Los dictadores no nacen ni mueren, sólo se transforman. Aquí tenemos al viejo de Hitler perdiendo su última batalla contra un nuevo enemigo, esta vez monetario. Su enfado acaba tornándose en revelación catártica de las oscuras motivaciones de la humanidad, y de los rincones freudianos de un sociópata. Tal vez en su fuero interno siempre supo que Bitcoin no sólo acabaría con el sistema monetario y con su «democracia», sino también con su propia armadura de hojalata.
Adolfo pierde su última batalla
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