Fuente: Joe Coin
Traducido al español por majamalu
«El arma mortal no es Bitcoin, sino la cadena de bloques.»
He escuchado esto de varios reconocidos gurúes de la tecnología. Y es algo increíblemente desacertado.
Lo que interpreto cuando escucho esa muletilla es, más precisamente, algo como esto:
Un sistema descentralizado de consenso que utiliza árboles de Merkle, basado en pruebas del trabajo (o incluso en prubas de participación), es el «arma mortal». La implementación específica de una cadena de bloques que llamamos Bitcoin morirá y será reemplazada por una implementación superior.
En realidad, es Bitcoin lo que permite que la cadena de bloques haga su magia, y no al revés. Analicemos por qué.
Teniendo en cuenta el requisito fundamental de preservar la descentralización, el problema que Satoshi tuvo que resolver al diseñar Bitcoin era el siguiente: cómo incentivar a quienes participan en la red para que gasten recursos en transmitir, validar y almacenar transacciones. El primer paso para resolver este problema es el simple reconocimiento de que se debe proporcionar algo de valor económico a cambio.
El siguiente paso es averiguar qué cosa de valor puede ser utilizada. Quizás Satoshi consideró el envío de una nota de agradecimiento escrita a mano, con la foto de un gato, a cada minero que descubre un nuevo bloque. Aunque probablemente no. Tal vez podría haber ofrecido algo que es universalmente comercializable, como una cantidad fija de oro en lingotes. Y puesto que este sistema iba a funcionar en Internet, habría tenido que crear pagarés digitales que eventualmente pudieran ser intercambiados por una cierta cantidad de oro que permanece guardado en una bóveda.
Adiós descentralización. Hemos reinventado e-gold, y lo que sigue es la prisión domiciliaria.
Después de buscar por un tiempo algún objeto de valor preexistente para utilizar como incentivo, finalmente caemos en la cuenta de que Satoshi no podría haber usado nada preexistente. ¡El incentivo tenía que ser creado y existir enteramente dentro de la propia red!
En otras palabras, la cadena de bloques y las unidades monetarias correspondientes están inextricablemente unidas. La unidad monetaria proporciona el combustible para que la cadena de bloques pueda operar, y la cadena de bloques proporciona el consenso sobre quién es el dueño de qué unidades monetarias. No existe ingeniería capaz de separar una de la otra.
Otra fuente de confusión en esta discusión –probablemente originada en malentendidos comunes en relación a la naturaleza del dinero– es la idea de que pueden existir de forma estable múltiples cadenas de bloques compitiendo entre sí para ofrecer la herramienta de consenso más fiable y más rica en funciones. No, no pueden.
Al igual que un patrón monetario, una cadena de bloques experimenta las consecuencias del efecto de red. Todos los recursos dedicados a la minería de una cadena de bloques son recursos que no se dedican a otra. Múltiples cadenas de bloques, por lo tanto, tienden a experimentar el efecto Highlander, donde las más débilmente minadas (y por lo tanto más inseguras) se tornan cada vez menos confiables mientras que otras absorben su poder de cómputo, así como la demanda latente de unidades monetarias.
Pero supongamos que una criptomoneda 2.0 reemplaza a Bitcoin y los bitcoins pierden todo su valor. En ese caso, la confianza en la categoría de criptomonedas en general quedaría, creo, irreparablemente dañada. Si una criptomoneda 2.0 acaba de reemplazar Bitcoin, no hay nada que impida la sustitución de la criptomoneda 2.0 por una criptomoneda 3.0, que provoque a su vez la pérdida de valor de las unidades monetarias de la 2.0. Y así ad infinitum.
Una vez establecido el precedente de que las criptomonedas son transitorias, el final del juego sería conocido de antemano por todos y ningún actor racional –menos aún una masa crítica de actores racionales– conservaría las unidades monetarias de una criptomoneda. Hay que recordar que, por definición, un criptomoneda es descentralizada y se basa en el consenso. Cuando fallan las monedas fiat, estas pueden contar con la hegemonía gubernamental para volver a circular. Las criptomonedas no tienen ese privilegio.
En resumen, Bitcoin fue la criptomoneda pionera. Está muy por delante de su competencia, y superarla será un reto formidable para cualquier otra criptomoneda actualmente existente, desde los simples clones como Litecoin, pasando por sistemas teóricamente elegantes como Ethereum y otros bien comercializados pero carentes de sustancia como Paycoin, hasta banalidades como Dogecoin.
Por diseño, Bitcoin puede ser adaptado y mejorado sin destruir el valor de sus unidades monetarias. Si se descubre un método innegablemente superior para operar una cadena de bloques, es mucho más probable que este sea incorporado a Bitcoin y que los mineros lo acepten de lo que es que todos ellos se sienten a ver cómo Bitcoin muere mientras es superado por otra criptomoneda.
Nadie sabe a ciencia cierta si el concepto de una cadena de bloques protegida por pruebas de trabajo va a ser el ganador, pero si fuera el caso llegará a serlo impulsado por una unidad monetaria subyacente, y soy actualmente incapaz de ver cómo cualquier otra unidad monetaria que no sea el bitcoin puede ser la ganadora.