¡Es el efecto de red, estúpido! (XIII)

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Aclaración: el título de esta entrada hace referencia a la frase del estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, James Carville, luego popularizada como «¡Es la economía, estúpido!«.

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No sabemos exactamente qué hay del otro lado del “Bit Bang”, pero si la Historia sirve de guía es razonable esperar que las cenizas de la pirámide fertilicen el suelo de un orden nuevo. Nuevo, en este caso, no por desconocido –nada más antiguo que el orden espontáneo–, sino por sostenible.

El supremo poder organizador de las instituciones descentralizadas no es algo que esté en discusión –los propios gobiernos acaban siempre reconociéndolo, aunque más no sea implícitamente o a regañadientes–. Lo que está por verse es si el sistema de incentivos que anima tales estructuras tiene hoy lo necesario para extender su influencia con la fatalidad de una mutación exitosa.

Y aquí es donde Bitcoin, el inesperado jinete de la destrucción creativa, entra en escena. Cuando el sustrato de la historia encuentra finalmente su gran catalizador, el tejido de la red vuelve a descubrirse en las grietas de la pirámide. Pero esta vez no habrá manera de esconderlo, y no habrá manera de atacar un punto sin al mismo tiempo fortalecer el conjunto. Los aparentes fracasos de la red seguirán siendo breves lecciones –oportunidades para aprender a adaptarse mejor a un entorno que aún es hostil–. La pirámide, en cambio, no puede darse el lujo de fracasar.

Los guardianes de la pirámide van a luchar contra la descentralización, la desintermediación y la libre asociación mientras el costo de hacerlo sea menor que el costo de permitir que el progreso tenga lugar. Y el costo de permitir que el progreso tenga lugar podría ser, a estas alturas, la desaparición de la pirámide –van a luchar, por lo tanto, como quien lucha por su propia vida–.

Los guardianes de la pirámide saben que es la masa crítica de adherentes lo que sostiene el antiguo orden, por lo que el adoctrinamiento debe ser constantemente reforzado puertas adentro. Para consolidar su adhesión a la pirámide, es necesario que las víctimas amen a sus victimarios, o al menos que teman las alternativas al poder coactivo –aunque tengan estas alternativas frente a sus ojos; aunque todo lo que aprecian sea obtenido por fuera de esa pirámide que, por convicción o miedo al ostracismo, veneran–.

El dominio de seres humanos, a diferencia del dominio de otros animales ganaderos, se logra mediante técnicas de manipulación mental más que física.

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