¡Es el efecto de red, estúpido! (Cuarta parte)

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Ver parte 3

*Aclaración: el título de esta entrada hace referencia a la frase del estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, James Carville, luego popularizada como «¡Es la economía, estúpido!«.

La razón por la cual hoy es posible sacar tanto provecho del dinero fiat  –a pesar de tratarse de un producto de pésima calidad y de ser incompatible con una humanidad interconectada– es que este ofrece una unidad de cuenta que millones de seres humanos comparten. Cómo ha llegado a convertirse en unidad de cuenta no es el tema de esta entrada, pero lo cierto es que –al menos hasta la autodestrucción del actual sistema monetario– seguiremos usando el dinero que sirve a los intereses de quienes lo imponen, no solo porque nos obligan a hacerlo, sino porque en nuestra mente y en las mentes de nuestros semejantes se ha establecido como unidad de cuenta.

Cuando el bitcoin alcance la categoría de unidad de cuenta generalmente aceptada, habrá ganado la última batalla y estará ya aplicándole su inflexible disciplina monetaria –ese remedio eternamente postergado– a un mundo adicto al endeudamiento. ¿Pero cómo puede alcanzar esa categoría una moneda que no cuenta con el respaldo de la violencia estatal?

En ausencia de coerción, el proceso de monetización sigue un orden que no puede obviarse:

Inversión >> liquidez (utilidad) >> valor >> inversión …

Ahora bien, si lo más importante –la condición sine qua non– es la inversión, cabe preguntarse entonces por qué es tan difícil para Google o Facebook lograr que sus monederos y monedas digitales (Google wallet, Facebook credits, etc.) sean ampliamente adoptados.

¡Dile a tus amigos acerca de los Facebook Credits!
¡Dile a tus amigos acerca de los Facebook Credits!

Mal que le pese a Brin, a Page y a Zuckerberg, una moneda cuyo éxito depende de Google o de Facebook nunca podrá competir con una moneda cuyo éxito depende del interés de cada uno de sus poseedores. Los potenciales usuarios de una moneda lanzada por algún gigante de internet no tendrán una razón de peso que los motive a adoptarla –menos aún a atesorarla– contra viento y marea, y muchas razones de peso para mantenerse alejados de ese producto.

Veamos cuáles son esas razones…

Por más conveniente que pueda resultar Googlecoin o Facebookcoin, tarde o temprano los datos personales de los usuarios serán filtrados o vendidos, sus personalidades serán perfiladas, sus hábitos serán monitoreados y clasificados sin su consentimiento, sus actividades archivadas y eventualmente reportadas, etc. Quizás todo esto no sea suficiente para inquietar a la mayoría, ¿pero qué hay del largo brazo y la pesada mano de la ley? Las cambiantes regulaciones podrán hacer desaparecer el servicio en cualquier momento (llevándose de un plumazo todo el valor allí acumulado), obligarlo a modificar las reglas de emisión (socavando la confianza en el sistema), someterlo a transparencia forzosa (restándole así utilidad), amenazar a la competencia hasta convertirlo en monopólico –y por lo tanto en un servicio cada vez más caro y de peor calidad–, tornarlo incompatible con ciertas jurisdicciones, etc. etc.

Aún si lograran despegar, los emprendimientos monetarios de Facebook, Google o Apple encontrarían los mismos obstáculos que en el pasado derribaron a tantos otros servicios centralizados (E-gold, Liberty Dollar, Liberty Reserve, entre otros), o en el mejor de los casos correrían la suerte de PayPal, es decir que acabarían funcionando como organismos paraestatales encargados de hacer cumplir todos y cada uno de los mandatos sancionados por los amos de la moneda en sus respectivos dominios, cueste lo que cueste (a sus clientes) y por absurdos que sean.

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Image by ep_jhu/Flickr

Sin embargo, cientos de millones de dólares son arrojados a estos proyectos de moneda, monedero, red monetaria o pseudomoneda, en una carrera que todas estas compañías están destinadas a perder, pues una moneda de uso voluntario –si ha de ser ampliamente adoptada– tiene que estar blindada contra la censura, o de lo contrario se convertirá inexorablemente en un instrumento más de censura.

¿Y por qué debería importarle a un gigante de internet la libertad monetaria? Sencillamente porque a la larga sus propios clientes la necesitarán. Cualquier compañía que aspire a competir con Bitcoin quedará en la posición de quien pretenda competir con las monedas de oro introduciendo monedas de un material que solo él produce y controla. No hagamos reír a Satoshi.

Como las cualidades monetarias de los metales preciosos, las reglas del protocolo Bitcoin no benefician a nadie en particular, y es así como benefician a todos los usuarios.

Ver parte 5