«¿Él os ha traído la verdad y lo condenáis? ¡Arrogancia!»
Hay dos tipos de personas involucradas en Bitcoin hoy día.
Están aquellos que quieren que Bitcoin sea dinero en efectivo digital para sí mismos y para todo el mundo, y aquellos que quieren que sea un club para «cypherpunks» agorafóbicos y una excusa para mirar con desprecio a los incultos y burlarse de ellos.
Para los primeros, Bitcoin es una herramienta que hace posible el aumento de la riqueza y la libertad para sí mismos y para otros en todo el mundo. No hay requisitos ni se pide nada. Dan la bienvenida a todos los que quieran probar Bitcoin, en los términos que deseen, tengan la mentalidad que tengan, desde cualquier nivel de conocimiento y experiencia; no importa.
Para los segundos, Bitcoin es un símbolo de su autoconcedida superioridad, un garrote para usar contra intrusos, una insignia santurrona que dice a los recién llegados «marchaos, a menos que os arrodilléis ante nuestra forma de pensar». Es un cheque en blanco a la grosería. Es una oportunidad para exhibir conocimientos frente a un grupo pequeño y cerrado de colegas y acólitos. Un círculo de memos.
Los primeros hacen cosas como ayudar a negocios a configurar BitPay en su página web. Envían pequeñas fracciones de bitcoin a amigos. En vacaciones enseñan a su abuelita cómo configurar una cartera. No les importa si los demás pasan por el mismo rito de iniciación que ellos, ni si comprenden en profundidad todos los aspectos de esta tecnología; tan sólo quieren despertar su entusiasmo y que aprendan a usarlo en su propia vida.
Los últimos dicen a la gente, tal como escuché en el Crucero de CoinsBank, que se vayan si no han leído los textos sagrados (Szabo y otros). Dicen cosas como que «Bitcoin no es para gente que gane menos de USD2 al día», o se ríen de otros por querer comprar un café con Bitcoin. Cuando ven una tienda que usa Bitpay, boicotean y difaman porque BitPay no cumple sus estándares de «dedicación a Bitcoin.» Puede que teóricamente quieran la adopción, pero solamente de un modo que mantenga las jerarquías y reglas de su club.
Están acostumbrados a sentirse especiales y se niegan desesperadamente a perder ese sentimiento al haber más gente entusiasmada con Bitcoin. ¿¡Cómo te atreves a usar Bitcoin de un modo que yo no apruebo!? ¡¿Cómo te atreves a pensar que es para darle un uso diario?! Lee a Szabo o cállate, dicen ellos. Son como los sacerdotes que trataron de evitar la traducción de la Biblia porque sabían que perderían su autoridad si alguna vez se difundía entre la gente corriente.
Y este último grupo de Bitcoiners sabe que su hora ha llegado. Tienen miedo de que el mundo continúe sin ellos. La verdad es que no son especialmente importantes para Bitcoin y nunca lo han sido. Han podido mantener el engaño durante mucho tiempo porque Bitcoin era muy pequeño. Se imaginaban que eran, como dice Daniel Krawisz, los reyes de Narnia, pero ahora están aprendiendo una dura lección:
Bitcoin no es un grupo de amigos. No es un club. No es una comunidad. No es una excusa para hacer gala de superiores conocimientos. No es un rito de iniciación, ni un hobby, ni un proyecto de ciencia. A Bitcoin no le importa quién seas ni cuánto sepas o no sepas.
Es dinero en efectivo digital peer-to-peer. Y la gente que lo entiende va a sacarlo adelante, les guste o no a los miembros del club.