Fuente: Jakub Bożydar Wiśniewski
Tal vez uno de los signos más alentadores de que la humanidad está saliendo gradualmente de una sociedad dirigida y avanzando hacia una sociedad comercial, es que el prestigio del «intelectual público» ha desaparecido. Ya no hay Einsteins ni Freuds –intelectuales cuyos nombres todo el mundo sabe y cuyas ideas influencian, al menos inconscientemente, a todo el mundo–. Quienes hoy son reverenciados por sus logros intelectuales no son teóricos académicos, sino emprendedores innovadores, tales como Gates, Jobs, Zuckerberg o Satoshi Nakamoto.
Este es un avance intelectual y moral muy saludable, una señal de que la reverencia intelectual está dirigiéndose a quien la merece –aquellos cuyas propuestas y sus implementaciones han ganado en el mercado libre de ideas acerca de cómo mejorar la vida de la gente en sus distintos aspectos–. Esto parece indicar que existe un reconocimiento generalizado, al menos inconsciente, de que lo que se necesita para el progreso material, cultural y moral de la humanidad no son «grandes ideas» totalizadoras y «grandes hombres de Estado» que las pongan en práctica, sino inteligencia empresarial, inteligencia que no teme al ensayo y error en un mundo contractual altamente competitivo y descentralizado.
Esta es, para mí, una visión intelectual, moral y estéticamente insipradora de la sociedad civilizada, que todos debemos esforzarnos en promover como un ideal práctico y en implementar como una realidad práctica.