Shelling out – Los orígenes del dinero X (Ver parte IX)
Nuevas teorías sobre los orígenes y la naturaleza del dinero
Fuente: Nick Szabo’s papers – Traducido al español por moraluniversal.com
Atributos de los artículos de colección
Puesto que los humanos evolucionaron en tribus pequeñas, en gran parte autosuficientes y mutuamente antagonistas, el uso de los artículos de colección para reducir la necesidad del seguimiento de los favores – y para hacer posible las otras instituciones humanas de transferencia de riqueza que hemos explorado – era mucho más importante que el trueque – con sus problemas de escala – durante la mayor parte de la existencia de nuestra especie. En efecto, los artículos de colección proporcionaron una mejora fundamental para el funcionamiento del altruismo recíproco, permitiendo a los humanos cooperar en maneras no disponibles para otras especies. Para los animales, la práctica del altruismo recíproco está severamente limitada por una memoria poco fiable. Otras especies tienen cerebros grandes, construyen sus propios hogares, o hacen y usan herramientas; ninguna otra especie ha producido semejante mejora en el funcionamiento del altruismo recíproco. La evidencia indica que esta nueva invención había alcanzado su maduración sobre el 40.000 AP.
Menger llamó a este primer dinero un “producto intermedio” – lo que aquí llamamos “artículos de colección”. Un artefacto útil para otras cosas, como cortar, podía ser usado también como artículo de colección. Sin embargo, una vez que las instituciones de transferencia de riqueza se hicieron valiosas, los artículos de colección pasaron a ser manufacturados sólo por sus propiedades de colección. ¿Cuáles son estas propiedades? Para que una producto en particular fuese considerado un artículo de colección valioso, tenía que tener, en relación con productos menos valiosos dentro de la misma categoría, al menos las siguientes cualidades:
- Más seguridad contra la pérdida accidental y el robo. Durante la mayor parte de la historia esto significó que debía poder llevarse puesto y ser fácil de ocultar.
- Mayor dificultad de falsificación. Un subconjunto importante de productos con esta característica eran aquellos considerados costosos por su autenticidad (imposibles de falsificar), y por tanto valiosos por las razones expuestas más abajo.
- Valor más precisa y fácilmente aproximado por observaciones simples o medidas.
Los seres humanos de cualquier parte del mundo sienten gran motivación por la recolección de artículos que satisfacen estas propiedades. Algo de esta motivación probablemente incluye instintos que evolucionaron genéticamente. Estos objetos son coleccionados por el mero placer de coleccionarlos – no por ningunas razones particularmente buenas o explícitas – y tal placer es casi universal entre culturas. Una de las principales motivaciones es la decoracion.
Según la Dra. Mary C. Stiner, una arqueóloga de la Universidad de Arizona, “la ornamentación es una práctica universal para todos los recolectores humanos modernos”. Para un psicólogo evolutivo, una conducta con tan buena explicación última en términos de selección natural, pero sin otra justificación aproximada que el mero placer, es un candidato ideal a ser un fenómeno de evolución genética. Si el razonamiento presentado en este ensayo es correcto, así es el instinto humano de coleccionar objetos raros, arte y, especialmente, joyas.
El punto (2) requiere más explicación. A primera vista, la manufactura de un producto simplemente porque es costosa parecería un derroche; sin embargo, el coste verificable de su autenticidad añade valor repetidamente al facilitar transferencias de riqueza beneficiosas. Cada vez que una transacción es posibilitada o abaratada, este coste se recupera un poco más; y lo que inicialmente es un completo desperdicio se acaba amortizando tras muchas transacciones. El valor monetario de los metales preciosos se basa en este principio. También se aplica a los artículos de colección, que son tanto más preciados cuanto más raros son, y cuanto menos falsificable su rareza. También se aplica donde al producto se añade una labor humana demostrablemente única o cualificada, como pasa con el arte.
Nunca hemos descubierto o elaborado un producto que destaque en todos esos tres puntos. El arte y los artículos de colección (en el sentido de nuestra cultura moderna, no en el sentido técnico que usamos aquí) optimiza el punto (2), pero no el (1) o el (3). Las cuentas de collar comunes satisfacen (1) pero no (2) o (3). Las joyas – al principio hechas de las más bellas conchas poco comunes, pero con el tiempo de metales preciosos en muchas culturas – están más cerca de satisfacer las tres propiedades. No es ninguna coincidencia que las joyas de metales preciosos normalmente vinieran en formas ligeras, como las cadenas y los anillos, que permitían una evaluación barata en lugares escogidos al azar. Las monedas fueron una mejora añadida; sustituir estas valuaciones por un patrón de pesos y marcas redujo considerablemente los costes de las transacciones pequeñas de metales preciosos. El dinero propiamente dicho fue solamente un paso más en la evolución de los artículos de colección.
El tipo de arte móvil que también hacía el hombre del paleolítico (pequeñas estatuillas y similares) también se ajusta bien a estas características. En efecto, el hombre paleolítico hacía muy pocos objetos que no fuesen, o de utilidad práctica, o que compartiesen las características (1)-(3).
Hay muchos casos misteriosos de objetos de pedernal inútiles, o al menos sin usar, en el homo sapiens; ya hemos mencionado los del pueblo Clovi. Culiffe habla de un hallazgo de la era mesolítica europea de cientos de piezas de pedernal, cuidadosamente labradas, pero cuyo análisis micrográfico revela que no fueron usadas nunca para cortar.
Las piezas de pedernal fueron probablemente los primeros artículos de colección, precediendo a los artículos específicamente de colección como las alhajas. En efecto, los primeros artículos coleccionables de pedernal habrían sido hechos por su utilidad para cortar. Su valor añadido como medio de transferencia de riqueza fue un efecto secundario fortuito que permitió flocerer a las instituciones descritas en este artículo. Estas instituciones, a su vez, habrían motivado la manufactura de artículos específicamente de colección; al principio de piezas sin valor especial como herramientas de corte, y luego la gran variedad de otros artículos desarrollados por el homo sapiens sapiens.
Dinero en forma de anillos y bobinas de Sumeria, c. 2.500 a. de C. Nótese el tamaño estándar de las secciones transversales. Muchas de las piezas tenían un peso estándar, que iba desde un doceavo de siclo a los sesenta siclos. Para testear un anillo o bobina este podía pesarse y cortarse por cualquier punto. (Cortesía del Instituto Oriental, Universidad de Chicago).
Durante la era neolítica, en muchas partes del oriente medio y Europa, algunos tipos de joyas se hicieron más típicas; hasta el punto en que las medidas estándar y la facilidad de verificación eran a menudo preferidas sobre la belleza. En áreas comerciales la cantidad de estas joyas a veces excedía con creces la de las joyas tradicionales acumuladas. Esto es un paso intermedio entre las joyas y las monedas, cuando algunos artículos fueron tomando una forma más fungible. Alrededor del 700 a. de C., los reyes lidios comenzaron a emitir moneda, como hemos visto. El peso estándar de las monedas de metales preciosos ahora podía ser fácilmente verificado en un mercado, por asalariados o por recaudadores de impuestos, según la confianza en la marca de acuñación – en lugar de la práctica de cortar alambre enrollado al azar.
No es ninguna coincidencia que los artículos de colección compartan atributos con los metales preciosos, las monedas y los bienes de reserva que han respaldado las monedas no fiduciarias. El dinero propiamente dicho implementó estos atributos en una forma más pura que los artículos de colección durante la mayor parte de la prehistoria.
Una novedad del siglo XX fue la emisión de dinero fiat por los gobiernos. (“Fiat” quiere decir fiduciario; no respaldado por ninguna mercancía de reserva, como estaban las monedas de los siglos anteriores por oro y plata.) Si bien son generalmente excelentes como medio de cambio, las monedas fiat han demostrado ser muy malas como reservas de valor. No es ninguna coincidencia que los mercados de rarezas y arte único – que normalmente comparten los atributos de los artículos de colección descritos arriba – hayan experimentado un renacimiento. Uno de nuestros más avanzados mercados de alta tecnología, eBay, se especializa precisamente en estos objetos de cualidades económicas primordiales. El mercado de artículos de colección es ahora más grande que nunca, incluso si la fracción de riqueza invertida en ellos es más pequeña que cuando estos eran cruciales para el éxito evolutivo. Los artículos de colección satisfacen nuestros impulsos instintivos al tiempo que siguen siendo útiles en su vieja función de reserva segura de valor.
Muchos tipos de transferencia de riqueza – simples y recíprocos, voluntarios y bajo coacción – afrontan costes de transacción. En los intercambios voluntarios ganan ambas partes (los regalos verdaderamente gratuitos son normalmente actos de altruismo de parentesco). Estas transacciones crean valor para una o ambas partes; tanto como de hecho fabricar algo. El tributo beneficia a los vencedores, y los juicios de daños pueden prevenir la continuación de la violencia, al igual que beneficiar a la víctima. La herencia hizo de los humanos el primer animal en pasar riqueza a los parientes de la siguiente generación. Estas reliquias familiares podían, a su vez, ser usadas como garantía, o pago por bienes en intercambios comerciales, por comida para combatir el hambre, o para pagar el precio de la novia en casamiento. Otro asunto es la cuestión de si los costes por realizar estas transferencias – los costes de transacción – eran lo suficientemente bajos para hacer que estas merecieran la pena. Los artículos de colección fueron cruciales para hacer posible este tipo de transacciones por primera vez.
Los artículos de colección mejoraron nuestros grandes cerebros y lenguaje al ser una solución al tipo de “dilema del prisionero” que impide a los animales cooperar con los no-parientes mediante la reciprocación aplazada. Las creencias en niveles de reputación social pueden sufrir dos tipos de errores: errores del tipo de “qué persona hizo qué cosa”, y errores en la evaluación del valor generado o daños causados por esa acción. Dentro de un clan (el grupo pequeño local e inmediato, o familia extendida, que formaba el subconjunto de una tribu) nuestros grandes cerebros podían minimizar estos errores: la reputación pública y las sanciones coercitivas reemplazaban la motivación que tenía la contraparte limitada por su habilidad de cooperar o traicionar en el futuro como principal ejecutor de la reciprocación aplazada. Tanto en el caso del homo sapiens neandertalis como en el del homo sapiens sapiens, con el mismo tamaño cerebral, es bastante probable que cada miembro local del clan hiciera un seguimiento de todos los favores de los miembros de otros clanes. El uso de artículos de colección para el comercio dentro del pequeño grupo de parentesco local habría sido mínimo. Entre clanes pertenecientes a una tribu se usaba tanto el seguimiento de los favores como los artículos de colección. Entre las tribus los artículos de colección reemplazaron completamente a la reputación en los actos de reciprocación.
Para ser útil como reserva de valor de propósito general y medio de transferencia de riqueza, un artículo de colección tenía que afianzarse en al menos una institución con un ciclo de bucle cerrado, de forma que el coste de descubrir y/o manufacturar el objeto se amortizase tras múltiples transacciones. Además, un artículo de colección no era un tipo cualquiera de objeto bello y decorativo; tenía que tener ciertas propiedades funcionales, como la seguridad de poder ser llevado puesto por la persona, ser compacto para la ocultación o el enterramiento, y la autenticidad muy difícil de falsificar. Ese alto coste asociado a la autenticidad debía poder ser verificable por el receptor de la transferencia – usando muchas de las habilidades que los coleccionistas de hoy usan para la evaluación.
Las teorías aquí presentadas pueden ser puestas a prueba tratando de identificar estas características – o su ausencia – en los “artículos de valor” a menudo intercambiados en estas culturas; examinando las ganancias económicas por los ciclos en los que estos artículos se mueven; y observando las preferencias por objetos de estas características que existen en una gran variedad de culturas, incluyendo las modernas.
Con su tecnología de cooperación sin precedentes, los humanos se convirtieron en el más temible depredador jamás visto en el planeta. Se adaptaron a un clima cambiante, mientras docenas de especies de ganado de gran tamaño se vieron empujadas hacia la extinción por la cacería y el cambio climático en América, Europa y Asia. Hoy en día, la mayor parte de los animales grandes del planeta tienen miedo de los proyectiles, una adaptación que responde a una sola especie de depredador. Las culturas más basadas en la recolección que en la caza también se beneficiaron enormemente. A esto siguió una explosión de la población; el homo sapiens sapiens fue capaz de poblar más partes del planeta con una densidad más de diez veces mayor a la del homo sapiens neanderthalis, a pesar de sus huesos más débiles y un nulo incremento en su tamaño cerebral. Gran parte de este crecimiento poblacional puede ser atribuido a las instituciones sociales que resultaron de una transferencia de riqueza y un lenguaje efectivos: comercio, matrimonio, herencia, tributo, garantía, y la habilidad de evaluar daños para moderar los ciclos de venganza.
El dinero primitivo no era como el dinero moderno que tenemos hoy. Tenía algo de la función que el dinero de hoy tiene, pero con forma de reliquia familiar, alhajas y otros artículos de colección. Su uso es tan antiguo que los deseos de explorar, recolectar, hacer, mostrar, evaluar, almacenar cuidadosamente, e intercambiar artículos de colección son valores universales humanos – y hasta cierto punto instintos. Esta constelación de deseos humanos podría denominarse “el instinto de coleccionar”. La manufactura de artículos de colección, y la búsqueda de sus materias primas, como conchas y dientes, llevaba una fracción considerable del tiempo del que disponían los antiguos seres humanos. Los humanos modernos también emplean recursos importantes en estas actividades como aficiones. El resultado para nuestros antepasados fueron las primeras formas seguras de plasmar el valor económico – algo muy diferente de la utilidad concreta – y el precursor del dinero actual.