La caída de la inversión en la “industria Bitcoin” en el último trimestre del año es una tendencia saludable, en especial porque llega de la mano de un aumento en el precio del bitcoin que llamará a la reflexión a no pocos inversores y emprendedores.
No todas las empresas están destinadas a prosperar, y las que están construidas sobre malas ideas es mejor que no lo hagan; es mejor que se marchiten pronto, antes de convertirse en grandes negocios fallidos que propagan e intensifican el dolor del fracaso.
Ha llegado la hora de poner el caballo delante del carro, tomarse en serio a Bitcoin como moneda y reconocer que la inversión en el commodity (el desvío de dinero fiat hacia el bitcoin como unidad monetaria) es la condición de posibilidad de todos esos emprendimientos –exitosos o no– que tantos recursos emplean y tanto trabajo demandan.
Bitcoin puede funcionar sin una killer app (aplicación «matadora»); pero si Bitcoin falla, todos los negocios que dependen de Bitcoin también fallarán. Al invertir en startups, muchos capitalistas de riesgo apostaron a que una aplicación específica tendría éxito independientemente de la tecnología subyacente, cuando la estrategia correcta hubiera sido apostar a que Bitcoin tendría éxito independientemente de las aplicaciones.
Daniel Krawisz ya lo advertía en uno de sus escritos: “Si hubiera pocos inversores en Bitcoin como moneda, no habría motivos para montar empresas Bitcoin y sería difícil hacer pagos porque habría muy poca liquidez. Las aplicaciones Bitcoin no pueden funcionar sin inversores en Bitcoin como moneda, y cuantos más inversores haya, tanto más útiles se tornarán las aplicaciones”.
Recuerda: los bitcoins son escasos, durables, divisibles, fungibles, imposibles de falsificar, fáciles de transportar y resguardar, y su oferta es decreciente, predeterminada y no manipulable.
Si entiendes las implicancias de una moneda como el bitcoin, entenderás también que la killer app estuvo siempre allí, justo frente a las narices de los inversores.