Fuente: Qntra.net
Por Bingo Boingo
Traducido al español por majamalu
Una de las consecuencias de la reciente victoria electoral de SYRIZA en Grecia es el nombramiento de Yanis Varoufakis, conocido por su pasado vinculado al mercado de los videojuegos (trabajó como consultor para la desarrolladora Valve), para el cargo de Ministro de Finanzas. Yanis Varoufakis es mucho menos conocido por haber escrito en la primavera de 2013 uno de los muchos ensayos que ingenuamente tacharon a Bitcoin de fantasía inútil, un ensayo que podría haber sido olvidado por el bien de su autor, como tantos otros. Desafortunadamente, alguien decidió promover a Yanis desde investigador de nuevas formas de extraer dinero de los gamers a la gestión de las finanzas de una zona poblada que todavía, por algún milagro, se encuentra bajo el dominio de una especie Estado soberano. Consideremos algunos fragmentos, empezando por el título:
Bitcoin y la peligrosa fantasía del dinero «apolítico»
El ministro de finanzas de videojuegos empieza mal. Bitcoin es, de hecho, peligroso, pero el peligro no reside en que Bitcoin es algún tipo de fantasía, sino todo lo contrario: el peligro reside en la propia existencia de Bitcoin. Debido a que Bitcoin existe, el Gobierno de Estados Unidos y los heraldos del neoliberalismo están haciendo todo lo posible para tratar de insertar agentes favorables a ellos en el circo que rodea a Bitcoin, a la vez que empujan sutilmente al exilio a los menos favorables.
Además, aunque el algoritmo es seguro, siempre existe el peligro de despertarse y descubrir que los bitcoins que uno tenía fueron robados durante la noche. Y si uno los confía a alguna empresa con mejores firewalls y seguridad informática, ¿qué ocurre (en ausencia de un Banco Central de Bitcoin) si esa empresa va a la quiebra o simplemente desaparece en las oscuras grietas de Internet (con los bitcoins de sus clientes)?
Como socialista que es, Yanis presenta una de las principales ventajas de Bitcoin –la protección contra el robo en todas sus formas cuando se usa adecuadamente– como una maldición, y condena la responsabilidad personal que Bitcoin no sólo permite sino que impone como condición a quienes lo utilizan. Es que en Bitcoinlandia la imprudencia no es recompensada con ganancias privadas, y las pérdidas no se socializan.
Indiferente a todos los hackeos y engaños que acaban en robos, Bitcoin perdura, se fortalece y retiene valor. Las desgracias de los incautos y horriblemente imprudentes pueden impactar de manera transitoria en el precio, pero Bitcoin se mantiene incólume y nunca le quita a los prudentes para recompensar a los descuidados.
Hay dos defectos insalvables que hacen de Bitcoin una moneda muy problemática: En primer lugar, la economía social de Bitcoin está destinada a la deflación crónica. En segundo lugar, ya hemos visto el surgimiento de una aristocracia de Bitcoin que, además de las cuestiones de justicia distributiva que plantea, evoca serios temores sobre la capacidad de unas pocas entidades o personas para manipular la moneda de tal manera que los enriquezca a expensas de la inestabilidad financiera.
En estas últimas dos oraciones Yanis está en lo cierto. En la primera, totalmente; en la segunda, hasta cierto punto. Hay una aristocracia dentro de Bitcoin que conserva increíbles sumas de valor y acceso al capital. Esta aristocracia no está osificada, sino que es fluida y acepta en sus filas a personas en función de sus méritos, capacidades y recursos. No se asemeja a la aristocracia petrificada del feudalismo que fuera barrida por el capitalismo, sino a la aristocracia flexible que trajo el capitalismo. Aunque la vieja aristocracia capitalista fue subvertida y corrompida por la perversión socialista, Bitcoin permite a la nueva aristocracia capitalista repeler los ataques socialistas.
Respecto a la cuestión de la justicia distributiva, ningún otro sistema monetario en la historia ha sido tan justo en su distribución. Muchos early adopters que impulsaron a Bitcoin y lo convirtieron en un proyecto viable en la etapa más difícil de su desarrollo han logrado incrementar sustancialmente su seguridad material, al entregar parte de su patrimonio en bitcoins a aquellos que pasarían a formar parte de la aristocracia. Así es como las monedas se han ido distribuyendo entre las personas que comprenden su valor y entre quienes trabajan productivamente en los problemas que es preciso resolver. No se puede concebir algo más justo.
El dinero es, y sólo puede ser, un asunto político, porque la única manera de mantener el rumbo entre el peligroso crecimiento estilo Ponzi y el estancamiento, es ejerciendo un cierto grado de control colectivo racional sobre la oferta monetaria. Y como ese control tiene que ser político, puesto que diferentes políticas monetarias afectarán a distintos grupos de personas de manera diferente, el único modo decente en el que se puede ejercer dicho control es a través de una institución democrática colectiva.
Al volver sobre la idea del título del artículo (que Bitcoin es «dinero apolítico»), queda claro el error. Bitcoin como dinero es sumamente político, en tanto que elimina el robo y la pobreza organizados y cultivados por el socialismo. El «control colectivo racional» de la oferta monetaria existe en forma de consenso definido por un código informático inmune a la influencia del socialismo. Claro que, en sí mismo, Bitcoin es apolítico. Pero la limitación al poder de los movimientos populistas y enaltecedores de la idiotez, encabezados por tipos como Yanis a través de los siglos XIX y XX, es algo netamente político.
Bitcoin es apolítico, excepto por el hecho de que, mediante la cruda verdad de las matemáticas y la economía real, se opone necesariamente a todas las formas de socialismo. Desde el nacionalsocialismo de Hitler hasta el socialismo abiértamente idólatra de Pol Pot, Bitcoin se opone a esa forma del robo gracias a su mera existencia y su inquebrantable dureza. Bitcoin solo puede ser una fantasía apolítica en los sueños de Yanis Varoufakis. En la vida real, Bitcoin existe.