Cuando dejamos de ver a los reguladores como a un grupo de señores muy preocupados por la «protección de los consumidores», y empezamos a verlos como lo que realmente son – un grupo de señores dedicados a la venta de privilegios – , las palabras de Joerg Platzer, uno de los candidatos a integrar el Consejo de la Fundación Bitcoin, cobran sentido: «Si el ojo de Sauron se posa sobre ti, ¡huye de Mordor!».
Vía Bitcointalk
¿Se imaginan a Gutenberg yendo a Roma a hacer lobby para que el papa apruebe la imprenta?
Existe una brecha que atraviesa a la comunidad Bitcoin: la que separa a quienes están a favor de quienes están en contra de someter a Bitcoin a las regulaciones y el control estatal.
Quiero dejar muy claro de qué lado estoy: presionar para que Bitcoin sea encajado en el marco regulatorio del sistema financiero actual es un derroche absurdo e irresponsable de recursos.
Los reguladores no se detendrán en los sitios de intercambio, pues está en su naturaleza aspirar a controlar no el 50% ni el 99% sino el 100%, siempre. “Un poco regulado” es tan factible como “un poco embarazada”. Quienquiera que defienda las negociaciones con el objetivo de apaciguar al gobierno es un soñador, ya que nunca he visto a un gobierno contemporizar de buen grado con sus súbditos.
Es posible, aunque ahora parezca improbable, que Bitcoin sea cooptado en el plano político y convertido en algo controlable. Esto es lo que la gente del lado pro regulaciones desea, y en última instancia supone la implementación de la reversión de pagos a nivel del protocolo, el mantenimiento de listas negras o blancas y medidas «anti-lavado de dinero» a todos los niveles, incluso para transacciones persona a persona.
Pero aún en el caso improbable de que Bitcoin acabe siendo transformado en un Paypal 2.0, el auge de la cripto-moneda no se detendrá sino que simplemente se retrasará un poco, y la próxima moneda digital descentralizada – más resistente, con mayor poder de recuperación y adaptación – estará esperando a la vuelta de la esquina. Si el Papa hubiera logrado el control sobre la primera imprenta de Gutenberg, para que esta solo fuera capaz de imprimir biblias en latín, la siguiente imprenta libre habría sido construida al día siguiente por otra persona.
Tal como lo fue en su momento la imprenta, la cripto-moneda es el tipo de invención que cambia las cosas para siempre. La primera le quitó a la Iglesia el monopolio sobre el contenido de los libros, mientras que la segunda se llevará el monopolio del gobierno sobre la creación de dinero. Este tipo de cosas no dan marcha atrás; la tecnología está disponible y ya no será olvidada.
En síntesis: no se puede regular lo irregulable, así que – por favor – dejemos de gastar energía en la absurda tarea de intentar seducir o presionar de alguna manera a los entes reguladores.
¿Y qué hacer, entonces?
Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para informar y educar acerca de los cambios que se avecinan, con el objeto de ayudar a suavizar la transición hacia la creciente cripto-economía.
Deberíamos tratar de internacionalizar la Fundación, y ubicar su centro fuera de los Estados Unidos. La de EE.UU. es una economía ridículamente sobrerregulada, por un régimen que intenta abolir la privacidad en todos los aspectos de la vida de las personas. No hay en el mundo un ambiente más hostil para con Bitcoin. Necesitamos encontrar sitios más propicios para la innovación, y jurisdicciones más respetuosas de la privacidad, si queremos que Bitcoin despliegue todo su potencial cuanto antes.
Llegará el día en que sean los gobiernos los que se vean obligados a competir entre ellos para seducir a la comunidad Bitcoin, si quieren beneficiarse con el crecimiento de este inmenso mercado emergente.