoshis; ya que si existe la posibilidad técnica de enviar fracciones de esta unidad, esta opción aparecerá cuando se considere estrictamente necesario. Piénsenlo de esta forma: cuando el valor de 1 BTC haya llegado hasta las nubes y esto se vea reflejado en su precio, igual necesitaremos enviar cantidades que consideremos razonables para transacciones de nuestra vida diaria; siempre habrá algo que queramos obtener que sea equivalente a lo que hoy representamos con 0,1 USD, por ejemplo.
Una de las cosas que más me entusiasman es que, examinando el sistema monetario que Bitcoin nos ofrece, encuentro más justicia; nos permite conservar la riqueza que vamos creando con nuestro trabajo, decisiones e ingenio, en vez de diluirla a través de inflación y más inflación. Al contrario de lo que muchos creen, Bitcoin provee a la sociedad en su conjunto de una oportunidad de enriquecer a todos sus participantes por igual; aquí ahorrar significa crecer, lo que nos facilitará no solo satisfacer metas relativas al crecimiento económico sino al desarrollo integral; en resumen, que cada vez más personas sean más ricas, y que los pobres cada vez sean menos pobres.
Estimado lector, tal vez desde ahora pienses un poco más antes de descuidar la llave privada de esa dirección donde almacenaste tus primeros satoshis, o aquellas donde tienes un saldo que consideras relativamente irrisorio. Es posible que (no sabemos cuándo) unos 20.000 de estos lleguen a alcanzar para regalarle un auto a tu nieto.
Así sea como pasatiempo, yo no vería nada mal comenzar a jugar un juego con tus hijos orientado a enseñarles a usar el dinero, del cual surja, entre otras lecciones, la importancia de adoptar la disciplina de no dejar satoshis huérfanos.
Propongo como tradición familiar preparar, para dejar como herencia, un muy bien resguardado registro físico como medio de respaldo de las llaves privadas de los bitcoins poseídos, tanto cuando se trate de cantidades significativas como de lo que puede seguir pareciéndonos parte del juego de ir de faucet en faucet; no sea que nos veamos en unas cuantas décadas como aquellos que se lamentan de haber perdido una dirección con unos 11 USD invertidos en las épocas en las que Bitcoin todavía se estaba formando en el vientre de su madre, y por haber valorado que era una cantidad insignificante en una moneda cuyo uso no estaba aún generalizado, no le dieron mayor importancia; esos mismos que unos años después se enteraron de que podrían haber sido ricos… pero habían perdido la llave de la caja fuerte.