Por José M. Pérez
La exploración espacial siempre ha sido cosa de gobiernos. Qué mejor que ilusiones imposibles para mantener esclava a la gente. No niego que los logros de la NASA y sus amigos no sean admirables y fascinantes; niego que representen la exploración genuina, o el realismo de una economía avanzada, racional y madura.
Richard Branson podrá conseguir su meta, y aprovechar el tirón de Bitcoin para publicitarla entre un público al que le cuesta distinguir entre una Playstation y la realidad; pero lo de Mars One (sondas y asentamientos humanos en Marte) ya es demasiado. No sé cuántos más habrá que quieren asociar sus viajes espaciales con Bitcoin, pero esto sin duda no ayuda a la percepción de la moneda como algo legítimo y superior al dinero estatal.
Claro que Mars One puede aceptar lo que quiera, y es normal que cualquier gran empresa que incluya a Bitcoin sea noticia todavía. Lo que me parece destacado en la noticia es lo que simboliza acerca de cómo la sociedad percibe todavía estas cosas.
Si la situación fuera opuesta y nos encontráramos en el mundo de la “tiranía Bitcoin”, y unos emprendedores nos presentaran el dólar, ¿no sería precisamente ese tipo de empresas las que se asociarían con él si tuvieran como objetivo algo más allá de la propaganda? Claro que sí. Nunca en el mundo se ha visto nada tan ambicioso y riesgoso como mandar seres humanos a Marte, que requiera tanta fuerza de voluntad por encima de limitaciones económicas y naturales. Una moneda fiduciaria será siempre preferida por aquellos cuyas acciones y objetivos se basan en la fe.
En una “tiranía Bitcoin”, este tipo de iniciativas sería lo último que se asociaría con la moneda. Los caprichos de la exploración espacial tripulada son la consecuencia de las locuras de los deseos del hombre, tan profundamente desconectados de las prioridades de su existencia como lo está el dólar. Si este no fuera el caso podríamos estar seguros de que Bitcoin ya se hubiera impuesto en la Tierra – ¡y el dólar para los marcianos!
“No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Un solo mundo, nuestro mundo, nos basta, pero no nos gusta cómo es.” – Stanislaw Lem (Solaris)