Por Eduardo Martínez Narváez
Uno de los argumentos más socorridos por los detractores de Bitcoin es que esta moneda es demasiado volátil. Y a decir verdad, algo de razón tienen: no se puede negar que la cotización del bitcoin dibuja pronunciadas fluctuaciones; pero esa objeción – que a veces se presenta de manera alegre – debería complementarse con las razones que yacen detrás del fenómeno.
Ignorar deliberadamente las causas de la volatilidad equivale a decir que no se debe viajar a Londres, porque el tiempo en esa ciudad varía con mucha rapidez y existe muy poco margen para pronosticarlo. No, la solución no es dejar de visitar esa maravillosa ciudad; lo que debe hacer el turista es llevar en su maleta un buen paraguas, un impermeable y la dirección de un acogedor pub o café para disfrutar de una Guinness o un buen Earl Grey hasta que cese la lluvia londinense.
La volatilidad en la cotización es una característica típica de un valor cuyos atributos empiezan a ser descubiertos, y que lentamente empieza a consolidarse. De hecho, esa volatilidad puede ser interpretada como un signo de que la moneda goza de excelente salud – una prueba del interés que Bitcoin viene despertando en círculos cada vez más amplios, debido a las inigualables ventajas que posee. Día tras día, miles y miles de personas descubren a Bitcoin, evalúan su potencial y toman decisiones que afectan el precio.
Para ser considerada como tal, una moneda debe reunir tres funciones básicas e indispensables: reserva de valor (RV), medio de pago (MP) y unidad de cuenta (UC).
Uno de los más recientes ejemplos de gestación de una nueva moneda lo tenemos con el Euro, divisa que vino a sustituir en relación de 1:1 a la European Currency Unit (ECU).
La ECU fue creada en el año 1979, con el objeto de servir como unidad de cuenta común para el también naciente Sistema Monetario Europeo (SME), que agrupaba las divisas de los países para entonces miembros de la Comunidad Económica Europea (CEE). Ello con el fin de facilitar el intercambio comercial y las operaciones financieras entre los mismos.
La cotización del ECU respecto a las monedas extracomunitarias (USD, GBP, JPY, etc.) estaba calculada en función del valor de doce monedas europeas y en base a tres criterios: PIB del país, peso de las operaciones comerciales de cada uno dentro de la CEE y cuota aportada al Fondo Europeo de Cooperación Monetaria (FECM).
Era un sistema relativamente complejo, que se utilizó durante casi veinte años (entre marzo de 1979 y enero de 1999), antes de concretarse la unificación monetaria de los países miembros de la Unión Europea en torno al Euro. Es decir: el Euro – una moneda manejada por el bloque económico más poderoso del planeta, con potencias como Alemania, Francia o Reino Unido respaldándolo – necesitó casi dos décadas de rodaje, ajustes y pruebas de todo tipo para consolidarse. Y sin embargo, con todo y ese formidable apoyo, en el camino sufrió fluctuaciones que en algunos períodos (entre 2001 y 2008) alcanzaron el 194%.
Ese proceso mediante el cual el Euro se convirtió en moneda universalmente aceptada y adquirió, en este caso por imperativo legal, las cualidades necesarias para emplearse como dinero, se denomina monetización.
Y es justo ese camino el que comenzó a recorrer el bitcoin cuando hizo su aparición en el año 2009 – camino que revisaremos en la próxima parte de este artículo.