Fuente: ChristopherCantwell.com
Cuando el oncólogo le explicó a mi tía que la única manera de aspirar a prolongar significativamente su vida era recibiendo un tratamiento que implicaba una serie de gravosos efectos secundarios, ella decidió suspender las visitas al médico y entregarse a la oración a la espera de un milagro. Yo le sugerí que al menos hiciera el intento de iniciar el tratamiento, pero en seguida noté con tristeza que ella tenía la intención de llevar su delirio religioso hasta las últimas y letales consecuencias. Ese mismo año, mi tía celebró su última Navidad y no mucho tiempo después murió en medio de horribles sufrimientos.
Algo parecido sentí cuando vi que los griegos elegían a Syriza, la «Coalición de la Izquierda Radical», un partido político formado por individuos que se autodefinen como marxistas y trotskistas. Años de vivir de dinero prestado, seguidos de rescates y medidas de austeridad, seguidos de disturbios, seguidos de comunismo… El calvario de mi tía lucía, en comparación, como algo razonable.
El calvario de mi tía, después de todo, no fue consecuencia de la decisión de una mayoría que le había impuesto una muerte lenta y dolorosa. Fue su propia decisión. Por otro lado, mi tía no les prohibió a sus hijos la búsqueda de tratamiento médico en caso de necesitarlo, ni los condenó a pagar por los errores de ella. Si bien fue horrible ver a mi tía sufrir y morir prematuramente por una mentira, el sufrimiento lo experimentó ella en su propio cuerpo, y la vida que acabó fue su propia vida.
Si un griego quisiera tomar deuda para sí mismo de una manera claramente insostenible, ignorando toda ley económica conocida por el hombre, sería un problema suyo. Si alguien fuera lo suficientemente estúpido como para prestarle dinero, tarde o temprano sufriría las pérdidas por el inevitable default. No habría disturbios en las calles, nadie tendría que pagar impuestos más altos por eso, nadie iría a la cárcel, nadie iría a la guerra.
Pero eso no es lo que sucede cuando votamos por que alguien nos libere de nuestras responsabilidades. Nos llevamos a otros con nosotros. Una nación entera, e incluso todo el planeta, puede sufrir por lo que la gente hace con sus votos. Y aún así no obtenemos lo que nos habían prometido los candidatos que votamos.
Los griegos eligieron a Syriza para poner fin a las medidas de austeridad impuestas por sus acreedores durante un rescate anterior. Syriza terminó, efectivamente, con la austeridad, en violación de los términos que el gobierno anterior había acordado a cambio de aquel rescate. Esto cortó el financiamiento que el país necesitaba desesperadamente, y generó pánico en Europa. El gobierno declaró un «feriado bancario», que es algo así como llamar a un atraco una fiesta sorpresa, cerrando los bancos para evitar que los griegos accedieran a su dinero. Se impusieron controles de capital para evitar que el dinero saliera del país. Si los griegos pensaban que la austeridad (un recorte en el gasto del gobierno) era algo malo, no tardaron en descubrir que el recorte de su propio gasto privado era aún peor.
Un nuevo paquete de rescate fue propuesto, con sus correspondientes demandas de austeridad. Entonces Syriza llamó a un referéndum en el que los griegos votaron mayoritariamente en contra de aceptar dichas demandas. El primer ministro Alexis Tsipras había dicho a su gente que votara en contra de las medidas de austeridad, alegando que eso le daría una posición más sólida desde la que negociar con los acreedores. Para sorpresa de nadie, las promesas de este político marxista resultaron ser falsas.
Europa reaccionó duramente a la arriesgada jugada política del gobierno de Syriza, y el lunes se le ofreció a Tsipras un paquete de rescate con demandas de austeridad aún más duras y sin espacio para la negociación. Tsipras aceptó.
Cualquiera sea el resultado en el corto plazo, esto termina en catástrofe. Los griegos ya se habían amotinado contra la austeridad antes del referéndum. La idea de que iban a aceptar tranquilamente una serie de medidas de austeridad más severas después del referéndum era totalmente absurda. Los cócteles molotov volarán una vez más. En un futuro próximo, Grecia entrará en default, y si sus acreedores no aceptan recortes se verá obligada a volver al dracma. Al carecer de disciplina fiscal para vivir dentro de sus posibilidades, sin embargo, un gobierno comunista con acceso a las máquinas de impresión de billetes probablemente cause una espiral inflacionaria mortal, tras lo cual volverán a volar los cócteles molotov.
Que las leyes de la economía derrotan a la democracia es tan cierto como que el cáncer derrota a la oración. Los dioses no existen, y en la medida en que se puede decir que los gobiernos existen, aún así carecen de poderes mágicos.