Fuente: Of Two Minds Por Charles Hugh Smith
En la superficie, todo parece relativamente estable en las principales economías industriales. Los mercados bursátiles de Japón, Alemania y los EE.UU. se encuentran a sólo unos pocos puntos porcentuales de sus máximos, y se nos asegura constantemente que la inflación ya no existe y el desempleo medido por las autoridades es bajo.
En otras palabras, más allá de la mancha griega, todo está bien y la vida nos sonríe. Cualquier persona capaz de firmar en un línea punteada puede obtener crédito para ir a la universidad, comprar un coche o una casa o conseguir otra tarjeta de crédito.
Con más crédito, todo es posible. Con crédito ilimitado, el cielo es el límite.
Europa está inundada de turistas de los EE.UU., China y otros lugares, y los restaurantes están repletos en San Francisco y Nueva York, donde es normal pagar más de US$ 1 millón por un pequeño apartamento.
En política, al público estadounidense se le ofrece optar entre dos aristocracias calcificadas.
Pero la estabilidad de la superficie es todo lo que el statu quo puede manejar a estas alturas, porque la máquina está sacudiéndose y echando humo solo para mantener esta frágil ilusión de prosperidad y orden.
Considera lo que pasó en Grecia por debajo del teatro superficial.
Para mantener la ilusión de estabilidad durante cinco años, los poderes establecidos triplicaron la deuda, aumentaron enormemente el riesgo de incumplimiento y el daño que un default desataría, y causaron sufrimientos innecesarios, muy por encima de los costos que habría tenido un default en 2010 (cuando ya era evidente no había manera de pagar la deuda).
Este reajuste, si bien doloroso en el corto plazo, es el único mecanismo disponible para forzar reformas en una cleptocracia y librar a la economía de la dependencia de una expansión crediticia insostenible.
Es un proceso que los poderes establecidos temen, porque amenaza los privilegios garantizados por un sistema neofeudal absolutamente corrupto, con una Nobleza Financiera que paga las campañas electorales de los políticos a cambio de prebendas.
La austeridad se impone a los siervos eternamente endeudados, mientras que en lo alto de la pirámide se transfieren decenas de miles de millones a cuentas privadas.
Este flujo de ingresos de los siervos a la nobleza adopta distintas formas, por supuesto. Una de las más comunes funciona de la siguiente manera: las autoridades inflan burbujas bursátiles, durante las cuales sus testaferros y compinches venden, venden y venden a traders crédulos y asalariados esperanzados, y luego, cuando la burbuja estalla, estas mismas autoridades prohíben la venta de acciones por parte de sus víctimas.
Esto no es estabilidad real; es un simulacro peligrosamente quebradizo, una ilusión que ha requerido medidas políticas y económicas extremas para mantenerse.
En efecto, el status quo ha incrementado la vulnerabilidad y la fragilidad del sistema de una manera alarmante –sentando las bases de un colapso catastrófico–, todo por mantener una fachada completamente falsa de estabilidad durante unos años más.
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Imagen por Tomas Rawski