Shelling out – Los orígenes del dinero VI (Ver parte V)
Nuevas teorías sobre los orígenes y la naturaleza del dinero
Fuente: Nick Szabo’s papers – Traducido al español por moraluniversal.com
La red de comercio ‘Kula’ en la Melanesia precolonial. Los artículos de valor ‘kula’ hacían a la vez de “dinero de alto poder” y de mnemotecnia para historias y chismes. Muchos de los bienes comerciados, principalmente productos agrícolas, estaban disponibles en diferentes temporadas, así que no podían ser intercambiados en especie. Los artículos de colección ‘Kula’ resolvieron el problema de la doble coincidencia al ser un dinero infalsificable y costoso, que se podía llevar puesto – por seguridad – y que – ¡literalmente! – circulaba. Los collares circulaban en sentido horario, y los brazaletes de concha en sentido antihorario, en un patrón muy regular. Al resolver el problema de la doble coincidencia, un brazalete o un collar se hacía más valioso que su coste tras sólo unos pocos intercambios, pero podía circular durante décadas. Los chismes y las historias sobre los anteriores propietarios de los artículos proporcionaban información adicional sobre el crédito y la liquidez existentes “río arriba”. En otras culturas neolíticas los artículos de colección, normalmente conchas, circulaban en un patrón menos regular, pero tenían propósitos y atributos similares.
Para cualquier institución en la que la transferencia de riqueza es un componente importante, haremos las siguientes preguntas:
- ¿Qué grado de coincidencia en el tiempo es necesario entre el evento, el suministro del bien transmitido y la demanda del mismo? ¿Cuán alta es la barrera a la transferencia de riqueza que esta improbable coincidencia representa?
- ¿Formarán las transferencias de riqueza un bucle cerrado de artículos de colección simplemente en función de esa institución, o eran otras instituciones de transferencia de riqueza necesarias para completar estos ciclos de circulación? Para comprender la emergencia del dinero hay que tomarse seriamente la gráfica real de circulación monetaria. Ni existía entonces una circulación generalizada en una amplia variedad de intercambios, ni esta existió durante la mayor parte de la prehistoria humana. Sin unos bucles bien completados y repetidos los artículos de colección no circularían, y acabarían perdiendo su valor. Un artículo de colección, para que valiera la pena hacerlo, tenía que añadir valor en suficientes transacciones como para amortizar su coste.
Examinaremos primero el tipo de transferencia que nos resulta más familiar y económicamente importante hoy: el comercio.
Seguro de hambre
Bruce Winterhalder estudia modelos acerca de cómo y por qué la comida a veces se transfiere entre animales: tolerancia del robo, producción/gorroneo/oportunismo, subsistencia sensible al riesgo, mutualismo como subproducto, reciprocidad aplazada, comercio/intercambio no en especie, y otros modelos de selección – incluyendo el altruismo de parentesco. Aquí argüimos que la sustitución de la práctica de reciprocidad aplazada por la del intercambio de comida por artículos de colección puede aumentar la tendencia a compartir comida. Lo haría al mitigar los riesgos de un suministro variable de comida al tiempo que evita los problemas, insalvables en su mayor medida, de la reciprocidad aplazada entre bandas. Nos ocuparemos más tarde del altruismo de parentesco y del robo – tolerado o no – en contextos más amplios.
La comida vale mucho más para quien se muere de hambre que para quien está bien alimentado. Si el hambriento puede salvar su vida intercambiando sus objetos más preciados, puede que esto le cueste meses o incluso años del trabajo que sea necesario para reemplazar ese valor. Él normalmente consideraría que su vida vale más que el valor sentimental de las reliquias familiares. Como hace la grasa, los artículos de colección pueden proporcionar seguros contra la falta de comida. El hambre por carencias locales puede ser combatida con al menos dos tipos diferentes de intercambios: por la comida misma, o por derechos de caza o forrajeo.
No obstante, los costes de transacción eran normalmente demasiado altos; era mucho más probable que las bandas acabaran luchando que acaso confiar las unas en las otras. Una banda hambrienta que no podía encontrar su propia comida normalmente moría. Ahora bien, si los costes de transacción podían ser disminuidos mediante la reducción de la necesidad de confianza entre bandas, la comida que costaba el trabajo de un día a un grupo tal vez valía el trabajo de varios meses para la banda que se moría de hambre.
El presente ensayo sostiene que un comercio local, pero extremadamente valioso, se convirtió en una posibilidad para muchas culturas gracias a la llegada de los artículos de colección, allá por el Paleolítico superior. Estos artículos reemplazaron a unas necesarias pero inexistentes relaciones de confianza a largo plazo. Si hubiera existido un alto grado de interacción sostenida y confianza entre las tribus, o entre individuos de diferentes tribus, para que se dieran créditos sin garantías, esto hubiera estimulado el comercio por trueque aplazado en el tiempo. Sin embargo, semejante grado de confianza entonces era altamente improbable – por las razones mencionadas anteriormente acerca del altruismo recíproco, y confirmadas por la evidencia empírica de que la mayor parte de las relaciones tribales de cazadores recolectores eran bastante antagónicas.
Las bandas de cazadores recolectores normalmente se desperdigaban en grupos pequeños la mayor parte del año, y se reunían formando “agregados” (algo así como las ferias medievales europeas) durante algunas semanas del año. A pesar de la falta de confianza entre bandas, un importante mercado de productos básicos casi seguro tuvo lugar en Europa, y probablemente en otros sitios, como pasó con los grandes cazadores de caza mayor de América y África.
El escenario ilustrado por la figura adjunta es hipotético, pero sería muy sorprendente si no hubiera ocurrido. Si bien muchos europeos, incluso en el Paleolítico, disfrutaban de llevar puestos collares de conchas, muchos vivían más lejos tierra adentro, y en lugar de eso hacían los collares de los dientes de sus presas.
Pedernales, hachas, pieles y otros artículos de colección eran también usados como medio de intercambio. El reno, el bisonte, y otras presas de humanos emigraban en distintos momentos del año. Tribus diferentes se especializaban en presas diferentes, hasta tal punto que más del 90% – y a veces tanto como el 99% – de los restos encontrados en muchos yacimientos del Paleolítico en Europa vienen de una sola especie. Esto indica al menos una especialización de temporada – y tal vez una especialización a tiempo completo – por cada tribu en una sola especie. En la medida en que se especializaron, los miembros de cada tribu se habrían convertido en expertos sobre la conducta, hábitos de migración y otros patrones correspondientes a una cierta especie, al igual que en las herramientas y técnicas especializadas para su caza. Sabemos que algunas tribus observadas en tiempos recientes se han especializado. Algunas tribus indias de norteamérica se especializaron en la caza del bisonte, antílope, y la pesca del salmón. En el norte de Rusia y en partes de Finlandia muchas tribus, incluyendo los lapones incluso en la actualidad, se especializaron en el pastoreo de una sola especie de reno.
Semejante grado de especialización era probablemente mucho mayor cuando unas presas más grandes (caballo, uro, alce gigante, bisonte, perezoso gigante, mastodonte, mamut, cebra, elefante, hipopótamo, jirafa, buey almizclero, etc.) recorrían América del Norte, Europa y África en grandes manadas. Ya no existen los animales grandes y salvajes sin miedo a los humanos; durante el Paleolítico, o bien se causó su extinción, o estos se adaptaron mediante el miedo a los humanos y sus proyectiles. Sin embargo, durante la mayor parte del periodo del H. sapiens sapiens estas manadas eran abundantes y captura fácil para cazadores especializados. Según nuestra teoría de la depredación basada en el comercio, la especialización era, con bastante probabilidad, mucho más alta cuando estas presas grandes deambulaban por América del Norte, Europa y África en manadas durante el Paleolítico. La división del trabajo de caza basada en el comercio entre tribus es coherente con (si bien no confirmada con seguridad por) la evidencia arqueológica del Paleolítico en Europa.
Estas bandas en constante migración siguiendo a sus manadas interactuaban frecuentemente, creando muchas oportunidades para el comercio. Los indios americanos preservaban la comida secando, haciendo tasajo, etc. en formas que duraban varios meses pero usualmente no un año entero. Tal comida era comúnmente intercambiada, junto con pieles, armas y artículos de colección. Con frecuencia estos intercambios ocurrían durante las expediciones de comercio anuales. Los animales gregarios de gran tamaño migraban a través de un determinado territorio sólo dos veces al año, y con frecuencia había una ventana de uno o dos meses. Sin otra fuente de proteínas que la caza de su especie correspondiente, estas tribus especializadas se habrían muerto de hambre: el altísimo grado de especialización demostrado por el registro arqueológico sólo pudo haber ocurrido si existía el comercio.
Así, incluso si el trueque de carne desplazado en el tiempo fuera el único tipo de comercio, este sería suficiente para hacer que el uso de los artículos de colección mereciera bastante la pena. Los collares, pedernales y otros objetos cualesquiera usados como dinero circulaban en un bucle cerrado, hacia adelante y hacia atrás, en más o menos cantidades iguales, siempre que el valor de la carne intercambiada seguía siendo aproximadamente el mismo. Nótese que, para que sea correcta la teoría de artículos de colección expuesta aquí, no es suficiente sólo que fueran posibles los intercambios beneficiosos únicos; debemos identificar bucles cerrados de intercambios mutuamente beneficiosos. Con estos bucles cerrados los artículos de colección continúan circulando, amortizando sus costes. Como hemos mencionado, sabemos por los restos arqueológicos que muchas tribus se especializaron en una sola especie de presa. Esta especialización era al menos por temporadas; si se daba un comercio intensivo podía ser a tiempo completo. Haciéndose expertos en los hábitos y patrones migratorios, y los mejores métodos de captura, la tribu obtenía un enorme beneficio productivo. Estos beneficios, sin embargo, serían normalmente inalcanzables, pues la especialización en una sola especie significaba estar sin comida la mayor parte del año. La división del trabajo entre tribus, pues, merecía la pena, e hizo posible el comercio. El suministro de comida casi se duplicaba gracias al comercio entre solamente dos tribus complementarias. Sin embargo, a menudo había hasta una docena que migraban por la mayor parte de los territorios de caza en areas como el Serengeti y la estepa europea. Así, la cantidad de carne disponible para una tribu especializada habría sido probablemente más del doble, con ese comercio entre un puñado de tribus vecinas. Encima de eso, la carne extra habría estado allí donde más se necesitaba: cuando la carne de la especie de una tribu ya se había agotado y sus cazadores se hubieran muerto de hambre sin acceso a otras fuentes de comida.
Así que existían al menos cuatro ganancias, o fuentes de excedentes, en un ciclo de intercambios tan simple como dos especies de presa y dos intercambios no simultáneos – pero que se compensaban en el tiempo. Estas ganancias eran distintas pero no necesariamente independientes:
- Una fuente de carne disponible en un momento del año en que, de otra forma, uno moriría de hambre.
- Un incremento en el suministro total de carne (intercambiaban lo que no podían comer inmediatamente o almacenar; lo que no intercambiaban se habría echado a perder).
- Un incremento en la variedad de la nutrición al comer diferentes tipos de carne.
- Un incremento de la productividad por la especialización en una sola especie de presa.
Hacer o guardar artículos de colección para intercambiarlos por comida no era la única forma de asegurarse contra los malos tiempos. Tal vez incluso más común, especialmente cuando no había grandes presas, era la territorialidad combinada con el comercio de derechos de forrajeo. Esto puede observarse incluso en algunos de los restos de culturas de cazadores recolectores que existen hoy.
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