El mercado no es una democracia; en el mercado, los consumidores “votan” con el bolsillo y con los pies. En el mercado nadie está obligado a aceptar las imposiciones de una mayoría numérica, ni las de una minoría, ni las de una alianza entre minorías y mayorías. En el mercado no gana el que mejor opinión tiene de sí mismo, o el que hace más promesas, o el que sabe relacionarse con los poderosos de turno; gana simplemente el que mejor sirve a los consumidores, y solo mientras logre satisfacerlos.
¿Y qué es lo que consume el usuario de Bitcoin? El usuario de Bitcoin consume un servicio, proveído por una moneda resistente a la censura, de emisión decreciente y predecible, con el potencial de convertirse en refugio seguro de valor en un mundo enloquecido.
En el fondo, el mercado en el que compiten las monedas no es diferente a otros mercados: así como tienes la opción de “votar con los pies” y no regresar a un restaurante que frecuentabas pero que esta vez te ha servido comida en mal estado, ahora tienes la opción de elegir una versión del software de Bitcoin (Bitcoin XT) que abre las puertas a un aumento del tamaño de los bloques (y por lo tanto a la expansión de la moneda, al aumento de su capitalización y a su consolidación como refugio de valor), y huir de un Bitcoin limitado en su capacidad de procesar transacciones.
Si, en cambio, crees que la adopción de Bitcoin XT es contraria a tus intereses, nadie te obligará a adoptarlo; serás libre de elegir la cadena paralela cuando los bloques de un tamaño superior a 1 MB empiecen a ser generados.
¿Por qué tanto miedo, entonces, a la libre competencia? ¿Por qué los desarrolladores que son partidarios de un Bitcoin artificialmente restringido (casualmente los mismos que venden “soluciones” de escalabilidad) nos dicen que Bitcoin XT hace llorar al niño Jesús? ¿Por qué nos dicen que Gavin Andresen, el desarrollador elegido en su momento por Satoshi Nakamoto para liderar el proyecto Bitcoin, es como Hitler sin el bigote? Por el mismo motivo que el gobierno pretende convencernos de que si no fuera por sus intervenciones nos comeríamos unos a otros: adicción al poder –la más peligrosa de todas las adicciones–.
De un lado tenemos un grupo de desarrolladores que se oponen a la disciplina del mercado y buscan imponer sus decisiones a todos los usuarios de Bitcoin; del otro lado tenemos un grupo de desarrolladores que se ha escindido para proponer una versión del software de Bitcoin fiel a la visión de Satoshi Nakamoto. Si el día de mañana estos le dieran la espalda al mercado, también tendrían que enfrentar la posibilidad de un fork.
Eres libre de aceptar las imposiciones del grupo antimercado, pero no eres libre de impedir que en este mercado de monedas descentralizadas y de uso voluntario (no fiat) los usuarios tomen sus propias decisiones.