Por Symposion
Mi madre me sorprendió sin esperarlo. Todavía estaba caliente y no podía separarlo de mi mano.
Notaba cómo corría la sangre a borbotones por todo el cuerpo de la tensión que sentí.
Me giré temiendo que, en un momento, me hubieran descubierto. Sabía que estaba mal. Lo sabía de sobra, por supuesto. Pero necesitaba hacerlo.
Ella avanzó despacio hacia donde yo estaba -cada vez más rígido por la situación- y abrió un cajón cerca mío, metió unos calcetines que llevaba en la cesta de ropa limpia, y al cerrar el cajón me preguntó: ¿qué tienes en la mano?
El aire a mi alrededor se solidificó. El tiempo se paró para siempre por un instante. Las palabras que habían salido de la boca de mi madre rebotaban hechas de plastilina de color rojo por todo mi campo visual. Yo apreté la mano más fuerte, hasta hacerme daño. Y seguía sin poder tomar aire porque su pregunta lo convirtió todo un bloque de hielo increíblemente frío que, lógicamente, no podía acceder por mi pequeña nariz.
Intentaba que de mis asfixiados pulmones pudiera salir una palabra que explicase todo, pero no la había, excepto una: miedo. Tenía miedo a ser descubierto, a ser juzgado y castigado por haber cruzado una ley que los adultos parecían no perdonar.
Abrí la mano y corrí lejos. Sin decir nada y sin mirar atrás.
Allí quedó la prueba, encima de la mesita, con la firma de mi madre falsificada por mí en el boletín de las notas del colegio, que no podía mostrar porque constaban las más de 20 faltas de asistencia a clase que había tenido ese trimestre.
Nunca me dijo nada sobre ello. Pero hace unos años, cuando antes de morir de un cáncer pudimos hablar con calma de muchas cosas, al preguntarle qué hubiera sido capaz de hacer por protegerme, me regaló el bolígrafo con el que yo falsifiqué su firma. Lo había guardado durante 20 años sin decir nada a nadie de aquello. Y yo no lo supe hasta entonces.
Esta historia es tan falsa como el autor ha querido que sea. Y tan cierta.
O con trozos de ambas caras de la moneda.
Sirve para poner encima de la mesa la figura de la madre y un caso conocido y controvertido: la madre de Ross Ulbricht, acusado de ser Dread Pirate Roberts o el dueño y creador de Silk Road, y la defensa del caso ante los medios.
Cualquier abogado con 3 días de experiencia te diría que nunca te defiendas ti mismo, y cualquier médico que no operes a tu familiar tú mismo, por muy bueno que seas (si es que existe otra opción, claro). Cualquier persona sabe que una madre haría lo que fuera por su hijo y que es el peor testigo de defensa que se podría presentar en cualquier disputa. ¿Es así?
Sobran ejemplos de lo que una madre puede hacer, bueno y malo, acertado y equivocado, con buena o mala intención. Desde dejarlo todo para defender a su cachorro -aunque la criatura ya fuera paseando creyendo ser el rey de la selva- a vender a sus hijos para el abuso sexual de terceros o practicárselo en un grupo intercambiando niños (en este caso hablo de la ciudad de Madrid, no del ‘tercer mundo’ y sus miserias). No es cierto que una madre haga lo que sea por sus hijos: algunas ciegamente sí, otras despreocupadamente no, y la mayoría pues en una medida justa y aproximada a la situación que se vive.
Los cargos contra Ulbricht son conocidos y la mierda que han tirado a la hora de presentarle, como un rey mafioso y asesino por encargo, pues no han tenido la suerte de que pase a ser juzgada como acusación porque no existen pruebas de sus supuestos intentos de contrato de asesinatos y palizas -la parte más fea de lo que contra él se ha dicho y no llega a juicio-. Empezamos bien.
De momento han puesto al tío en la cárcel, confiscado sus bienes y vendido los bitcoins que había en el site y que tampoco eran suyos. Si no han vendido los suyos es porque no tienen la clave y no parece que la vayan a tener a día de hoy. Y con todo esto, sale mamá Ulbricht a defender a su hijo preso, diciendo que no es como lo están pintando y que es la mejor persona que ha conocido nunca. Todo un compendio de virtudes según le describe. Pero eso alguien tenía que hacerlo ¿no?
Lyn Ulbricht se ha echado al monte y ha puesto cara a la defensa legal de su hijo. Y precio. Ella argumenta -de forma que nadie puede negar- que no son ricos y que no tienen medios para mantener semejante defensa, en la que un gigante como la maquinaria del gobierno de USA va a aplastar a un hombre como si fuera un tomate haciendo salsa. ¿Y a quién creer? Empieza la batalla en los medios, y en breve en el tribunal, para ver como responde USA al primer gran mercado de drogas que ha demostrado resiliencia frente a ser descabezado de su supuesto creador.
Hay 4 cargos que finalmente han sido presentados y que son enteramente discutidos por la defensa de Ross Ulbricht. El primero, distribución y posesión de drogas para la venta, no parece válido ya que finalmente Ulbricht no tenía drogas cuando fue capturado aunque regentaba un site de venta. El segundo, ser un rey de la mafia criminal, es un cargo que se ha aplicado sólo a grandes jefes de cárteles criminales y que no parece apropiado para quien simplemente gestionaba una web de ventas. El tercero, los cargos por hackeo o accesos no autorizados a otras computadoras, fallan a la hora de vincular a Ulbricht con alguno de esos accesos, y son cargos típicos en los casos donde hay uso de internet pero no por eso pasan a ser ciertos sin ser probados. Y el cuarto, el que más nos afecta aquí: el status de Bitcoin. El cuarto cargo le culpa de un delito de lavado de dinero, pero si el bitcoin no es dinero a efectos legales tal y como certificaron las autoridades de USA para dicho asunto, es un cargo artificialmente construido.
Entiendo que Lyn Ulbricht y su familia hacen lo que pueden para salvar a su hijo, pero eso no hace que su relato sea falso. Tampoco que una historia venga con un sello del gobierno USA, que sea paseada por los tribunales y los medios en pública condena, lleva un sello de garantía de veracidad sino más bien una serie de razones añadidas para desconfiar de su versión como sano ejercicio crítico.
Yo he colaborado con el fondo de defensa de Ross Ulbicht www.freeross.org porque como creador de Silk Road -o como quien va a pagar las glorias y las miserias de dicho lugar- creó una herramienta que está sirviendo a día de hoy como centralizador de compras e información, ayudando a crear un mercado más justo para el usuario y para el vendedor.
Tú también puedes. Y en bitcoins.
EDICIÓN
Unas palabras más directamente de Lyn -la madre de Ross- explicando lo inconstitucional de la acción del gobierno USA contra su hijo Ross Ulbricht:
Traducción: «El gobierno está aplicando la ley incorrectamente en este caso ya que no se ajustan las acusaciones con lo que refleja el código penal. Toman leyes creadas para crímenes en el mundo físico e intentan forzar su encaje sobre la actividad en internet y por tanto virtual. Esto es inconstitucional. Si se lo pueden hacer a Ross se lo pueden hacer a cualquiera. Ya sólo por esta razón, este caso es más grande que lo que le pase a Ross o a su familia. Es un caso realmente importante que sentará precendente y determinará la orientación de las leyes que gobiernen internet en el futuro.
Lyn Ulbricht.»