Por Jimmy Song
Fuente: Liberty.me
Traducido al español por majamalu
Durante el último año hubo gran expectativa en torno a lo que se conoce como Bitcoin 2.0. Mastercoin, CounterParty, Ethereum, BitShares, NXT, CoinPrism, son sólo algunos de los ejemplos más representativos. Los promotores de «Bitcoin 2.0» consideran que una nueva plataforma sobre la cual pueden crearse nuevos instrumentos financieros es algo que la gente desea. Es decir, que la gente realmente quiere invertir en corto en bitcoins, tener acciones de una compañía, comprar y vender oro con el respaldado de la cadena de bloques, operar con opciones y otros derivados financieros, etc. Para demostrar que tiene que haber una demanda de este tipo de cosas, los entusiastas de estas nuevas plataformas apuntan a los trillones comercializados en divisas o los trillones comercializados en derivados o los trillones negociados en la bolsa de valores. Sin embargo, cuando observo el panorama real no puedo evitar pensar que se está poniendo el carro delante del caballo.
Veamos el caso de Mastercoin, que había prometido que surgirían un montón de nuevas appcoins gracias a su plataforma. Hasta ahora, se ha lanzado Maidsafecoin sobre su plataforma, además de algo llamado APICoin y algo llamado Storj – que de hecho cotiza en CounterParty. Ahora bien, puede que haya algo interesante en cada una de estas monedas, ¿pero hay realmente gente utilizando los servicios subyacentes? ¿Cuántas personas dependen de MaidSafe para tener conexión a una Internet descentralizada y segura? ¿Cuántas personas utilizan Storj como sustituto de Dropbox? De todas las aplicaciones que todas estas plataformas habilitan, ¿cuántas están siendo realmente utilizadas por fuera del pequeño círculo de quienes han invertido en ellas?
La promesa de estas plataformas es que la gente podrá crear nuevos activos y aplicaciones en base a ellas. Pero la pregunta que muy pocos se están haciendo es, ¿tiene sentido poseer o usar alguno de estos activos o aplicaciones? El hecho de que existan no significa que valgan la pena. Muchos parecen creer que si se construye una aplicación o un ecosistema activo, la gente vendrá a utilizarlo, y apuntan al sistema de aplicaciones para iOS o incluso al sistema de aplicaciones para facebook como prueba de que proporcionar una plataforma es a menudo suficiente para promover el crecimiento. Sin embargo, muy pocos de ellos hablan del ecosistema de aplicaciones para Windows phone, o del ecosistema de aplicaciones para BlackBerry. La plataforma primero tiene que ser popular para que sobre ella puedan crearse aplicaciones útiles.
Y estas plataformas no son precisamente populares. Diablos, todo el ecosistema Bitcoin probablemente no sea lo suficientemente popular como para justificar la creación de esos activos y aplicaciones que pretenden montarse sobre las plataformas del llamado «Bitcoin 2.0». La capitalización de mercado de estas otras monedas es una mínima fracción de la del propio Bitcoin, y en su mayor parte se debe a la preventa de unidades. El mercado demuestra que por ahora no hay demanda real para los diferentes activos que se crean en NXT o CounterParty o Mastercoin. De hecho, la mayoría de las «appcoins» parecen seguir el patrón de tantas nuevas altcoins que nacen, son infladas por sus promotores y poco después desaparecen en medio de un dumping masivo. Me atrevería a decir que es porque estos activos / aplicaciones en realidad no ofrecen nada útil o nuevo.
En tiempos del boom de las punto-com había todo tipo de servicios basados en la web que parecían interesantes pero que no llegaron a ninguna parte. boo.com, por ejemplo, era un portal web de moda que recaudó más de US$ 100 millones y ni siquiera llegó a ser lanzado. pets.com se suponía que iba a ser una tienda para dueños de mascotas, pero acabó quemando aún más dinero que boo.com tratando de lograr que los dueños de mascotas compraran cosas en línea. No había un mercado para eso, y muchos de estos activos y plataformas «Bitcoin 2.0» parecen ser los nuevos pets.com.
Ya es bastante difícil lograr que el propio Bitcoin sea ampliamente adoptado. A pesar de que ha cobrado notoriedad, sólo un muy pequeño porcentaje de la población posee bitcoins. Y esto es lo que le toca a una moneda que es claramente superior a cualquier otra forma de moneda en uso. ¿Y si resulta que sobre todas estas otras plataformas se están construyendo cosas que a nadie le interesa usar? ¿Y si el ecosistema no está lo suficientemente maduro todavía como para que haya demanda de activos derivados? ¿Y si toda esta cosa del «Bitcoin 2.0» no es más que ruidoso marketing?
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