Lo que no es verdad se sabe porque no aparece, o porque no tiene sentido lógico. Dios no existe porque ni se aparece, ni tiene sentido. El Estado no existe porque ni se aparece, ni tiene sentido. Y la criptoanarquía no existe porque ni aparece, ni tiene sentido. No aparece porque el anonimato perfecto no existe, y la sociedad no es reducible a “palabras e imágenes”. No tiene sentido porque afirma las mismas “alambradas” que pretende eliminar: la propiedad sobre la información y el acceso exclusivo a la información. Así de simple. Quien habla de ilusiones y falsedades está condenado a contradecirse.
Y así ‘Dios’, ‘Estado’, y el último sueño hipócrita de la moral, la ‘criptoanarquía’, no existen porque, como el mismo autor del manifiesto expresa – visionario en lo práctico, ciego en lo político – la criptoanarquía es un fantasma, y los fantasmas no existen.
Manifiesto criptoanarquista, por Timothy C. May (1988)
Un fantasma acecha al mundo moderno: el fantasma de la criptoanarquía.
La tecnología informática está en el umbral de proporcionar, a individuos y grupos, la capacidad de comunicarse e interactuar unos con otros de manera totalmente anónima. Dos personas podrán intercambiar mensajes, hacer negocios y negociar contratos electrónicos sin saber nunca el verdadero nombre o la identidad legal del otro. Las interacciones en redes serán irrastreables gracias al redireccionamiento intensivo de paquetes encriptados y a prueba de manipulación, que implementan protocolos criptográficos con seguridad casi perfecta contra cualquier falsificación. Las reputaciones tendrán una importancia central en las relaciones, mucho más que las calificaciones crediticias de hoy. Estos avances alterarán completamente la naturaleza de la regulación gubernamental, la habilidad de gravar y controlar las interacciones económicas, la habilidad de mantener la información secreta, e incluso alterarán la naturaleza de la confianza y la reputación.
La tecnología para esta revolución – que será con seguridad una revolución tanto social como económica – ha existido en teoría durante la última década. Los métodos se basan en la criptografía de clave pública, sistemas interactivos de prueba con conocimiento nulo, y varios protocolos de software para la interacción, autenticación y verificación. El foco ha estado hasta ahora en conferencias académicas en Europa y EE UU, monitoreadas de cerca por la Agencia Nacional de Seguridad. Pero sólo recientemente las redes de computadoras y de ordenadores personales han alcanzado suficiente velocidad para hacer estas ideas realizables en la práctica; y los próximos diez años traerán suficiente velocidad adicional para hacerlas económicamente viables, y esencialmente imparables. Redes de alta velocidad, ISDN, paquetes a prueba de manipulación, tarjetas inteligentes, satélites, transmisores de banda Ku, ordenadores personales multi-MIPS, y los chips de cifrado ahora en desarrollo serán algunas de estas tecnologías facilitadoras.
El Estado, por supuesto, intentará frenar o detener la propagación de esta tecnología alegando motivos de seguridad nacional, el uso de la tecnología por vendedores de drogas y evasores de impuestos, y miedos de desintegración social. Muchas de estas preocupaciones serán válidas; la criptoanarquía permitirá comerciar libremente con secretos nacionales, con materiales ilícitos y robados. Un mercado anónimo computerizado incluso hará posible mercados abominables para el asesinato y la extorsión. Una variedad de elementos criminales y extraños serán usuarios activos de CryptoNet. Pero esto no detendrá la expansión de la criptoanarquía.
Al igual que la tecnología de la imprenta alteró y redujo el poder de los gremios medievales y la estructura social de poder, los métodos criptológicos alterarán los fundamentos de las corporaciones y de la interferencia de los gobiernos en las transacciones económicas. En combinación con el mercado emergente de la información, la criptoanarquía creará un mercado líquido para cualesquiera y todos los materiales que puedan ser reducidos a palabras e imágenes. Y, de la misma manera que una invención menor como el alambre de espino hizo posible el vallado de enormes ranchos y granjas – cambiando para siempre los conceptos de tierra y derechos de propiedad – este descubrimiento, menor en apariencia y proveniente de una rama arcana de las matemáticas, se tornará en las tenazas que desmantelen el alambre que rodea a la propiedad intelectual.
¡Alzaos! ¡No teneis nada que perder, sino vuestras alambradas!