El estafador y el estafado tienen más en común de lo que habitualmente se admite. Ambos suelen aspirar a enriquecerse de manera fácil y rápida, y ambos tienden a desconfiar de su capacidad para enriquecerse mediante la disciplina sostenida en el tiempo y el esfuerzo productivo.
Si lo que te obsesiona es la ganancia de corto plazo –la posibilidad de hacerte rico instantáneamente acertando a un blanco aparentemente fácil, como en los juegos de feria– es probable que caigas en manos de un estafador, o que te dejes llevar por el canto de sirena de los pronósticos infundados. Tendrás suerte si no acabas perdiendo todo lo invertido, en especial si has confundido el mundo de las criptomonedas con una kermés en la que todos ganan.
Satoshi tiene un modo bastante brutal de castigar al inversor cortoplacista, por el bien de Bitcoin, claro (entiéndase Bitcoin Cash, BCH), pero también por el bien del propio inversor cortoplacista –aunque a menudo este no sepa valorar la lección recibida–. Infligiendo pérdidas que marean y descomponen, Satoshi nos recuerda una y otra vez el significado del mensaje grabado en el bloque génesis: esta no es una inversión cualquiera, sino una apuesta por un cambio radical del sistema económico.
Si todo sale bien, lo que nos espera del otro lado es un mundo por fin libre de socialismo monetario, es decir libre de la forma más insidiosa de intervención que el Estado ha logrado instituir; un mundo en el que el progreso ya no podrá ser interrumpido ni entorpecido por una aristocracia financiera que se verá privada de su capacidad para abusar de la clase productiva.
La creciente adopción de una moneda ideal, universal e imposible de monopolizar liberará del poder coactivo las fuerzas productivas de miles de millones de seres humanos naturalmente predispuestos al intercambio libre, voluntario y pacífico. En el mundo que Satoshi Nakamoto imaginó, el estándar de vida de los hombres honrados y austeros aumentará sin desmedro de su capacidad para resguardar sus pertenencias y planificar su futuro. Ellos serán los grandes beneficiarios de la hiperbitcoinización.
¿Tú eres de los que sueñan con manejar un Lamborghini adquirido gracias a la apreciación de los criptoactivos? En ese caso, es probable que no hayas dedicado mucho tiempo a pensar en los efectos socioeconómicos del control centralizado de la institución moneda, y mucho menos en la forma de contrarrestar dicho control. Así que no habrá Lamborghini para ti, lo lamento: solo pérdidas dolorosas y ciclos de remordimiento. Es la voluntad de Satoshi.
Pero tan severo es Satoshi con el inversor cortoplacista como generoso con el que ha comprendido y respetado el diseño original de Bitcoin –el simple y elegante sistema de incentivos descripto en el whitepaper—.
Por primera vez en la historia de la humanidad, los libertarios radicales, los rebeldes ilustrados, los maniáticos de la verdadera justicia, están en mejor posición para acumular enormes riquezas que los bandidos aliados al poder político, siempre y cuando en su afán de cambiar el mundo no estén dispuestos a derramar más que su propia sangre.