Bitcoin marca el comienzo de una nueva era en la historia de la moneda: la era de la evolución consciente – todo lo anterior quedará en la prehistoria, como el envío de cartas o documentación por correo común; la difusión de música por medio de discos; la lectura de las noticias en periódicos de papel… todas estas prácticas van siendo arrojadas a la prehistoria sin mayores trámites.
Es un proceso inexorable: todo lo que pueda reducirse a bits de información será transformado, replanteado, corregido, adaptado, perfeccionado… a una velocidad inimaginable para las generaciones que nos precedieron. Sin embargo, quienes integran las nuevas generaciones no se sienten privilegiados – internet es parte de su realidad cotidiana. Preguntarles para qué sirve internet es casi como preguntarles para qué sirven los cinco sentidos.
De modo que no hay vuelta atrás. Internet mediante, la mejor moneda posible deja de ser un hallazgo fortuito, y pasa a ser una creación infinitamente perfectible; pasa a ser, en realidad, la mejor moneda concebible.
Una moneda que es fruto del libre mercado siempre será superior a una moneda sometida al monopolio estatal, por la misma razón que un almuerzo en un restaurante siempre será mejor que una ración de comida asignada por un gobierno comunista. Pero una moneda que, además, funciona en base a un software de código abierto, y que dado su carácter descentralizado es resistente a la intervención estatal, no sólo es superior al dinero de curso forzoso; hasta puede decirse que es otra cosa.