Mucho se ha discutido acerca de cuáles serían los efectos de una prohibición del uso de Bitcoin a gran escala. Para calentar la discusión era necesario que algún país relevante se sumara a Bolivia y Ecuador en su cruzada contra las criptomonedas (en rigor, contra cualquier moneda que no esté expresamente aprobada por la mafia el gobierno local). Y bien, ahora que Rusia parece estar cocinando su propia ley anti criptomonedas (el proyecto de ley en cuestión contempla multas tanto para usuarios como para mineros) vuelve a debatirse acerca de la efectividad de este tipo de medidas.
Por un lado están quienes predicen que una eventual prohibición de Bitcoin a gran escala provocaría un aumento del precio, tal como ha ocurrido a lo largo del siglo XX con el alcohol y otras drogas al calor de la persecución legal. El precio del bien o servicio prohibido, argumentan, tiende a aumentar porque proveerlo se torna más caro que antes de la prohibición. En la acera de enfrente están los que dicen que un bien cuyo valor depende de la liquidez (de la facilidad con que puede intercambiarse por cualquier otro bien) se vería seriamente afectado por una prohibición.
¿Y si Rusia prohíbe el uso de Bitcoin y después lo hace China y después EE.UU. y después la Unión Europea y después…? El precio bajaría transitoriamente, alcanzaría un piso y lentamente volvería a aumentar, para dirigirse ya sin pausa hacia la luna. Esta presunción puede resultar extraña para los que sobreestiman el poder de los ministerios y sus papeles lacrados, pero es el resultado más probable de una amplia campaña internacional en contra de Bitcoin.
Permítanme explicar por qué. Bitcoin ya se ha infiltrado en casi todos los rincones mínimamente civilizados del planeta. Como toda tecnología cuyo momento ha llegado, avanza rápidamente y sin pedir permiso. ¿Qué pueden hacer los gobiernos para contrarrestar la acometida de Bitcoin? Los que hablan de “criptofiat” (criptomonedas creadas por los mismos gobiernos para quitarle atractivo a Bitcoin) como una posible respuesta, simplemente no entienden la naturaleza de Bitcoin ni la del dinero fiat. Digámoslo fuerte y claro una vez más: ¡los gobiernos NO necesitan la tecnología de la cadena de bloques! El éxito de la cadena de bloques protegida por pruebas de trabajo se debe precisamente a que establece un sistema de incentivos impermeable a la influencia del poder coactivo. Si un gobierno destinara recursos a mantener una cadena de bloques razonablemente segura, estaría pagando un precio altísimo (un sistema monetario centralizado es mucho más barato para quien lo controla) a cambio de algo que es contrario a sus propios intereses.
Ningún gobierno renunciará de buen grado al control sobre la moneda que emite. Y si bajo circunstancias extraordinarias algún gobierno siguiera el consejo de algún gurú desquiciado que propone la creación de una criptomoneda nacional de curso forzoso, todo el mundo sabría que ese mismo gobierno podría revertir su decisión en cualquier momento, lo que de entrada restaría seriedad a un proyecto ya de por sí muy poco serio y destinado al fracaso.
Así que solo queda la cuestión de si Bitcoin puede sobrevivir a la represión legal.
Si hemos de guiarnos por la evidencia empírica, un ejemplo relevante a considerar es el del dólar estadounidense en Argentina. A pesar de todas sus debilidades, el dólar funciona mucho mejor que la declinante moneda local, por lo que la gente a diario desafía los controles gubernamentales y adquiere dólares en el boyante mercado paralelo (un delito que en teoría se castiga con hasta 8 años de prisión).
Fuera del pequeño círculo de empresas autorizadas a adquirir dólares a precio oficial, casi nadie puede usar legalmente la moneda norteamericana, pero la realidad es que casi todos la usan, aunque más no sea como refugio de valor. Y los que no, dependen para sobrevivir de que otros sí lo hacen. Ningún negocio anuncia “aquí se aceptan dólares”, y sin embargo todos los negocios los aceptan de buen grado si se les presenta la oportunidad. Ningún político dice “yo ahorro en dólares”, y sin embargo todos lo hacen (como lo hacía la élite gobernante en la Unión Soviética, y como lo hacen hoy las élites que gobiernan Cuba, Venezuela y cualquier otra satrapía del siglo XXI). Ninguno de los charlatanes que instan a la población a ahorrar en pesos ahorra en pesos, y nadie los toma en serio.
Cabe afirmar que el dólar es la verdadera moneda corriente en Argentina. De hecho, es la única moneda que los argentinos usan como depósito de valor, a pesar de los riesgos y las dificultades prácticas que implica, y quizás la única que usarían como medio de intercambio si no los obligaran a usar los pesos argentinos que se deprecian día a día.
Ahora volvamos a Bitcoin, un sistema descentralizado que permite transferir cualquier cantidad de riqueza de manera instantánea, a cualquier persona, desde y hacia cualquier lugar y en cualquier momento, sin tener que pagar tarifas abusivas, sin tener que preocuparse por el fraude o por el envilecimiento de la moneda, sin tener que pedir permiso a nadie y sin estar obligado a identificarse. ¿De veras crees que algo así puede ser eliminado por decreto?
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