¡Es el efecto de red, estúpido! (X)

tebasVer parte 9

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Aclaración: el título de esta entrada hace referencia a la frase del estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, James Carville, luego popularizada como «¡Es la economía, estúpido!«.

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El socialismo tuvo que disfrazarse de proyecto científicamente validado para embelesar los oídos del siglo XX, pero su esencia es exactamente la misma que ya latía en las primeras formas que adoptó el Estado cuando este emergió por primera vez –al menos como estructura estable– hace unos cinco mil años, con la unificación del antiguo Egipto bajo un único faraón. La pirámide sigue intacta: unos mandan y otros obedecen; unos parasitan y otros producen; unos cobran “tributos” y otros los pagan para evitar el castigo; unos toman y distribuyen discrecionalmente los recursos ajenos y otros viven bajo constante amenaza de expolio. Todo lo que ha cambiado es el título de quienes ocupan el ápice de la pirámide, y la justificación de su poder.

Nosotros ya no creemos que los gobernantes son dioses, o enviados de los dioses, o elegidos por los dioses; ahora creemos algo aún más absurdo: que los gobernantes son simples seres humanos, pero con poderes divinos que las mayorías circunstanciales pueden otorgar o revocar (el poder de usar el monopolio de la fuerza para sanar a los enfermos, educar a los ignorantes, emplear a los desempleados, llevar felicidad a los desdichados, riqueza a los pobres, entretenimiento a los que están aburridos, etc.). Estos poderes no son atributos fácilmente reconocibles que luego, una vez ocupado el puesto más alto en la jerarquía política, el gobernante puede utilizar, sino que se adquieren de alguna manera al ser elegido este por una masa de analfabetos funcionales.

idiocraciaA medio camino entre el pensamiento mágico y el religioso, el credo socialista es hoy ampliamente aceptado por una grey convencida de que:

1- Los favores del Estado son gratuitos (se materializan gracias a la bondad de las autoridades).

2- Cualquier necesidad no satisfecha es un “derecho” que está siendo violado (y las autoridades deben hacerlo respetar).

3- Si le otorgamos todo el poder al candidato que más beneficios promete (léase: al más hipócrita e inescrupuloso de los trepadores), los problemas sociales irán solucionándose.

Los antiguos egipcios tenían buenas razones para eximir a los gobernantes de las reglas que se aplicaban a los demás seres humanos: al fin y al cabo, los faraones eran considerados dioses o encarnaciones de dioses. ¿Pero qué justificación tenemos hoy nosotros?

El principal desafío de los que ocupan el ápice no ha cambiado en cinco mil años: mantener a los habitantes de la base –los miembros de la clase productiva– convencidos de que sin la pirámide todo está perdido.

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