Fuente: Foundation for Economic Education Por Andreas Antonopoulos
Desde el fin del patrón oro, las diferentes monedas del mundo han flotado libremente entre sí. Este sistema inauguró una competencia de suma cero entre las monedas que, cuando se ve reforzada por el nacionalismo, se convierte en una guerra global por la dominación.
En lugar de centrarse en las industrias competitivas y el comercio en beneficio mutuo, muchos países hoy en día utilizan su moneda como un arma para inclinar el comercio a su favor. Al manipular las monedas, por lo general a través de la devaluación, los gobiernos pueden simultáneamente exprimir las ganancias de las grandes corporaciones, aligerar la deuda nacional y desestabilizar las economías de los rivales. En el proceso, también destruyen el valor de los ahorros de sus propios ciudadanos.
Pero en medio de esta guerra de divisas global nació Bitcoin, un sistema que socavará todo lo que pensábamos que sabíamos acerca de las monedas.
Dinero de bandera
Varias generaciones han crecido con un concepto del dinero que está estrechamente ligado a una identidad nacional, y que compite implícita o explícitamente contra los dineros de otras naciones. La moneda ya no es un bien escaso; lo que es escaso es el derecho a crear moneda, una prerrogativa de los Estados-nación. Por tanto, la hipótesis que prevalece es que para que surja una nueva forma de dinero, este debe reemplazar a una vieja moneda. Hay 194 monedas en el mundo, cada una de ellas una «moneda de bandera» de una nación, concepto este tan anacrónico como el de «aerolínea de bandera» de la década de 1970.
La alineación de las monedas con las fronteras nacionales tiene una cierta justificación en un mundo de billetes de papel, restricciones a los viajes, restricciones al comercio y regulaciones bancarias. Las fronteras nacionales significan territorio para los bancos, pasos de frontera para los ciudadanos, y monopolios naturales para las distintas monedas. Es normal, entonces, que la mayoría de las personas que han nacido y crecido en este contexto crean que la geografía, las fronteras, el monopolio, etc. son características inherentes al dinero.
Nada más lejos de la verdad.
Bitcoin el inadaptado
La introducción de monedas descentralizadas, no nacionales, instantáneamente globales y enteramente digitales como el bitcoin es un abierto desafío a estas suposiciones básicas.
El artificio de las fronteras desaparece cuando la moneda es instantáneamente global, fluida, electrónica y descentralizada. Bitcoin ignora fronteras exactamente de la misma manera que Internet lo hace. En el contexto de las monedas de bandera nacionales, una moneda sin fronteras, no estatal, es una aberración que rompe con el paradigma dominante. Si el dinero no tiene fronteras, de pronto la competencia entre monedas nacionales se torna irrelevante. Bitcoin no tiene que «reemplazar» nada, porque no es parte del juego de suma cero de las monedas de bandera.
Lo que ocurre es que la moneda que alguna vez fue una constante geográfica pasa a ser una elección de los consumidores.
Cuando las naciones establecen monopolios sobre las líneas aéreas, erosionan la competencia y perturban el funcionamiento del mercado, pero al menos no inician guerras. En materia de dinero, sin embargo, el nacionalismo y los monopolios nacionales son muy perjudiciales y tienen un vínculo directo con la guerra. Las guerras de divisas se han convertido en las guerras de poder de este siglo, con decenas de países encerrados en una espiral devaluatoria para externalizar el costo de su deuda. Las guerras de divisas pueden incluso ser las precursoras de las guerras literales, y aún cuando no conducen a bombardeos pueden devastar economías.
En este contexto, las monedas no nacionales como el bitcoin no sólo están revelando el pintoresco y anacrónico desatino del monopolio estatal sobre la moneda; también están ofreciendo un refugio seguro y una válvula de escape para los ciudadanos de las naciones devastadas por la guerra de divisas.
Bitcoin y otras monedas digitales descentralizadas no están tratando de desplazar a otras monedas, dominar un país o establecer un monopolio. Son supranacionales desde el momento de su creación, y se resisten obstinadamente a encajar en las estructuras regulatorias existentes. Pero el contexto imperante de monedas nacionalistas se hace evidente en las preguntas que rodean a estas monedas digitales. Por ejemplo: ¿Qué país será el primero en adoptar Bitcoin? El primer «lugar» en adoptar Bitcoin no es un lugar, sino la gente de todo el mundo.
¿Desbancará Bitcoin al dólar como moneda de reserva del mundo? No. Bitcoin coexistirá con todas las monedas nacionales, ofreciendo una alternativa global, no nacional, a la gente en todas partes.
¿Puede convertirse Bitcoin en la moneda universal? El concepto mismo de una moneda universal tiene tan poco sentido como el de un lenguaje universal. Después de todo, las monedas son una forma de lenguaje, un medio de expresión de valor. Bitcoin representa una nueva opción monetaria, y al ofrecer esa opción promueve un mundo de pluralismo monetario, no la caricatura distópica de moneda única que surge de una guerras de divisas.
Un inadaptado como Bitcoin hace añicos todo ese contexto y nos permite ver a la moneda nacionalista como la caricatura que es.