Tras años de constante devaluación, haz lo siguiente: reemplaza un signo monetario por otro, cuya unidad equivale a miles – o, si te resulta conveniente, millones – de unidades del anterior. Repite la operación cinco veces, como ha hecho el Banco Central de la República Argentina desde el año 1935, y llegarás a tener una unidad de un valor igual a miles de trillones de unidades correspondientes al signo monetario que inició esta lamentable serie.
Quizás el de Argentina sea un ejemplo extremo, pero no es una excepción. De hecho, el promedio de vida de un signo monetario nacional es menor a los 30 años.
¿A dónde ha ido a parar todo ese ahorro, toda esa riqueza que alguna vez fue creada? – por no hablar de las deudas jamás cobradas, las rentas devaluadas, las jubilaciones evaporadas, los proyectos truncados, las inversiones malogradas…
La inflación se lo ha comido todo, y en su lugar nos ha dejado atraso, pobreza, miseria, y una sociedad estratificada, en la cual unos reciben el dinero recién emitido y otros lo reciben ya devaluado; unos dominan los métodos para ganarle con creces a la inflación y otros apenas logran sobrevivir con un ingreso que pierde su valor mes a mes.
Los primeros constituyen la clase privilegiada (aunque no necesariamente opulenta), conectada políticamente, con acceso a la banca off shore, a sofisticados instrumentos financieros, a contadores y abogados enterados de las últimas regulaciones, a subsidios, a prebendas, a información interna, a créditos “blandos” costeados por el erario público – es decir a deuda que será licuada gracias a la misma inflación que otros padecen sin paliativos.
Las principales víctimas de la inflación seguirán siéndolo mientras no identifiquen el origen del problema y, por lo tanto, sigan acudiendo a sus verdugos en busca de ayuda. Por eso lo diremos otra vez, para quienes todavía no se han sacudido el relato mitológico que hoy llaman educación: el origen del problema es un sistema monetario basado en dinero de curso forzoso, y la densa maraña de leyes que le da sustento.
La próxima vez que alguien te pregunte por qué hay tanta indigencia en el mundo, muéstrale la imagen que encabeza esta entrada, y explícale que la causa del aumento sistémico de precios no es el afán de lucro de los empresarios, sino el aumento discrecional de la masa monetaria. Si logras que lo entienda, ¡felicitaciones!: habrás despojado al rebaño de una oveja.
Y si alguien te pregunta cuál puede ser la solución a este problema, explícale que Bitcoin posee todas las ventajas del oro – un commodity que mantuvo su poder adquisitivo durante miles de años – pero ninguna de sus desventajas.
El oro jamás ha precisado, y jamás precisará, un signo monetario bendecido por un gobierno para que su valor sea aceptado, ya que su condición de buena moneda obedece exclusivamente a sus atributos. Lo mismo cabe decir de Bitcoin.