Hace unas semanas tuve la oportunidad de entrevistar a Gaspar Llamazares, largo y tendido, para una entrevista que se publicará en el próximo número de la revista Cannabis Magazine en España. Aunque el acuerdo inicial era de “una hora y no más”, porque la cercanía a las elecciones del 20 de Diciembre en España no dejaban mucho tiempo al veterano político de Izquierda Unida, tuvo la amabilidad de dejar que le robásemos 90 minutos para preguntar sin condiciones de ningún tipo, sobre cualquier asunto y con total libertad.
Supimos que lo de ser médico le venía de casta –como al galgo– ya que su padre era médico rural y hacía las visitas a los pacientes con él, pero que su implicación política cuando fue universitario y después, le llevo a una disyuntiva vital en la que, al tocarle elegir entre ejercer la medicina u ocupar la secretaría general del partido, optó por la política activa.
Que no se arrepiente, y le vi decirlo con honestidad: que se sentía bien con ello y que había recibido más alegrías que penas de su actividad política. Es una persona que, independientemente de sus posturas ideológicas, se hace apreciar por su forma directa y clara de comunicarse. Y que esperaba retirarse antes de que le retiren, marcharse antes de que nadie tuviera que decirle que se hiciera a un lado, porque le quedaban muchas cosas por hacer a las que no había podido dedicar mucho tiempo en sus 57 años actuales, como por ejemplo viajar desde el “incidente con el FBI” en el que –sin consentimiento de ningún tipo– tomaron su foto de un cartel electoral y la usaron para hacer caracterizaciones simuladas de cómo podía ser Bin Laden en ese momento.
No pude evitar preguntarle cómo había acabado aquello, y es que –usando un refrán español– además de puta le tocó poner la cama.
Pregunta Symposion: ¿Has tenido problemas tras aquel incidente, a pesar de que el daño lo causaron ellos hacia tu persona y es evidente que no eres un terrorista islámico?
Responde Gaspar Llamazares: Me recomendaron –gente del ámbito de la seguridad– que no viajase a determinados países, así que no era un tema menor. Tengo un amigo empresario que tiene el mismo nombre que un ex-terrorista de ETA y cada vez que va a un determinado país, le detienen, le desnudan, le meten en un calabozo y tarda 24 horas en salir. Incluso repitiendo varias veces en el mismo país, en el que ya se lo han hecho antes. Esas cosas de la seguridad no parecen ser tan fáciles de cambiar, incluso en países que tienen impresionantes desarrollos telemáticos y medios sobrados para identificar a cualquier persona, en las aduanas funcionan con legajos y papelotes.
P: ¿Has pasado desde entonces, aunque sea en transbordo o escala, por USA?
R: No, y precisamente es donde más me han recomendado que no lo haga. El actual rey, Felipe VI, tampoco tuvo una buena experiencia en Miami, debido a la presencia de sus escoltas, y aunque esas cosas se gestionan a “nivel de estado”, eso no va con los americanos. Lo suyo son normas, y normas que se aplican a rajatabla. Yo creo que una parte de su comportamiento es legalidad, pero hay otra de humillación y disuasión sobre el que viene de fuera.
No quise dejar de preguntarle, como médico y como político, por el derecho a disponer de la propia vida y a decidir las cuestiones relativas a la propia muerte, y fue valiente en su respuesta.
P: ¿Derecho a morir dignamente, a nivel médico, para cuándo? ¿Y el derecho a disponer de la propia vida, fuera de una situación de “terminalidad clínica”, como en el caso del tetrapléjico Ramón Sampedro que, tras años de lucha legal por el derecho a morir, tuvo que acabar tomando cianuro? ¿Por qué no podemos contar con un profesional médico que nos ayude a tener una buena muerte si es nuestra decisión?
R: Por dos razones. La primera es que existe un prejuicio religioso en nuestro país, que intenta aplicarse a creyentes o no creyentes sobre el derecho a disponer de nuestra propia vida. Y la segunda, por la “borrachera tecnológica” que piensa que puede derrotar a la muerte y sigue intentando luchar contra ella hasta el último minuto. Esa combinación es lo que provoca el ensañamiento terapéutico o que no salga adelante una ley de muerte digna, que hemos planteado decenas de veces en el congreso pero se ha rechazado siempre. La ley de últimas voluntades –como los cuidados paliativos– es más para los momentos finales de la vida en entorno médico común. Lo otro sería el suicidio asistido: yo decido y alguien me ayuda, pero eso es parte del código penal. ¿Fecha? Lo que falta en las leyes es reconocer lo que ya existe en la realidad social. La eutanasia pasiva se ha aplicado y se aplica desde siempre, acortando la vida cuando no merece la pena vivirla, pero no se reconoce legalmente y eso desprotege al ciudadano, ya que la voluntad del ciudadano queda –como en el caso de la niña Andrea– en manos de un juez y un médico, y no resulta siempre lo mejor así. Los mismos que no se preocupan de que un anciano esté en una residencia privada tratado como un perro, y no vigilan a esos centros que están sangrando a las familias, son los mismos que luego dicen que ese anciano no tiene derecho a disponer de su propia vida y decidir cuando muere. Es una hipocresía legal que se basa en asuntos religiosos y morales: es la hipocresía del “eso existe pero yo no quiero legalizarlo”.
Y acabamos llegando hasta las nuevas tecnologías, Bitcoin y Silk Road incluidos, con opiniones sobre ambos asuntos.
P: Las nuevas tecnologías, nos han traído cosas como Tor y su navegación anónima, encriptación de mensajes a prueba de jueces o fisgones, y la posibilidad de realizar pagos con una moneda como Bitcoin, que escapa a todo intento de control por parte de gobiernos o estados. ¿Qué opinas de estos avances derivados de la tecnología?
R: Teníamos ayer entre compañeros un debate sobre una nueva aplicación llamada “la carpeta del paciente” en Internet y hay una cierta preocupación sobre las nuevas tecnologías, porque aunque son neutras en sí mismas, su uso puede ser negativo o positivo. Tú puedes tener un médico en la India, que informe una radiografía “por 4 rupias”, y eso destruye un puesto de médico en Europa, cambiándolo ademas por menor calidad ya que informa una prueba diagnóstica sin conocer al paciente o al resto del equipo médico. Las nuevas tecnologías son avances muy importantes, pero depende del uso que se les dé lo positivo o negativo que generan para nosotros.
P: ¿Y cómo ves al Bitcoin exactamente, siendo una transmisión de valor fuera de control?
R: Ni positivo ni negativo, neutro. Si lo usas para un fraude económico, será negativo. Si lo usas para libertarte de la concentración bancaria y del dominio que puede tener sobre los intercambios el estado o grandes organismos internacionales, pues será positivo. Aunque ya que esa moneda no puede ser intervenida desde el estado ni someterse por fuerza a impuestos, habría que establecer una forma de extracción impositiva global. De lo contrario, acabaríamos en una competencia impositiva a la baja, y cuando sólo quedasen los impuestos sobre el consumo –igual para un pobre que para un rico– poder argumentar entonces que no se pueden mantener los servicios públicos ya que no hay ingresos.
P: La combinación de Tor y Bitcoin, abrió la puerta al conocido Silk Road, mercado anónimo de drogas en Internet que, aunque ahora extinto, su modelo ha quedado como paradigma de solución digital frente a la “guerra contra las droga y sus usuarios”. A su creador, Ross Ulbricht, le sentenciaron por haber iniciado y mantenido dicho mercado durante 18 meses, a 2 cadenas perpetuas y 35 años. ¿Es lógico, hoy día, afrontar así una innovación tecnológica que alejó a los consumidores de la violencia asociada a dichos mercados –incluyendo la policial– y que los acercó a la “Reducción de Riesgos” en el uso de drogas?
R: El caso de Ross Ulbricht es un caso dramático, es una barbaridad la sentencia con respecto a los hechos. La primera reacción siempre ante algo nuevo es esa, la represión, e intentar amordazar a quien ha abierto la puerta. Pero en este caso, su creación ha abierto una brecha en el sistema y en estos momentos ha abierto también una brecha en el debate internacional sobre las drogas: no es el mismo debate desde la guerra abierta en México o desde la aparición del paradigma informático de Silk Road.
P: Gaspar, si tuvieras que pasar un mensaje importante a tus descendientes y sólo uno, ¿cuál sería?
R: El mensaje que dejaría es el de la cooperación humana, porque es el único que puede salvarnos social y ecológicamente.
Desde luego, puedo estar en desacuerdo con este caballero en muchas cuestiones ideológicas, pero lo cierto es que en otras no me queda más remedio que coincidir plenamente. Y además, es el primer político español –con presencia en la alta política– que se expresa sobre la moneda digital que otros parecen ignorar: Bitcoin.
Fue una estupenda velada. Muchas gracias, Gaspar.