Desde la Deep Web
Por Symposion
Al pensar en lo que rodea a una transacción que involucra drogas y dinero, pronto nos falta una tercera palabra en la ecuación: armas. El modelo de negocio de los grandes cárteles de drogas implica la necesidad de protección armada contra otros criminales o por la necesidad de protegerse de (y eventualmente poder responder a) las fuerzas de seguridad de cada zona que infectan.
La guerra contra las drogas causa muertos que nada tienen que ver con las drogas y sus efectos, como podemos ver en un México desangrándose con 60.000 muertos en 6 años. USA compra la cocaína y demás drogas pagando con armamento, y los muertos los ponen los países de tránsito en América, pero no por consumo de drogas sino por sobredosis de plomo.
A nivel del pequeño comprador, el hecho de adquirir drogas tiene distinta relevancia penal en los distintos países. En España no es un delito aunque la tenencia de drogas en lugar público es sancionable administrativamente. En otros países, la compra es un delito y la tenencia es otro delito, al igual que el consumo (de momento es un derecho en España y otros estados) lo que hace que el pequeño comprador, que busca simplemente un abastecimiento para su propio uso, tenga que verse negociando con personajes que pueden reaccionar de forma ilógica y violenta.
¿Es el usuario final de drogas un cliente o es un esclavo de dicho modelo?
La explosión de los mercados anónimos de drogas que hizo posible Bitcoin y Tor en la Darknet está asentándose como paradigma en un nuevo mercado que ya no necesita de la presencia real. Por una parte, el mercado negro tradicional te ofrece la posibilidad de comprobar aquello por lo que pagas en el mismo momento en que entregas el dinero, con lo que eso tiene de bueno y de malo (después de pagar, no antes). Por una parte no necesitas depender de planificación para comprar drogas. Pero por otra parte… ¿qué haces si lo que te venden no es lo que habías acordado, tanto en peso como en calidad? ¿Pones una hoja de reclamación? ¿Amenazas airadamente con denunciar? ¿Sacas tu navaja y trincas al camello poniéndosela en los cojones? Menos la hoja de reclamación he visto de todo en la venta de drogas presencial.
Lo más normal es que si te han engañado, te jodas. Las razones empiezan por tu propia seguridad en ese momento: si te han engañado, mucho miedo no deben tenerte para empezar. Lo mejor es irse lejos de dicha sabandija y no volver. Pero siempre puedes probar suerte con las quejas a gritos…
Silk Road tiene otro método.
Los consumidores son clientes, y son tratados como tales: comunicación, seriedad, oferta variada… Y además tienen la ‘espada de Damocles’ sobre la cabeza de los vendedores: nada peor que un mal feedback exponiendo las razones de su descontento. Un mal servicio se traduce en menos negocios, menos clientes y una imagen deteriorada.
Al haber eliminado la parte presencial del asunto, el cliente no se ve nunca forzado a decir que un producto es bueno cuando no lo es, ni puede salir de la compra con una bala de más alojada en la cabeza. El vendedor tiene que tratar bien a sus clientes, o de lo contrario se queda sin negocio. Como era de esperar, los vendedores se han adaptado rápidamente a este nuevo modelo.
Aunque es cierto que el modelo de Silk Road favorece las transacciones limpias, hay que decir que la violencia también cotiza en esos mercados, aunque sea violencia ejercida digitalmente mediante el robo de datos, hackeos y chantajes con Botnets. Pero al usuario final, al simple comprador de drogas para su uso personal (e incluso al comprador de nivel medio que revende a un pequeño grupo) lo peor que le puede pasar comprando en un site así es que le timen si no hace las cosas bien. Pero cada día es más infrecuente el timador en estos mercados y más común el vendedor que lucha por fidelizar clientes.
Indudablemente, Silk Road nos permite vislumbrar el futuro de la venta de drogas al por menor, al menos mientras no exista una opción regulada vía Estado. E incluso si eso llega, los estados tendrán que tener en cuenta que para intervenir en el mercado han de partir de lo que ya existe y olvidarse de que por ser “el Estado” van a tener un monopolio más. Eso se acabó.
Hace unos días salió un estudio sobre las características del mercado generado bajo el modelo ‘Silk Road’ con el título “No sólo un Ebay para drogas: el paradigma de la innovación de grupos criminales en el mercado.” Lo podéis leer aquí. El estudio muestra aspectos relevantes sobre el nivel de ventas de unas y otras drogas, las ventas más comunes en volumen y las relaciones generadas en este mercado – datos que los estados deberían estar ya recopilando para saber a qué se enfrentan.
La idea no es nueva; ya la Global Drug Survey hacía hincapié en varios aspectos relacionados, como las veces que al ir a comprar diferentes drogas en los mercados tradicionales nos habíamos visto envueltos en situaciones violentas o de riesgo, o el número de veces que habíamos sido molestados por la policía al comprar drogas – y en cuántas de esas ocasiones habían tenido éxito en su búsqueda de drogas. Como dijo hace poco en España la juez Araceli Manjón, ‘el mayor peligro asociado al cannabis es la policía’, y eso no lo podemos olvidar.
La conclusión final del estudio es que Silk Road es efectivo reduciendo la violencia asociada a los mercados tradicionales de drogas, porque pase lo que pase, el vendedor no podrá atacar al comprador ni verse atacado por él – en un robo por ejemplo – lo que reduce la necesidad de “músculo armado” casi a cero. La parte negativa de las conclusiones es que, de momento, el comprador “ilustrado” (el que cuida la calidad del producto que consume, está familiarizado con el uso de Bitcoin y compra en estos mercados), representa una pequeña porción de la tarta, aún muy pequeña.
Evitar la violencia derivada de las malas leyes es una buena razón para darle una oportunidad a mercados como Silk Road.