Hoy tenemos el honor de presentarles un escrito de Jorge Abascal, nuestro primer blogger invitado.
.
Como verán, Jorge no es de los que se detienen ante vacas sagradas, por sagradas que sean para la casta de académicos…
El oro, como moneda, presenta dos problemas fundamentales: uno es el alto coste y riesgo de almacenaje; el otro es el alto coste y riesgo de transporte.
Esas dos dificultades fueron solucionadas por el mercado, primero en forma de goldsmiths y después en forma de bancos. El cliente voluntariamente depositaba su oro en el banco y el banco, a cambio, le garantizaba el derecho a retirarlo o bien a transferir su propiedad. Las notas entregadas por los bancos (o los goldsmiths) acreditaban la propiedad de cierta cantidad de oro, lo que le permitía a la gente intercambiar las notas – mucho más prácticas como medio de intercambio – en lugar del oro.
Los problemas empezaron cuando los banqueros se dieron cuenta de que el oro estaba ‘ahi parado’, y que podía ser invertido. Así es como se inició el proceso de devaluación de aquellos papelitos que se habían emitido, puesto que al regresar éstos al banco ya no había oro que entregar a cambio (al menos no para todos).
Cuando se cuenta esta historia, en este punto llegan los académicos y se ponen a discutir sobre si es mejor que exista una ley que garantice que estas notas (o billetes) estén ligados en un 100% al oro depositado, impidiendo al banco invertir el oro, o por el contrario que cada banco decida si emite más billetes que los que puede respaldar con sus reservas de oro. A esta última postura se le llama Free Banking, y se basa en la creencia de que el mercado hará quebrar a los bancos insolventes. La discusión, sin embargo, es inútil y estéril.
Es cierto que durante los 150 años que se mantuvo el patrón oro mundial todo marchó bastante bien. Y la experiencia sirvió para demostrar que un sistema monetario deflacionario es infinitamente superior a uno inflacionario. Es por eso que estos académicos que se lamentan por el mundo en el que les ha tocado vivir insisten tanto en el regreso a dicho patrón.
¿Pero cómo sería la vuelta al patrón oro?
Muchos piensan que el proceso sería parecido, que la gente depositaría el oro y se le entregaría un billete respaldado; pero esta creencia pasa por alto que los ordenadores han sido inventados. La realidad es que el banco nos haría entrega de una tarjeta a la que iría sumando saldo a medida que hiciéramos aportaciones de oro, y en nuestro día a día iríamos a comprar con esa tarjeta. En otras palabras, se moverían unos numeritos de una base de datos digital a otra (todo muy familiar para nosotros).
No obstante, si analizamos bien este proceso, tiene varias consecuencias implícitas. El sistema descripto esconde la semilla que destruye el capitalismo.
¿Por qué?
Bajo tales circunstancias, el oro va siendo atesorado poco a poco por los bancos, gracias a que los clientes van haciendo entrega voluntaria del mismo. La gente rápidamente se percata de que no es posible transferir valor de manera conveniente a quienes no poseen cuenta en el mismo banco – porque para hacer eso, el oro tiene que moverse. Si yo pertenezco al banco A y quiero transferir valor a una persona que tiene cuenta en el banco B, el banco A deberá enviar oro al banco B (ya que son dos bases de datos distintas). Así, los bancos pasan a tener el mismo problema que los individuos.
Entonces, ántes de que el problema sea definitivamente resuelto por el mercado, un grupo de grandes banqueros auspiciados por el Estado se reúne (quizás en secreto, en alguna isla remota) y deciden que es necesario fundar un banco de bancos para que almacene todo el oro y «facilite» las operaciones interbancarias. Lo que sigue es la construcción de una fortaleza inexpugnable para guardar el oro – el primer paso hacia el divorcio entre el metal y la nota que lo representa, y hacia el control centralizado del sistema monetario. ¡Esto ha ocurrido!, y volvería a ocurrir bajo un patrón oro en presencia del Estado.
Hay mil maneras en las que todo puede derrumbarse. Para quitarle el respaldo en oro a las notas de cambio solo hay que apelar a la democracia (el “ataque del 51%” en su versión original). Por ejemplo, provocando un auto-ataque que justifique entrar en una guerra. Ahora el gobierno tiene la excusa para otorgarle al banco central el monopolio sobre la emisión de moneda – a cambio de financiación ilimitada. El sistema cae.
El oro posee casi todas las cualidades del buen dinero, pero su principal defecto no es menor, y no puede ser ignorado: es un bien físico. El oro no fue más que la tecnología low cost para almacenar y transferir valor mientras no había otra, pero los tiempos han cambiado. Les guste o no a los académicos, las bases de datos digitales no van a desaparecer, y si no usamos a nuestro favor la tecnología informática, ésta será usada en nuestra contra.
Les guste o no a los académicos, el concepto de ‘criptomoneda’ ha llegado para quedarse.
Nota final: Creo que el oro tendrá futuro en el mundo Bitcoin, pero en forma de monedas eventualmente intercambiables por bitcoins. Si hubiera apuro pero no suficiente confianza como para aceptar una transacción con 0 confirmaciones, o si fuera imposible pagar en bitcoins por circunstancias especiales del mercado (o bien porque no son aceptados por una de las partes), el uso de monedas de oro podría ser una alternativa rápida y segura.
Por Jorge Abascal
Ver también Bitcoin versus oro