Por David Jerry
Casi todo el mundo en la industria de las criptomonedas habla de la descentralización como si fuera una panacea para todos los problemas que ven en el mundo, sin saber realmente lo que significa. Lo creen porque tienen fe en la autoridad de otros que dicen que la descentralización es algo intrínsecamente deseable, y que por lo tanto debemos luchar por ella. Esto es peligroso; así es como empiezan a formarse las sectas.
Pregúntale a cualquier «descentralizador» lo que significa ser o estar lo suficientemente «descentralizado», o cómo se mide tal cosa, y lo verás enredarse en su propio discurso. Intentará evadir las definiciones precisas con excusas tales como que «es difícil de medir con claridad» o «no se puede medir directamente, pero se pueden medir ciertos aspectos». Lo cual para cualquier escéptico mínimamente entrenado no es más que un torpe intento de racionalizar un sistema de creencias que solo se sostiene gracias a la fe.
De alguna manera, entre los histéricos llamados a descentralizar todo y a cualquier precio, la pregunta más importante ha quedado olvidada: ¿más descentralización es igual a más seguridad? Si no es así, y la descentralización es solo un indicador de seguridad, entonces corresponde intentar demostrar en qué nos basamos para afirmar que el aumento de la descentralización efectivamente aumenta la seguridad. ¿Es una relación lineal? ¿Es monótonamente creciente? ¿Tiene simplemente una correlación positiva? ¿En qué dominios? ¿Deberíamos también evaluar otras soluciones que quizás no aumenten la descentralización pero sí la seguridad? Lo cierto es que todo el discurso basado en la premisa de que «la máxima descentralización es el objetivo de Bitcoin», tan propio del culto a la descentralización, se resquebraja, se desmorona y aplasta todos los argumentos sostenidos por los partidarios de la planificación centralizada del tamaño de los bloques.
Lo que realmente importa es la seguridad y la resistencia a la censura, y en qué medida estas se ven afectadas por la descentralización. La seguridad de la red no puede ser determinada exclusivamente evaluando su topología y sus aspectos técnicos. En la teoría de juegos de confrontación, siempre debemos tener en cuenta los costes socioeconómicos de un ataque. La única manera de medir la seguridad es en términos de valor económico, o lo que yo llamo el «costo de la corrupción». Es necesario identificar el método más barato mediante el cual un atacante podría comprometer la red para que esta permita hacer algo que va contra las reglas de la misma red (por ejemplo, un gobierno que desea bloquear pagos de determinados usuarios, o confiscar sus bienes con cualquier excusa). En Bitcoin, una forma de descubrir empíricamente el costo de la corrupción es atendiendo al costo de sobornar a los dueños del 51% del poder de cómputo con el fin de bloquear pagos provenientes de un determinado individuo o entidad.
La razón por la cual es muy importante pensar en la seguridad de la red Bitcoin en términos de costo de la corrupción es que recién entonces se empieza a vislumbrar cuáles pueden ser los verdaderos peligros para la seguridad de la red. Por ejemplo, para organizar una confabulación con el propósito de conseguir el 51% del poder de cómputo y así actuar en contra de la red, tienes que estimar qué perderían los dueños de todo ese poder de cómputo al asociarse contigo. En ese caso, ellos estarían corriendo el riesgo de perder todos los flujos de ingresos futuros de su negocio, sin contar las pérdidas socioeconómicas propias del golpe a la reputación personal. Así pues, es más barato sobornar a un minero pequeño que a uno más grande, dado que el primero arriesga menos ingresos futuros. Además, la pérdida potencial para el pequeño minero es menor debido a que ha invertido menos capital en su negocio. Esto significa que la idea constantemente repetida por los «descentralistas» de que necesitamos una mayor diversidad de nodos mineros no se sostiene, salvo que podamos probar que es más costoso sobornar a quienes controlan todos esos nodos.
El umbral seguro de activación para un hard fork, tema que últimamente ha generado tanto debate, debería ser aquél que más encarece el costo de la corrupción. ¿Por qué? Considera la posibilidad de que la regla preferida por la mayoría se active al llegar al 90%. Esto significa que un grupo que controle el 11% de los votos sería capaz de bloquear la aprobación de cualquier medida o propuesta. Esto puede verse como algo bueno desde el punto de vista de que la «minoría no debe sufrir por la mayoría»; pero esta situación es en realidad bastante susceptible a la corrupción, debido al hecho de que un atacante sólo necesita sobornar / amenazar el negocio / secuestrar a los seres queridos del 11% de los votantes para poder controlar el sistema. Tras haber comprometido a ese 11%, el atacante puede influenciar enormemente las propuestas que hace la mayoría, y vetar propuestas a discreción. Debemos tener en cuenta que ese 11% del poder de cómputo de la red Bitcoin está compuesto por pequeños mineros que probablemente cuentan con un capital muy reducido, y son más propensos a ceder ante las demandas del atacante, lo cual los vuelve un blanco fácil y atractivo para el chantaje y la extorsión.
A sabiendas de esto, podemos empezar a pensar con sentido crítico sobre el modo más barato de corromper la red hoy en día. ¿Dónde están los mayores riesgos? Me despido con este desafío: ¿Qué resulta más barato: sobornar a uno o más desarrolladores para engañar al 51% de los mineros para que instalen código malicioso, o lograr que quienes controlan el 51% del poder de cómputo se confabulen para instalar código malicioso? (Pista: una de las dos opciones obliga a considerar los flujos de ingresos futuros esperados por las empresas mineras, la otra no).
La próxima vez que alguien diga que tal o cual cosa es buena para la descentralización, ya sabes qué preguntarle para ver si realmente sabe lo que te está tratando de vender, o si solo está repitiendo un artículo de fe.
Leer texto original, en inglés
Imagen por PeteLinforth