Por Luis Rodríguez (@RodLuis995)
Estamos viviendo una época en la que el intervencionismo tiende a incrementarse y el sobredimensionamiento de los Estados se hace evidente. Tales cosas se manifiestan principalmente a través de fuertes regulaciones en el área económica y una vulneración sistemática de la privacidad y la autonomía de las personas. Las libertades sociales, políticas y económicas se contraen –en algunos países más rápido que en otros– y ceden espacio tanto al socialismo (puesto en práctica tanto en sus variantes más puras como en las más suaves) como al nacionalismo y al mercantilismo. Las conquistas corporativas, el «Estado de bienestar» y los grupos de presión cuyos intereses contrarían la igualdad jurídica se vuelven cada vez más fuertes, lo que inevitablemente privilegia a unos a expensas de otros.
En muchos países, las reglas de juego se han vuelto cada vez más impredecibles, el proteccionismo ha aumentado y las barreras de entrada a los sectores productivos se mantienen o se hacen cada vez más altas. Mientras tanto la gente, por lo general, en lugar de protestar defiende el poder coactivo e incluso pide una dosis mayor. La confianza en el Estado paternalista cada vez se hace más fuerte, y cada nuevo fallo en este sistema suele ser achacado a la voracidad del egoísmo humano.
Desde mi perspectiva, el rumbo de la sociedad ha tomado un desvío, descartando parcialmente la interacción pacífica y cayendo en la tentación del uso de la fuerza que ofrece el poder político. Sin embargo, confío en que este desvío será temporal, y que el río encontrará su cauce. Las leyes que rigen el comportamiento humano vuelven a hacerse evidentes cuando menos lo esperamos, siendo que la naturaleza humana, si bien siempre se adapta al contexto en el que se expresa, fundametalmente no cambia. Tarde o temprano, toda distorsión en el orden social recibe una respuesta, y Bitcoin es una de las más creativas al menos en los últimos 20 años.
Gracias a Bitcoin, la presión por volver a formas más sanas de dinero ya no puede ser ignorada, y si bien no pretenderé augurar cuándo o cómo será la transición, confío en que los gobiernos y los grandes bancos tendrán que replantear varias de sus posiciones en un futuro no lejano.
Una de las formas en las que podemos ver a Bitcoin es como una herramienta que nos facilita la acción contraeconómica en resistencia a los controles abusivos. Para quienes no lo conocen, Contraeconomía es un término acuñado por el activista y teórico libertario Samuel Konkin III, quien lo definió como “un método empresarial y revolucionario consistente en la acción directa realizada a través del mercado negro o gris” que implica un ejercicio pacífico de nuestra libertad individual al margen del Estado. La Contraeconomía nos ayuda a alcanzar cierto grado de independencia personal en un contexto de creciente estatismo, y nos devuelve el acceso a todo un abanico de opciones de las cuales de otra forma nos veríamos privados.
La contraeconomía es la suma de toda acción humana no agresiva, que esté prohibida por el Estado. La contraeconomía incluye el mercado libre, el mercado “negro”, la “economía subterránea”, todos los actos de desobediencia civil y social, todos los actos de asociación prohibida (sexual, racial, interreligiosa), y cualquier otra cosa que el Estado, en cualquier tiempo y lugar, opta por prohibir, controlar, regular, gravar o tarifar. La contraeconomía excluye toda acción aprobada por el Estado (mercado “blanco”) y el mercado “rojo” (violencia y robo no aprobados por el Estado).
Samuel Konkin III
Una cosa que me parece importante señalar en relación a este tema, es la visión que se tiene desde el agorismo sobre los mercados violentos. El robo, el asesinato y la extorsión son algunos de los crímenes cometidos en los “mercados rojos (y rosados)” que se consideran ajenos a la acción revolucionaria, ya que con autorización o no del Estado, una persona solo puede disponer legítimamente de aquello a lo que tiene derecho, y la vida, libertad y propiedad de otras personas no son parte de ello.
Los mercados rojos manchan el buen nombre de los medios que se usan para contratar “servicios” y comprar productos dentro de ellos. Cosa que preocupa, y con razón, ya que no es lo mismo asociar Bitcoin con la compra clandestina de marihuana o la evasión de controles de cambio, que relacionarlo con la contratación de sicarios en la deep web. Una vez una moneda es usada para este tipo de operaciones criminales, fácilmente los despistados se levantan contra ella antes de evaluar las acciones por sí mismas, y eso es algo que los enemigos de Bitcoin han aprovechado en múltiples ocasiones, afortunadamente sin mucho éxito, puesto que pruebas existen sobre el uso mayoritariamente legítimo de la moneda.
Cabe recordar además que el fortalecimiento de estos sectores de la economía ha sido en parte consecuencia de las malas legislaciones, que convierten en delitos ciertos actos que no involucran víctimas, desarman a ciudadanos pacíficos haciéndolos más vulnerables, y hasta protegen directamente a los agresores en lugar de a las víctimas.
Grupos violentos como bandas y guerrillas se han enriquecido monopolizando la producción y distribución de sustancias prohibidas (como las drogas). Sustancias que de ser comercializadas legalmente tendrían un impacto negativo muchísimo menor, y no dejarían una estela de sangre como cuando son empujadas hacia la clandestinidad, donde el consumidor tiene muy pocas garantías sobre su propia seguridad. Entregarle estos sectores al crimen organizado no solo permite que este sobreviva, sino que incentiva a quienes participan en estos mercados a comportarse como depredadores para expandir sus dominios y mantener el poder que ya tienen.
Es grande el impacto que tiene la legislación sobre la sociedad. Algunas cosas deberían cambiarse, y una dosis de rebeldía pacífica como la que Bitcoin hace posible no está nada mal.
En cuanto a los mercados rojos, estos seguirán teniendo la fuerza que tienen mientras persistan las condiciones que hacen posible su subsistencia. Por nuestra parte, solo podemos distinguirlos de la acción contraeconómica revolucionaria, juzgar las acciones por su naturaleza, y optar por no participar en ellos. Recordemos que entre las posibilidades que ofrece Bitcoin está la de facilitarnos un escape de la opresión, y que si de veras creemos que la tiranía debe ser combatida, tenemos que empezar por erradicarla de nuestras propias acciones.