Hace tanto tiempo que el Estado se hizo con el control total de la moneda que hemos olvidado el origen de tan básica herramienta, y nos hemos acostumbrado a verla como el resultado de un pase mágico estatal. Es normal, entonces, que hoy tantos se pregunten cómo es posible que una moneda pueda existir –no hablemos de funcionar– en ausencia de un mago licenciado, contratado y regulado por las autoridades.
Hoy nos ayuda a entender el proceso que hace posible la armonía de intereses de millones de personas –y no solo en la esfera monetaria– el impronunciable Jakub Bożydar Wiśniewski, investigador e incansable divulgador de la Escuela Austríaca.
Cada vez que alguien contrasta el libre mercado con el mercado «regulado», lo que hace es tender (o caer en) una trampa orwelliana. El libre mercado está, por definición, regulado por las interacciones de los consumidores y los productores –los productores se regulan unos a otros a través del proceso de la competencia empresarial, mientras que los consumidores regulan los planes de los productores a través del ejercicio de sus suberanas decisiones a la hora de comprar–.
El resultado es un organismo social maravillosamente intrincado, disciplinado y eficaz que crea y distribuye los recursos en el modo más racional que las habilidades cognitivas de todos los miembros productivos de la sociedad hacen posible.
En vista de lo anterior, «regular» el libre mercado resulta ser nada más que un eufemismo de lo que en realidad es interferir violentamente en su funcionamiento, y por lo tanto desorganizar sus intrincados procesos de asignación de recursos, lo que supone una efectiva desregulación en el peor sentido de la palabra. No debes caer en esta trampa semántica.
La elección nunca es entre libertad absoluta y regulación, sino entre regulación por parte del cliente y regulación por parte del saqueador.